Horizonte demencial

    01 dic 2019 / 11:13 H.
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    La cordura, ese estado beatífico en el que a los seres humanos se nos supone la sensatez, el raciocinio, la lucidez, la prudencia y el buen juicio, parece haberse marchado de nuestra clase política dejándonos sumidos en una orfandad de la que no parece fácil escapar. Miremos donde miremos, escarbemos donde escarbemos, escudriñemos donde escudriñemos, el panorama político de “ese país del que usted me habla”, es decir: ¿nuestra querida España?, se nos muestra endiablado, abstruso, ininteligible y, en el mejor de los casos, confuso.

    Lástima que aquellas históricas “Casas de Dementes”, léase manicomios, cerrarán sus puertas ya que podrían acoger sin esfuerzo a muchos políticos cuyas actuaciones se nos antojan de verdadera locura, obstinación e insensatez y, claro está, a quienes estamos a punto de perder la razón por intentar comprender sus idas y venidas voto en mano.

    El complicado panorama al que nos enfrentábamos en el interregno entre una y otra convocatoria electoral ha devenido en apocalipsis según muchos y en un “trágala” humillante para otros. Los compañeros de viaje se han redistribuido en sus asientos —escaños, poltronas— de tal modo que para avanzar han de mirarse de reojo, mover la silla al oponente, tragarse sapos, culebras, declaraciones y principios y, en el sumun del desprecio hacia quienes les miramos esperando soluciones reales, poner sobre la mesa todo lo contrario de lo que se supone que iban a ofrecernos. Del “no poder dormir” hemos pasado sin solución de continuidad al contubernio erótico-festivo de siglas que provocan erecciones de espanto en pelos, vellos y cabelleras varias del entramado económico y social sin que los firmantes se den por aludidos. Y todo ello con una sonrisa cómplice que trasluce el ciego amor por los cargos, el deseo de permanecer anclados al poder y el desaire a la diosa “razón”.

    Y eso no es todo. Si ya la expansión de la izquierda radical podemita zarandeó peligrosamente para muchos la estabilidad y el buen juicio, ahora avanza desde el extremo contrario esa “x” que transforma la voz en grito dejando por el camino el reguero de miguitas naranjas que iban a ser el mirlo blanco y acabaron barridos por el desacierto atroz de ciertas posturas y alianzas.

    Llegados a este punto y para retorcer aún más el espectáculo, aparecen tras el telón esos que, según ellos, “quitan y ponen gobiernos” desde la displicencia de saberse necesarios para atormentarnos con sus peticiones imposibles y extendiendo el reguero no apagado de autodeterminaciones y otras deslealtades hacia territorios que esperan agazapados para saltar a la yugular de eso que se está demostrando etéreo y no defendido que es la unidad del país. ¿Soluciones? ¡Cuánto daríamos por tenerlas!

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