El milagro de H

    15 ene 2021 / 18:19 H.
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    Aeso de que el alma de las personas se refleja en los ojos, los profesores solemos añadir que la de los alumnos puede intuirse en la caligrafía. Antes de obrar el milagro, H era un alumno normal en el sentido más literal: se pasó el primer trimestre haciendo el muerto, flotando en las aguas mansas del aprobado. Sin embargo, sí que tenía un defecto importante que le restaba enteros en la escala Richter de la evaluación: su letra infame. Ya saben, una de esas que engarzan un trazo con otro hasta estirar las palabras en una línea ininteligible, más encefalograma que grafía. En fin, que llega el tío el otro día y se atreve a darme esperanzas, oigan, en este feo (y gélido) asunto en que se ha convertido la educación: H ha cambiado la letra. Me siento con él un día al final del trimestre pasado y le digo “¿Ves?, es que no entiendo ni jota de lo que escribes”. Asiente. Y pienso que ahí se va a quedar la cosa, como suele ser, pero entonces me pregunta “¿Y cómo la cambio?”. Sin mucho convencimiento (porque pedirle a un chico de 15 años que cambie la letra es como retarle a usted a que se coma la sopa con la mano mala), le sugiero que separe las letras, para intentar dinamitar los vicios adquiridos. Para mi sorpresa, H ha vuelto de Navidad con una caligrafía primorosa (y ojos de sobresaliente).

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