De sillones y machismo

13 abr 2021 / 09:52 H.
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El incidente diplomático de la semana pasada, cuando la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, se quedó literalmente sin sillón en una reunión entre el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el presidente turco Tayyip Erdogan, refleja algo más que una anécdota de protocolo en el que quedaba patente el machismo y la falta de decoro de los dos líderes en cuestión. El asunto ha sido denominado como “sofagate”, en alusión al sofá lateral de la sala donde finalmente se tuvo que sentar la máxima responsable del gobierno europeo. Profundizando en el hecho me permito en este artículo analizar el fondo de la cuestión.

La realidad y los hechos nos indican que salvo honradas excepciones, las mujeres detentan aún hoy un poder vicario o lo que es lo mismo, un poder delegado de sus jefes varones. Las mujeres no detentan el poder con la completa investidura como reconoce la filósofa Amorós, y la inmensa mayoría acceden a puestos de responsabilidad por la designación de un jefe varón. Lo vemos a diario en todos los partidos y en todas las instituciones. Lo hemos visto en las fotos de un presidente con muchas ministras y vicepresidentas. Cero en la imagen de una presidenta autonómica con su jefe político detrás, recordando que el auténtico jefe y responsable de su liderazgo es el mismo (que por eso la ha nombrado). La británica Mary Beard lo explicaba en su ensayo “mujer y poder”, donde reconoce que la idea actual de “poder” excluye a casi todas las mujeres y por eso aconseja acabar con ese poder tradicional, cambiando la propia estructura que genera la discriminación en el acceso y las formas de ejercerlo. Probablemente cuando los responsables de protocolo de Turquía organizaron el citado encuentro, no tenían la intención de discriminar a uno de sus miembros, sino que directamente en su imaginario del poder no les encajaba que una mujer pudiera estar al mismo nivel. En su idea de poder tradicional una mujer tiene que estar al lado, detrás, en los pies, en la equina o en el sofá pero no al mismo nivel. Tampoco sorprende que los dos jefes no hicieran nada por resolver el incidente de la manera más natural, solicitando un sillón más para colocarlo al lado, sino que continuaron con la foto y la reunión como si no pasara nada. En el fondo porque en su entender eran ellos los que detentaban la responsabilidad de despachar los asuntos de agenda pendientes. Le reservaban a la presidenta de la Comisión el papel de afearle la conducta al presidente turco por renunciar al “acuerdo de Estambul”. Un asunto de mujeres.

Pero la presidenta de la Comisión no solo es una de las discípulas de la canciller Angela Merkel, sino que fue una de los candidatos a presidir la Comisión con mejor perfil político. Ha sido ministra de varias carteras en Alemania desde el año 2005. Tiene una sólida formación académica, profesional y política y ha afrontado con cierto éxito el gobierno de la Unión, en uno de los momentos más críticos de su historia. Como suele ocurrir en la mayoría de los casos en los que las mujeres acceden a máximas responsabilidades de poder, asumió la presidencia de la Comisión en un momento donde muchos líderes europeos lo rechazaron precisamente por la crisis en la que se encontraba. Sin duda, Úrsula von der Leyen, está abriendo un camino importantísimo para el progreso de Europa y el futuro de los valores de igualdad que defendemos.

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