De los nervios

    16 ago 2021 / 17:05 H.
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    Me han bastado unas pocas horas en un destino de playa, para comprobar cómo está el personal de estresado. La tensión acumulada tras meses de confinamiento, de restricciones y en muchos casos, de importantes cambios en la situación personal y profesional, ha derivado en un estado de nervios a flor de piel, que se percibe cuando la convivencia se intensifica durante los días de asueto y se acrecienta cuando el calor tampoco ayuda a templar los ya de por sí, alterados ánimos. Período estival que debiera servir para descansar cuerpo y mente, en playas atestadas y en urbanizaciones, parkings y restaurantes al completo, se convierte en un tiempo en el que se hace necesario, aprender a gestionar el estrés.

    No es tarea sencilla, esta de gestionar el estrés. De hecho, es una competencia que debemos desarrollar si queremos mejorar personal y profesionalmente. Es la capacidad de soportar la presión en situaciones difíciles y eso implica autocontrol y gestión de nuestros recursos ante situaciones de alta exigencia. A veces estas situaciones se encuentran a la hora en que el perro del vecino nos perturba la siesta, o cuando la música del altavoz de los vecinos de sombrilla nos impide concentrarnos en la lectura de nuestro libro del verano. Otras veces y en un ámbito más profesional, estas situaciones se encuentran en nuestro día a día y nos obligan a tomar decisiones y establecer prioridades, ante una agenda cargada y con el tiempo en contra.

    Lo cierto es que, sean cuales fueren esas circunstancias generadoras de tensión o de ansiedad, tal y como reconoce el filósofo y médico Hans Selye, al que se considera como el padre en el estudio del estrés, “no es el estrés el que nos mata, es nuestra reacción al mismo”. Son las reacciones desproporcionadas de algunos cuando las cosas no están a su gusto, o las demenciales de muchos, cuando están al volante, las que nos invitan a pensar que para nada saben desconectar de sus preocupaciones a fin de disfrutar de los momentos de ocio o descanso, que seguro merecen o cuando menos necesitan. Este tipo de especímenes, no tolera los imprevistos y mucho menos la incertidumbre, y a la mayor parte de ellos les cuesta salir de la rutina y todo lo que suene a novedoso, les incomoda afectando a su forma de ser con los demás, con ellos mismos y afectando por tanto a su rendimiento en cualquier tarea.

    En el ámbito profesional igualmente son fácilmente identificables, ya que su productividad baja cuando aumenta la presión y al sentirla, pierden su capacidad para organizarse y dejan de pensar con claridad. Son algunos los directivos que he conocido, los que al referirse a algunos de sus colaboradores con un nivel bajo de gestión al estrés, lo hacían diciendo “fulanito se ahoga en un vaso de agua” cuando se le pide algo más de lo habitual, en lugar de ayudarles a mejorar la gestión del estrés, trabajando ámbitos de mejora de esta competencia, que se ha convertido en básica en una sociedad como la nuestra, que está experimentando la evolución más vertiginosa de la historia, de la mano de la tecnología.

    Para mejorar en esta faceta, lo primero que debiéramos asumir es que el estrés es una reacción natural de nuestro organismo y que podemos aprovechar esa energía extra que nos aporta, para aprender a vivir con las situaciones estresantes, porque no vamos a poder evitar la falta de educación de algunos ni la incapacidad de vivir en comunidad de otros, pero al menos y para lo que resta de verano, es bueno que distingamos nuestros momentos de trabajo de los de descanso y aprendamos a separar unos momentos de los otros. Dedicar tiempo a actividades de ocio y relajación evitando que las preocupaciones no nos dejen disfrutar de ellas, entiendo que es buena recomendación, así como la de realizar actividades físicas y una planificación adecuada de nuestra agenda, nos ayudará a reducir nuestros niveles de estrés. Y aunque no podamos dejar de escuchar al del quinto roncar como una marsopa, o al de la taberna de abajo arrastrar las sillas como si estuvieran cosidas al suelo, nos ayudará a conservar la calma, poder pensar y decidir desde ella en situaciones de agobio y presión.

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