En territorio comanche

25 ene 2020 / 11:29 H.
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El nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez sabe que deberá gobernar entre el fuego político. Las derechas han lanzado el mensaje, antes incluso de la sesión de investidura, de que se trata de un Gobierno ilegítimo. Son conscientes de la falsedad de esa afirmación, pero la idea permanece en la atmósfera. Se trata de contaminación, claro, pero es muy difícil diluir la polución política. En España tenemos el primer Gobierno de coalición de la historia, circunstancia que más que una novedad implica la idea de cierto retraso respecto a esta Europa dolorida pero siempre vanguardista. Lo escribió Eduardo Haro Tecglen: “La vida es un pacto”. Lo corroboró Francisco Umbral: “Vivir es condescender”. Por eso Pablo Iglesias, que ahora se siente más fuerte que nunca y optará a la reelección como líder de Unidas Podemos, lo ha dicho: “Pasó el tiempo de los reproches al PSOE”. Está Alberto Garzón, un ministro que es comunista, lo que no implica que vaya a ser un ministro comunista. La diferencia conceptual la explicó el catedrático Javier Pérez Royo cuando, en los años 80, tomó posesión como rector de la entonces denominada Universidad Hispanoamericana de La Rábida (Huelva): “Soy un rector que es comunista, no un rector comunista”. Su hermano, Fernando, excelente orador, difundió en Las Cortes las teorías del eurocomunismo desde la bancada
de Santiago Carrillo.

Este Gobierno de coalición aporta numerosas novedades producto de la relectura que las izquierdas han formulado de sí mismas en los últimos años. Unidas Podemos ha abandonado la radicalidad y el alboroto callejero, desde que sus líderes comprobaron la imposibilidad de tomar por asalto el cielo y percibieron que era factible llegar al Palacio de La Moncloa junto al PSOE. A finales de 2013 hubo una manifestación en Madrid que dejó un paisaje desolador: las puertas y fachadas de las entidades bancarias destrozadas, los cajeros automáticos demolidos y un policía antidisturbios apaleado. Esa rabia pre-revolucionaria derivada de la crisis económica se contuvo conforme caían papeletas moradas en las urnas en las frecuentes citas electorales habidas desde entonces. Y el PSOE ha dejado atrás su viaje a la derecha, que tuvo como marco teórico algunos libros y conferencias de Felipe González, y como plasmación práctica —en una de las cimas más patéticas en la larga historia de este partido— el vocerío de Verónica Pérez en octubre de 2016 en la puerta de la sede socialista de la madrileña calle Ferraz: “Yo soy la autoridá, yo soy la autoridá” —y lo transcribimos tal y como lo pronunciaban Los Morancos en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid en un sketch titulado “Media Verónica”—. En definitiva, la dirigencia del PSOE ha virado a la izquierda a la que siempre han pertenecido sus bases, que son las que permanentemente han mantenido viva la socialdemocracia española frente al derrumbe de los partidos socialistas europeos. Pablo Iglesias lanzó una proclama inquietante al grupo del Partido Popular durante la sesión de investidura: “Más Pérez Galdós y menos Pérez Reverte”. Esas palabras confirman que esta legislatura se desarrollará en territorio comanche. Y el presidente Pedro Sánchez deberá preparar una nueva entrega de su “Manual de Resistencia” mientras comprueba, como escribió alguien, que el más triunfador es siempre el más solitario.

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