El sentido de las sobras

01 ene 2021 / 09:22 H.
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A unos les llega antes y a otros después, pero a todos alcanza ese balance entre los sueños a los que aspiraban y la realidad en la que se quedaron. La juventud monta sus castillos en el aire y ya irrumpe la madurez para rebajar expectativas. “No es lo que me había imaginado, pero aun así trato de ser feliz y me conformo con lo que tengo”, es buena filosofía de vida, sobre todo cuando no hay otra opción. Reconocerlo es un paso. Del mismo modo que el individuo debe responsabilizarse de sí mismo, de sus decisiones y su tenacidad y entusiasmo, también debe hacerlo de sus propios fracasos y depresiones, puesto que, según esta ley neoliberal en la que prima la voluntad sobre todas las cosas, y excepto casos de locura manifiesta, que son excepción confirmando la regla, se halla en nuestras manos hacer o no algo, luchar o no, renunciar o no a un ideal, o cualquier mejora. Este podría ser, en resumidas cuentas, uno de los ejes de oro del liberalismo filosófico, que sitúa en el centro del universo al hombre, aunque sepamos bien que, ni antes Dios, ni después el hombre son centro de nada, y que en última instancia no existe eso que llamamos centro...

Aunque asistamos con alegría al comienzo de la campaña de vacunación y poco a poco vaya restableciéndose la cotidianidad y la rutina, si bien hasta al menos septiembre hay que ir con mucho cuidado, y sigamos contemplando con horror y tristeza las cifras de muertos, lo cierto es que la ciencia ha dado un paso adelante y en pocos meses ha desarrollado un remedio capaz de protegernos de una enfermedad que volvía especialmente vulnerables a los mayores. Los mayores, la joya de la corona, ese segmento poblacional que se ha ganado el descanso tras tantos años de trabajo y que por esta maldita pandemia se han visto diezmados, como en una oscura pesadilla de la Edad Media. Sin embargo, las ilusiones siguen siendo altas, y ahí vienen las rebajas para hacernos poner los pies en la tierra. De nuevo las expectativas. Y, lo peor, se le han visto las costuras al sistema, a este capitalismo financiero en la era de la reproductibilidad tecnológica, que escribió Walter Benjamin, poniéndose las pilas con la vacuna ya que se comenzaba a tambalear desde sus propios cimientos, y creando un antídoto en tiempo récord. ¿Sucedería lo mismo si otras enfermedades paralizaran la economía? No es baladí la pregunta.

Recordemos: economía frente a salud; salud privada frente a pública. El primer mundo, que representa el 20 %, frente al resto de mundos, ese 80 %, incluidos el tercero y el cuarto. El espejismo de la globalización y la realidad de nuestras necesidades materiales. Gastos superfluos, derroche energético, cenas opíparas de estas fiestas, consumismo desorbitado y falta de escrúpulos... No hay nada que nos justifique, excepto vivir en paz con nosotros mismos y ponernos en dirección del camino, que no es de felicidad pero sí de consuelo. Sin excesos pero sin flagelaciones. Por eso esta noche hay que cenar algo ligero. Mi hijo dice que su comida favorita es la cena, y pienso en mí mismo, cuando era joven y opinaba de igual manera. Pero ahora, con los años, si ceno demasiado, no duermo. Así que se trata de picar, como diría un amigo. Un picoteo simpático, que cenar es de lobos, y nosotros solo picamos cualquier cosilla que haya por ahí... apurar el frigorífico, darle su sentido a las sobras.

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