Sin sueños

La covid ha mostrado que el mundo en el que vivimos es de una complejidad sin cadenas causales, que no permite que lo comprendamos en toda su extensión, de hecho, nadie tiene una visión panorámica del mismo. Además, este año lo hemos vivido con la incertidumbre de ver como la vivienda, la sanidad o la educación, que creíamos pilares intocables, tienen grietas que amenazan con hacer caer todo el edificio social. Igualmente, la vida política se ha polarizado, el ruido y las urgencias, las mentiras y la intransigencia se han adueñado de las instituciones, hasta el punto de que se derogan derechos y se promueven privilegios. A esto hay que sumarle que vivimos en una individualidad donde el suicidio y la soledad están instalados con una normalidad alarmante, donde llegar a fin de mes con sueldos mínimos es casi imposible, y donde un futuro incierto se cierne con nuestros jóvenes, en fin, no podemos decir que vivamos en el mejor de los mundos. Qué nos está pasado es la pregunta que ha sustituido a qué podemos hacer para crear un mundo con un sentido más global, igualitario, justo y humano. Quizás todas estas palabras no sean más que humo, pero triste si olvidamos que muchos de nuestros mayores trabajaron duro por defenderlas e intentar que se convirtieran en valores. Qué pena que no teniendo otro presente no soñemos con otro futuro.