Con más sentido que nunca

    25 nov 2019 / 08:51 H.
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    Por una casual circunstancia, y siguiendo mi periocidad en este rinconcito de nuestro Diario JAÉN, me tocaba hoy escribir. Hoy, un día tan importante para las mujeres y para todas aquellas personas que luchamos por la igualdad... Hoy, por avatares de la vida, de la sociedad, del momento pseudopolítico que vivimos, se convierte en una enorme y comprometida tarea para mí ocuparme de gritar en este 25 de noviembre. 25 de noviembre, Santa Catalina aquí en Jaén y Día Internacional Contra la Violencia de Género. El primero, indiscutible; el segundo, manchado de una asquerosa decisión que no se sustenta en las cabezas de las personas que tienen, como vulgarmente se dice, dos dedos de frente.

    El 25N no celebra nada, es un día de lucha, de reivindicación, de señalamiento de la lacra del terrorismo machista que inunda el mundo, el acto más violento del patriarcado, el que se ve, el que asesina, el que golpea, el que deja marcas visibles ante los ojos pasivos de una sociedad que estas últimas semanas ha demostrado, por ignorancia, por fascismo o por yo qué sé, hacer que las mujeres pasemos a la actualidad desde el segundo plano del más repugnante patriarcado.

    Jaén, mi Jaén, el que llevo por bandera allá donde voy, se ha incorporado a la lista negra de aquellos ayuntamientos donde concejales y concejalas del fascismo más rancio han permitido que la ciudad no tenga declaración de institucionalidad contra la violencia machista. Si hasta la aparición del endiosado Abascal ya nos era complicado a las mujeres y al resto de personas que luchan por la igualdad real gritar y exigir nuestro derecho a ser personas y, como tales, tener los mismos privilegios que la otra mitad de la población, ahora se nos complica queriendo callar nuestras voces, alegando absurdos argumentos vomitados desde la más pura demagogia que solo podrían entrar en la cabeza de retrógrados y machitos asustados porque no entienden la palabra feminismo.

    Estoy cansada, agotada de ver cómo mi país y mi ciudad se van al carajo por la incultura y las distintas actuaciones de todos y cada uno de los partidos políticos. Las cincuenta y nueve asesinadas oficiales contra cero víctimas de otros terrorismos en España no son suficientes. Los noventa y tres asesinatos machistas, si nos fijamos en el Convenio de Estambul en España, no son suficientes. El número de denuncias por violación y violación grupal son realmente alarmantes, pero no suficientes.

    Las mujeres no importamos y debemos estar en un segundo plano, coger las sobras y no molestar. Porque no es de “señoritas”. Pero es que las señoritas estamos hasta el papo de discursos de odio hacia nosotras y hacia lo que no es el varón blanco español hetero y católico. Las mujeres no vamos a seguir calladas, las mujeres llevamos a cuestas una larga lucha que ahora hay que apretar, tenemos la obligación de hacer que nuestras hijas y nuestros hijos no tengan que vivir la misma mierda que vivimos nosotras, o mucho peor.

    Intentar acabar con las mujeres a través de su presencia en las instituciones mediante el veto o la negación solo quiere decir que las mujeres lo estamos haciendo bien, estamos avanzando y eso no pueden soportarlo. Las mujeres, ¡oh, sorpresa inesperada para el partido de Abascal!, pensamos por nosotras mismas, sabemos lo que queremos y ni este partido ni cien que vengan detrás de él van a poder acabar con nuestra voz y con nuestra lucha.

    Compañeras, compañeros, nos encontramos en un momento importantísimo que exige gritar más fuerte y exigir lo que nos pertenece, ser libres y dejar ser libres al resto de la ciudadanía. La libertad no puede estar marcada por el patrón de ser hombre, blanco, heterosexual, católico, español y simpatizante de X partidos políticos. La libertad es lo que nos permite elegir y desarrollarnos como personas, sin más.

    Estoy harta del adoctrinamiento que la derecha más vomitiva hace. Estoy molida a palos, cosida a críticas. Estoy ninguneada por más de tres millones de votantes... Pero, sobre todo, estoy empoderada, aunque no sé coser un botón, y tengo el poder de gritar y de continuar la lucha. La lucha que una sociedad que avanza respalda.

    Compañeras, nos vemos en las calles.

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