Detrás de la puerta

31 dic 2019 / 11:47 H.
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Existen desde hace muchos años varias secuelas de películas que llevan el título de “Detrás de la puerta”. Todas ellas de misterio, claro, porque lo que puede haber detrás de una puerta cerrada es una incógnita, no sabemos qué podremos encontrar tras ella y no podemos negar que cada uno de nosotros en más de una ocasión la hemos abierto con recelo. Esta noche, los ciudadanos de todo el mundo nos encontraremos con una puerta, la más grande y universal, la de un nuevo año, que tendremos que abrir obligatoriamente, no hay paso atrás. La tradición nos ha acostumbrado a hacerlo con alegría, con optimismo, en medio de múltiples festejos y algarabías. Tenemos una innata confianza en esa puerta que nos abre otra etapa de nuestra vida. Todo nuestro énfasis, nuestra ilusión, las ponemos en pedir, en desear, y es bueno este talante para comenzar una nueva andadura que, como cada año, estará llena de incógnitas, de logros y de fracasos, de risas y de lágrimas. Pero esta noche, en que creo que casi todos los españoles nos comeremos doce uvas, mientras, luego, durante el año, unos cuantos aprovechados se comerán la viña entera, la felicidad nos pertenece, tenemos derecho a ella tengamos o no tengamos un gobierno estable. Y no podremos evitar el pedir para nosotros y desear para los demás buenas venturas. La puerta no está abierta todavía. Después, ya se sabe, la suerte será desigual y, casi siempre, injusta. Nada extraña en un mundo donde se ha conseguido que el hombre ponga sus pies en la Luna y en Marte mientras en la Tierra aún existan personas marginadas que no pueden levantar sus pies desnudos del barro. Aún así hay que seguir siendo siempre optimistas y pedir deseos que sean realmente importantes en la vida, como lo son a mi criterio los que más, el amor y la salud, sobre todo el amor, porque si la enfermedad está arropada por el amor es mucho más llevadera. Sé que para otros es más prioritario pedir poder formar cualquier forma de gobierno que le permita ser poderoso o que por fin se ponga el tranvía en Jaén, algo que beneficiará a unos pocos y fastidiará a unos muchos que se verán obligados a realizar molestos transbordos para llegar a su destino. Yo, a todos mis amigos, a mis fieles lectores y a quienes ni tan siquiera conozco, les deseo sencillamente amor y salud. Ojalá, cuando se abra esta noche la puerta, detrás haya de las dos cosas para todos.

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