Messi, el tango

Como si se tratara de un tango, lo de Messi y su marcha se ha convertido en tragedia, ardor, olvido y rencor a partes iguales. Con las navajas en alto, desagradecido y millonario se ha marchado el argentino para siempre. Metáfora de un fútbol espectáculo, de una industria de hacer dinero a costa de cualquier cosa y donde el personaje terminó por comerse a la persona, si es que alguna vez existió. Un chico que nadie discute ha sido uno de los mejores de este circo, que le ha dado al Futbol Club Barcelona sus mejores años y ha marcado un antes y un después. Pero también la prueba de que la camiseta es siempre verde, como el dinero que acumulan, que son un modelo incompatible con la verdad de una democracia donde la educación, la lucha por el bien común y la trasparencia tiene que estar por encima de cualquier individualidad. Para mí Messi es un cromo, una de esas estampitas que se intercambian en el patio del colegio cuando se es niño, y que generan nostalgia, pero también el valor de que todo pasa, nada queda y lo mejor, que los medios ya urden el telar del próximo crack, del próximo personaje. Pobre Messi que no fue capaz de aprender ni una palabra de catalán y que no aprenderá ni una de francés. Qué condena la de Messi que después de tanto tiempo y dinero nunca leerá en la lengua natal de Salvador Espriu o del inmortal Baudelaire.