El ARN “mensajero”

    27 dic 2020 / 16:39 H.
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    Pues ya veis, humanos contagiados, asustados, mentes dudosas o sencillamente opositoras... aquí estoy. Soy “El Mensajero”, el ARNm por más señas. Y vengo dispuesto a todo. Sois los destinatarios de mis envíos y sé que estáis ansiosos por conocerme aunque tenéis el alma en vilo por si acaso, tal vez, quizá, posiblemente, mi llegada os crea algún que otro problemilla. No lo creáis. Me gusta, eso sí, daros un poco de vidilla, que para eso soy el Mensajero y como tal necesito que me firméis el albarán de entrega. Un picorcillo, quizá una ligera inflamación y un evanescente dolor puntual me bastan. Vosotros ya sabéis que os he visitado y yo me quedo tranquilo de que mi llegada tiene carta de presentación. Lo que sí quiero confesaros, ahora que nadie nos oye, es que hasta que llego a vuestro deltoides, el camino es arduo y, a veces, complicado para mí. Para empezar no os imagináis cómo lo paso en esos ultracongeladores en que me conservan. De ahí que penetrar en vuestro cálido cuerpecillo me revive, me reconforta y me llena de esperanza sabiendo que en el maratón que me espera atravesando células y creando proteínas que emulan al virus ese que os trae de cabeza, triunfaré yo y triunfaréis vosotros. Por cierto, no hagáis caso de esos que quieren manchar mi reputación diciendo que si alteraré vuestros sistemas, que os saldrán cuernecillos verdes o que os convertiréis en mutantes de sabe Dios qué horripilante aspecto. Burdas mentiras que solo pretenden rellenar hojas de papel prensa, minutos de radio sensacionalista y emisiones televisivas con su cuarto y mitad de morbo alarmista. Y tampoco me fabrican con restos de fetos abortados. ¿A quién se le ocurrió semejante desvarío? Claro que cuanto más extraño, esperpéntico, absurdo e increíble sea un rumor más gente habrá dispuesta a confirmarlo. Cosas de vuestra especie humana a la que no siempre comprendo desde mi infinitesimal observatorio. Pero volvamos a mi camino. Cuando me descongelan -y ese es el punto que más me gusta- llega el meneíto. Si, sé que a vosotros también os va el baile. Pues eso, que tienen que moverme, pero no agitarme -estilo Bond- unas diez veces para que me asiente, mezcle, fusione o renazca. No sé exactamente que me pasa con ese ir y venir, pero el caso es que ya estoy listo para un lingotazo de suero al 0,9 —ni un cero mas ni uno menos—. Tras las sacudidas y el mareillo del trago de suero, a la jeringuilla y ¡al ataque! En un golpe de reloj ya me tenéis ayudando a las células a crear una llamada de atención en sus membranas que ya estarán así avisadas cuando las quiera visitar ese Covid al que vosotros odiáis tanto como yo. ¿Os animáis a conocerme? Seguro que sí. Abrid la puerta al mensajero. Estoy llegando.

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