El Jaén de siempre

    17 feb 2020 / 09:17 H.
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    Uf, qué coraje me da cuando a la gente le sorprende que les diga que me encanta Jaén, que me gusta vivir en Jaén! Y es que no lo entiendo, de verdad que se me escapa que el personal no sea capaz de ver todo lo que tenemos. Ahora que ha habido una grabación cinematográfica en nuestra capital, en nuestra Jaén, vuelven a resonar frasecitas del tipo: “¡Y encima cortan las calles!”, “¡Cucha ese, que es extra y es tonto a reventar!”, “Me he encontrado a x actor o a x actriz y es más antipatico que na”... Y así nos va, inmersa una gran parte de la sociedad jiennense en la crítica más absurda a todo lo que se hace en Jaén, y a mí que esto me suena a la envidia y el complejo... Lo que puede suponer económicamente para nosotros, lo que en el ámbito turístico tiene de eco actividades de este tipo, pues no nos da la gana de verlo, porque Jaén está muerto... ¡Manda narices el asuntito! Nos ofuscamos y nos recreamos en que Jaén es el culo del mundo y nos olvidamos de la grandeza que tenemos a nuestro alrededor y que no sabemos, o no queremos, vender. Porque nosotrxs mismos, los jiennenses, nos olvidamos de conocer, nos recreamos en el exterior y caemos en la ignorancia de desconocer nuestro entorno. Nos gusta llenarnos la boca diciendo que hemos ido a visitar una fortaleza que está en lugar cercano a donde Cristo perdió el mechero, pero no conocemos ni el dos por ciento de las fortalezas que guardan nuestra provincia. Nos mola cómo otras provincias tienen sus catedrales, pero la nuestra parece que está ahí porque sí, sin pena ni gloria, y ante una explanada que de vez en cuando sirve para comer pipas y echarse unos litrillos y dejarlo todo rodeado de mierda. No visito Santiago-Pontenes porque está lejos, lejos, pero lejos, pero el último verano me subí a los Pirineos porque allí sí que se respira aire puro... ¡Maemía, si es parece que nosotros solitos nos buscamos ser el último lugar de España! Y ya si hablamos de personas... Uf, ahí se nos ve el plumero. Actriz en el candelero, que además habla con cariño de su tierra... pues ahí que tenemos un puñado de jiennenses que la conocen y escupen lindezas en su contra que es para hundir el mundo. Que si se trata de un grupo de pop puntero, pues casi nos alegramos de los accidentes. Que si tenemos un escritor o una escritora que hace magia de nuestra y su tierra, no pasa nada, no pensamos leer lo que escribe porque su prepotencia refleja que no quiere estar aquí. Que Sabina quiere limar asperezas con su Úbeda, que qué quiere ahora, ¿que lo recibamos con los brazos abiertos? Que la chica esta que canta y está en una academia es reconocida, aquí estamos unxs cuantos jiennenses para hablar mal en los foros y sacar a relucir defectillos... No podemos vivir en el más absoluto complejo de que en Jaén no hay oferta cultural, porque la hay y no la aprovechamos. Nos gusta más quejarnos y dejar los teatros vacíos que exigir que venga una compañía. Nos reímos de que el Museo Íbero no pueda traer sus piezas y del tiempo que tardó en construirse. Nos quejamos de que la gente del campo corte las carreteras, aunque nos pongamos el lacito verde, pero compramos en grandes superficies los productos que vienen de lejos. No, en Jaén no es que no haya nada o que no nos den nada o que nos olviden. En Jaén es que tenemos la estúpida costumbre de echar por tierra todo. No somos capaces, la ciudadanía, de disfrutar de lo nuestro, de vivir y saborear lo que es nuestra Jaén, porque acarreamos una especie de complejo de inferioridad que no nos permite vivir tranquilos. Nos movemos entre la envidia del vecino que lleva Jaén por bandera y la queja absurda de que en Jaén no se hace nada, y cuando se hace, nos preguntamos: ¿No hay cosas más importantes que gastarse el dinero en esto? Y así nos va, cerramos lo nuestro, invisibilizamos lo nuestro y le damos un realce y unos aplausos histéricos a lo que tienen las demás territorios. Y Jaén, entera, con todas sus posiblidades, puede llorar tranquila porque su gente se mueve a golpe de hoy toca quejarse pero sin mover un dedo. Desde luego, da para la reflexión personal y colectiva.

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