El otoño no es solo de los poetas

12 nov 2018 / 11:47 H.

No, no, solo de los poetas no es el otoño. Los poetas lo adoptaron para sí, al ser la estación del año junto con la primavera que más hondo cala en sus almas creativas. Es el estado decadente en la poesía pura, al igual que la primavera es proclive al amor, el otoño abre sus brazos al suspiro triste de la añoranza, a lo que pudo haber sido y no fue, al sueño irrealizado que cayó como la hoja seca. El otoño ha llegado con sus pasos justos, como si los hubiese contado antes de aparecer. Es una estación cambiante que pasa de los días luminosos y centelleantes del verano, hasta los grises cargados de brumas. Se hace acompañar de vientos, lluvias y todos esos huracanes que los envuelven. Ante tanta brusquedad el cerebro produce menos serotonina y nos invade la melancolía. La Naturaleza no engaña nunca. La Naturaleza es vieja como el mismo mundo. Por tanto, el otoño no solo trae inspiración y poemas al viento, nos deja malévolo las jaquecas, tristeza, sueños turbios y días apagados y sin fuerzas. Los psicólogos lo dan en llamar “el mal de la sensibilidad extrema”. Así lo creo y con ello nos quedamos. Aunque retomando su parte creativa, me gustan los versos románticos que lo ensalzan, me llenan de espiritualidad la alfombra de hoja secas que dejan a los árboles desvaídos e indefensos, aunque, por otra parte, quedan el tronco poderoso y la rama débil, ésta no se dobla ni puede el viento con ella.