El rayo que no cesa

    16 ago 2020 / 10:39 H.
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    La poesía no nutre al ámbito físico de los cuerpos, pero puede aliviar y consolarnos en el tránsito dulce o amargo de esta vida. Eso lo sabía Miguel Hernández, al que he sustraído con todo respeto el titular de este artículo, lo sabía Hernández y muchos otros poetas de todas las ideologías y pensamientos. Nos dice: “Un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida, sostiene un vuelo y un brillo alrededor de mi vida”. No parece que sea el comienzo de un poema henchido de alegría y esperanza, pero está constatando para sí mismo y cantando para los demás que la vida no parece tan bella, pero que tampoco dejamos que lo sea, la inmensa mayoría de los mortales. Estamos viviendo este año con desazón y pesadumbre por múltiples causas, y no tan solo por la presencia de un virus enconado y cruelmente solidario, sino también por todas las pobrezas y miserias que de alguna manera nos van surgiendo a todos en este anchuroso mundo, que permanecían en estado latente y que reaparecen al menor escollo. El sálvese quien pueda, es una expresión que puede llegar a ser un desafortunado catecismo, si es instrumentada por ávidos rateros, y que a fin de cuentas no dejar de ser una locución verbal que invita a la desafección, ante una situación de pánico o peligros desconocidos. El desconcierto y cerrazón mundial siguen siendo durante todas las épocas algo tangible, y a pesar de los avances científicos y de comunicación social, aún se perpetúan muchos de los rincones más oscuros del ser humano. Estamos viviendo en las avanzadas redes sociales casi tanta confusión, como información tergiversada o manipulada. El emisor puede ser cualquier desaprensivo y el receptor ya no se fía de nadie, o escucha lo que quiere escuchar. Para terminar con una cierta relajación, y al hilo de lo expuesto, hay una cita atribuida al Quijote, circulando por esos lares, donde se habla de este país como lugar que destrona reyes y corona piratas. Siendo un bulo, pues Cervantes no escribió tal, y que yo me he permitido contrariar, modestia aparte, con otro bulo de cosecha propia y que viene a decir así: “Y ahora en este camino que no sabemos dónde ha de llevarnos amigo Sancho, y después de sestear a la sombra de aquel amable olivo que sembraron algunos infieles, tengo que remendar, a mi pesar, algunos de los míos pensamientos, y decirte que por estos senderos, que el Supremo Hacedor nos procura, me he encontrado con piratas sin mar, con gañanes coronados por reyes disolutos, con hombres con del juicio ido, que ensucian palacios con la soberbia de la idiocia, y cortesanos que son mal hallados en el espejo donde se miran, pues quieren ver los que sus reyes nunca encontraron. La choza y el palacio, los piratas y los reyes son cartas del mismo palo, depende de quién baraje.

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