Colofón navideño

Supongo que será porque cada vez que entra enero en el calendario siempre me coge de festivo celebrando su bienvenida con la mochila cargada de ilusión, alegría y esperanza. Supongo que es oficio de la edad eso de ir aprendiendo que en cada nuevo año que empieza lo más importante no está en el placebo de darle brillo a buenos propósitos y a mejores promesas, porque lo que verdaderamente importa es que el paso del tiempo te conceda el regalo de volverte a encontrar de fiesta el próximo primero de enero. Supongo que será porque cada vez pasan con más velocidad los meses de un año y entre prisas y propósitos de enmienda o de mejora, uno echa cuentas de lo que queda por hacer sumando lo cumplido más lo debido y llega a la conclusión de que hasta aquello que más fácil parecía de resolver, se vuelve imposiblemente verídico ante la cruda realidad. Supongo que será porque después de darle tantas vueltas al marcador del calendario, uno mira atrás y lo único que queda es la sonrisa de niñas y niños en la cabalgata de la noche de Reyes, como el más bello colofón que cierra cada Navidad y abre paso a propósitos, promesas y esperanzas aún por cumplir.