Esto es tan solo un hilo

23 may 2019 / 17:25 H.

Jaén dependió en la Edad Media del Califato de Córdoba, luego la sometió Sevilla, ya como taifa, y así pasó de mano en mano hasta que en el siglo XV prosperó, cuando al sur se hallaba la frontera nazarí, haciendo célebres sus años más fértiles, acuñando moneda incluso, en tiempos del Condestable Iranzo. Múltiples avatares pasó esta ciudad de interior en la que guardo mis recuerdos sentimentales adolescentes, ligados íntimamente a mi pueblo, a escasos kilómetros: mis primeras cervezas, mis escarceos juveniles, alguna novia con la que no acabé del todo de entenderme, a quien escribí largas cartas de amor, y largos paseos por su catedral, que hoy mira estupefacta los partidos de pádel, el negocio del marco incomparable. Muchos años ha dependido de Granada, por su universidad, y quizás hoy lo siga haciendo de un modo u otro. En cualquier caso, la Andalucía oriental se une en torno a sus vínculos, y ahí Jaén posee su identidad, erigiéndose sin duda como una de las más bellas provincias de España, de las que más ofrecen. Su salida a Madrid, vía tren, sin embargo, permanece truncada por un AVE que no acaba de arrancar, y que cuando arranque, ya veremos si es AVE de largo vuelo, recorrido, o qué, si paloma o gavilán, como decía la canción. Como tierra de paso y encuentro, por aquí pasan coches y camiones, mucho tráfico de personas y mercancías, pero se queda poca gente. No sé. ¿Cómo se podría potenciar el trabajo, la industrialización, la economía en torno al aceite de oliva, al turismo rural de calidad, con una oferta que mejore y cree riqueza? Han cambiado a mejor, y muchísimo, las cosas en pocos años, sí, pero otras también han ido a peor. Me explico: una noche de invierno de aquellas de la crisis —perdonad la ironía— me dio vergüenza ajena porque se hablaba en la radio del tranvía de Jaén, cual aeropuerto de Castellón. Y ni color. El tranvía, que va para ocho años parado, algún día espero que vea la luz. Recientemente he visitado algunas ciudades centroeuropeas no demasiado populosas, pequeñas y modestas, más o menos como Jaén, históricas y acogedoras, y todas ostentan amablemente su tranvía, su transporte público limpio, sin pudor ni complejos. Solo pido que se eche una mirada por ahí, para ver qué funciona, y dónde. Que se vaya tomando nota. Hace poco, escasamente unas semanas, saltó una noticia en los medios que, más que avergonzarme, me abrumó, y es que la capital del Santo Reino se ha convertido en la ciudad más sucia de España. Ahí queda el dato. Para ratones de hemeroteca, y recuerdo —búsquenlo también por Internet— que lo leí en este mismo periódico, en la época del último gobierno socialista jiennense hasta la fecha, esta ciudad recibió la Escoba de Plata a la limpieza. Por casualidad coincidimos Antonio Negrillo y yo en la taberna El Gorrión con Eduardo Castro, a la sazón entonces Concejal de Mantenimiento Urbano, y lo celebramos y regamos convenientemente, como mandan los cánones. Bueno, esas casualidades no tan casualidades, podría decirse. O sea que el tiempo pasa: unos como diputados, y otros ahí vamos luchando. Nada, cosillas... Después de ocho años del Partido Popular, el balance, como se ve, es la típica dejadez y política de no intervención, de dejar que las cosas se degraden por sí solas, por sí mismas, como siempre. Sus traiciones y tradiciones. Y esto es tan solo un hilo.