El lagarto de Jaén

    29 jul 2019 / 11:23 H.

    Por estos pagos aceituneros, picuales, puro zumo de oliva y a precio de saldo, tal y cual, se hacen los monumentos pétreos o de bronce de una forma informe rayando en el surrealismo. El lagarto de la Magdalena, una historia encargada de simbolismo, más alejada de la realidad, algo parecido a la Tarasca de Granada, tiene un, llamémosle ridículo monumento en la plaza de dicho barrio, que fue en tiempos pretéritos la sede del Ayuntamiento de Jaén. Me da la risa cuando que lo veo, pues parece solo una lagartija tomando el sol en el mes de marzo, ya que en el agujero donde viven hace un frío del carajo. Jaén, dada la fama que tuvo esta leyenda, en el medievo y posteriores calendas, se merece un monumento en condiciones, no este esperpento tallado en piedra. El Ayuntamiento tiene que tomar cartas en el asunto, y ponerse manos a la obra para que, por fin, esta lagartija se convierta en un bronce grandote, fundido en cobre y estaño, es decir, el bronce, principal elemento mineral e las campanas que tanto me gusta oírlas cuando se celebran las fiestas de guardar en este Jaén tradicional, misas concelebradas de comunión con la oblea consagrada, o de tabernas abarrotadas donde el vino aloque y bullanguero quita las terrenales penas.