De Jaén “ni poyas”

    26 jun 2019 / 11:51 H.

    Soy de Jaén, ni poyas”, breve adición del discurso o repetitiva coletilla empleada en la Ciudad del Santo Reino, es decir, de nuestro Jaén, el legendario y el que no, con el fin de reforzar lo dicho o expresado en el momento de intervención conversacional por algún interlocutor. Bueno, no en toda la provincia se utiliza con el mismo resultado o intencionalidad, ni tan siquiera es una expresión que se emplee, en uso reiterativo, en todas las localidades que componen nuestra Giennius, pero sí en la propia capital y en alguna de sus poblaciones limítrofes. La presunta función de enfatizar con tal relleno lingüístico se hace con la pretensión de resaltar la singularidad del comentario o, a veces, para salvar alguna omisión en el mismo, y colocado en la terminación de una frase hace de esta expresión algo tan recurrente, que nos sirve para casi todo pero en real significación de casi nada, y la “idolatramos”, eso sí, por autóctona, pero, ¿de dónde viene y qué significado presenta?.

    Lo primero que habría que remarcar es que la palabra se escribe con “y”, no refiriéndose en caso alguno al órgano sexual masculino en su expresión menos delicada, aunque a decir verdad, es lo que se podría llegar a pensar a priori, sobre todo por parte de quien la oye por vez primera.

    Si nos remontamos al siglo XVI, empezaron a existir unos hornos comunitarios de pan llamados “hornos de poya”, la poya no era más que la masa para hacer el pan que cabía en el cuenco de una mano y que se ponía a la venta por parte del hornero. En Jaén capital, al hornero de “el Pilar de Arrabalejo”, se le conocía por tener las manos muy grandes por lo que se le llegó a identificar como “Manuel de la poya grande” por dar una generosa medida de pan.

    Un día, una clienta quiso comprarle pan ya horneado, del mayor tamaño, a lo que contestó Manuel que no le quedaba para esa hora ninguna pieza del pan solicitado. La clienta, insistiendo frente a la posibilidad de que le pudiera vender algún pan de menor tamaño, el hornero le contestó también con una negación, y la mujer, percatándose de que había sido todo vendido, se le ocurrió la expresión que hoy nos trae: “¿No tienes ni poyas?”, y por extensión: “Dejaos de poyas” o “vayamos a poyas”, todas expresiones muy jaeneras.