El pato Donald

    22 ene 2021 / 17:12 H.
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    Los lobbies financieros y los empresariales están a la defensiva, no solo en nuestro país sino a ambos lados del Atlántico Norte. Su dominio sobre la acción pública de los gobiernos y organismos internacionales está siendo sustituido por otras sensibilidades políticas que están dando mayor importancia al intervencionismo público tratando de poner el bien común por encima de los intereses particulares de estos grupos de poder. Frente a la ideología neoliberal con sus reformas laborales regresivas que tanto han atacado y debilitado el mundo del trabajo, frente a sus políticas de austeridad y recortes del gasto público, que son las mismas que tanto debilitaron la protección social ante la pandemia, nos encontramos con opciones políticas que tratan de disminuir el tremendo impacto perjudicial que nos trajo el dogma neoliberal para el bienestar y calidad de vida de la mayoría de la población.

    El pensamiento neoliberal está de capa caída, aunque los grandes lobbies mediáticos nos bombardeen constantemente con sus dogmas repetidos una y mil veces. La pandemia, como la gran nevada de estos días en el caso concreto de nuestro país, han dado inevitablemente protagonismo a lo público y han mostrado lo imprescindible que es y las enormes limitaciones y daños que le ha causado el neoliberalismo. La pandemia ha mostrado cruelmente el enorme precio que han tenido que pagar en vidas la mayoría de países que promocionaron esta ideología con sus recortes de gasto público, debilitando servicios esenciales como la sanidad y otros del Estado del Bienestar tan importantes para contener la enfermedad. Al parecer, según la derecha extrema y la extrema derecha debe priorizarse la economía por encima de cualquier otra cosa, y, por supuesto, evitar a costa de lo que sea el confinamiento domiciliario. Lo que se les olvida es que no tendremos recuperación económica hasta que no se controle la pandemia. La derecha extrema y la ultraderecha crecida apoyadas por los grandes grupos empresariales están actuando activamente para frenar el deseo generalizado de aumentar el gasto para corregir la escasez de recursos en los servicios públicos, por ejemplo en sanidad para poder combatir la pandemia. Al parecer la clave no está en la fuerza y tamaño del sector público, sino en introducir en su gestión al mundo empresarial privado en todos sus ámbitos, incluido el ámbito político. Necesitamos, según esta ideología, más cultura empresarial en el mundo administrativo y de funcionariado. Esta ideología suele ser usada por sus defensores de manera insultante ante cualquier gobierno que no se pliegue a sus intereses que siempre será definido como inepto, ineficaz o incluso cosas peores.

    Tenemos ejemplos muy claros de los defensores de esta ideología, desde personajes como Pinochet hasta políticos de nuestra historia más reciente como Trump. Con Trump se nos ha mostrado una vez más hasta dónde puede llegar este ultraliberalismo nacionalista. Ahí tenemos el maravilloso y admirado ejemplo de nuestras derechas, por cierto, ahora mismo parece como si no lo conocieran de nada. Este presidente ha sido el espejo en el que se miraban y que les ha devuelto la imagen más clara de lo que es una gestión ineficaz, además de corrupta. Nos ha mostrado, aunque no quieran reconocerlo, la verdadera cara de la introducción de ese espíritu empresarial en la administración pública que tanto pregonan. En la pandemia ese modelo también ha mostrado su ineptitud en la gestión sanitaria, aparte del esperpéntico enfrentamiento con la comunidad científica cuestionándola constantemente. Hablamos del país del mundo desarrollado que más se gasta en sanidad, una sanidad privatizada en su mayor parte, con la financiación y la gestión controlada por compañías de seguro privadas. Y ese esfuerzo económico de un 17% de su PIB se traduce en que es uno de los países con los indicadores más pobres de salud del mundo desarrollado, con el mayor número de personas sin atención sanitaria. Para muestra un botón: con un 4% de la población mundial tienen el 19% de todas las muertes por coronavirus.

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