El mejor recuerdo

05 may 2020 / 16:39 H.
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La tragedia que hemos estado padeciendo —y seguimos sufriendo— ha sido tan intensa, tan cercana, que no nos ha permitido todavía valorar el daño que ha provocado en el mundo entero. Sabemos que decenas de miles de personas han muerto a causa de la pandemia pero aún no nos hemos detenido en saber quiénes han sido ni si guardaban alguna relación de familiaridad o amistad con cada uno de nosotros. Nos quedan muchos lamentos que dar y mucho dolor que sufrir y los obituarios llenarán páginas recordando a esos seres queridos perdidos por el coronavirus. Y es lógico que para evocar a estas víctimas utilicemos prioritariamente los mejores recuerdos, los más felices, los más alentadores. Precisamente yo quiero recordar hoy a un hombre muy especial, que falleció el pasado 13 de abril y —que yo sepa— no precisamente a causa del covid-19 y que respondía al nombre de Landelino Lavilla Alsina.

Landelino Lavilla, nacido en Lérida en 1934, fue un jurista y político que tuvo mucho que ver en la Transición española. Ostentó numerosos cargos de gran relevancia, como ministro de Justicia, presidente del Congreso, notario mayor del Reino, presidente de UCD y otros muchos más que le valieron gran cantidad de condecoraciones, premios y reconocimientos. Un político a la vieja usanza, bien preparado, que nada tiene que ver con las mediocridades que no vienen gobernando últimamente. Y se daba la curiosidad de que este hombre salió elegido diputado en representación de Jaén, por lo que siempre mantuvo una estrecha relación con nuestra provincia. Sus viajes por estos pagos jaeneros eran continuos. Y a este relevante político llegué a conocerle yo personalmente ya que coincidimos en más de una ocasión. Precisamente una de estas ocasiones se hizo muy popular en nuestra ciudad. Eran los finales de la década de los 70 y la Unión de Periodistas de Jaén, casi recién creada, de la que yo fui cofundador y primer presidente, solía ofrecer periódicamente un almuerzo a personas relevantes de la política, el deporte, la cultura, el arte, etcétera que se celebraba en el bar París. Asistieron gobernadores, obispos, y hasta Juanito Valderrama, y Landelino Lavilla que se hizo inolvidable por varias razones, una de ellas porque llegó casi con dos horas de retraso a la comida, provocando la desesperación de Blas Ruiz, dueño del bar, que había preparado una paella poniendo sus cinco sentidos. Pero todo salió bien y don Landelino repitió su plato de arroz del que hizo grandes elogios afirmando que estaba muy rico. Mi “primo” Blas estaba así de ancho y, cuando el político se despidió y abandonaba el local, Blas le gritó con desbordante entusiasmo: “¡Qué rico estaba el arroz, don Landelino!”. Esa frase caló y acabó haciéndose popular hasta estos tiempos.

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