Esos besos y abrazos

    05 abr 2020 / 16:22 H.
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    Veintidós días apenas serían nada si estuviésemos de vacaciones, incluso pasarían breves trabajando. Pero ha venido el reloj, el calendario impuesto por el bichejo, a convertir las jornadas en eternidades. Y en ese movimiento casi imperceptible del péndulo, he encontrado momentos para sufrir con un dolor terrible, infartado por la falta del latido de besos y abrazos. Soy, por naturaleza, cercano; por ello, sentir la ausencia de besos y abrazos a quienes quiero mucho, también a los que aprecio, en este espacio-tiempo tan singular, me duele. Y en mi dolor pienso en millones de personas que pasan por el mismo trance. Como lector voraz, he leído muchos textos, jamás me he enfrentado a ninguna historia cuyo guion se acercase a esta cruda realidad. Nunca pensé que evitar besos y contactos seria beneficioso, casi una prueba de amor. El quince de marzo se empezó a escribir el mundo del revés. Cuando se abran las puertas puede que sintamos un miedo momentáneo, ese que nos paralice antes de fundir brazos, cuerpos, labios. Cuando pase ese shock, derramaré muchos más que siempre.

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