En una nube de incienso

    16 mar 2022 / 16:46 H.
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    En una nube de incienso vi tu rostro de azucena, esa angustiada carita que va muriendo de pena”. El sol tímidamente besaba tus mejillas, se paraba en tus ojos dando la sensación que resbalaban tus lágrimas. Quién puede contemplarte sin que una voz no salga desde el fondo a declamar tu nombre, Angustias, y sentir cómo nace un poema. Qué dulce sensación es encontrarte y admirar tu figura callada, eres como una rosa en el jardín dormida, igual que una azucena que exhalando su aroma recita una elegía de silencios, de llanto, de dolor y de amargura. Ante ti se despierta una saeta, ese canto de hondos sentimientos, llorando tus angustias y aflicciones. Desde un balcón la voz del saetero te ofrece esta plegaria, este dardo encendido de oraciones te reza cuando pasas, para aliviar tu llanto y consolar tu pena ha traído el compás, la melodía que llora y se mece en tu palio y en tus varales regalándote un beso, una flor para que tú tanto no llores, se calmen tus pesares y dolores. Cuando te vi al borde de la acera mi corazón lloraba emocionado, sintiendo tus angustias, angustiada, pasabas en la tarde como una rosa pálida y morena, cuando te vi en la estrecha callejuela mi corazón recitó un nuevo verso alado, un llanto de silencio emocionado se derrumbó en mi alma, cuando te vi llegar hasta mi lado sentí tu corazón afligido, aciago y abatido. Quisiera detenerme en tus suspiros, declamar para ti el eco de unos versos que canten a tus penas y poder consolarte con estrofas que calmen tus angustias, con sílabas que suenen diferentes, y la rima deje tu corazón sereno y sosegado. Para ti un son quebrado que derrame esperanza cuando el sol iluminando el rostro acaricie los pétalos de esa rosa que dormida en tu cara se ha vestido de llanto. En tus rodillas el lirio nazareno ha muerto por amor entre las flores. La muerte lo ha vestido de silencio, ha dejado su huella como una daga fría, se clavó el aguijón en su figura. En tus brazos lo llevas herido y derrotado por la tortura cruel. En tu pañuelo mil lágrimas en él se han derramado. Acoge nuestras penas, sobre tu faz morena, déjanos que pongamos nuestros besos y podamos volver a contemplarte entre el aroma dulce de una nube de incienso.

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