Codina el Grande

    12 dic 2020 / 15:47 H.
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    Siempre me he negado a escribir de muertos, y menos, de muertos amigos. Pero para eso están las tradiciones. Las gentes que amamos el periodismo, profesión muy denostada por tirios y troyanos, llevamos mucho tiempo inquietos, pero no vencidos. En esta época de mierda el oficio viene trasegando con el binomio información-emoción, igual que con el bicho, salud-economía. Nos ganan los segundos, pero como lo Cortés no quita lo Moctezuma, nosotros erre que erre, lo de bajarnos al pilón no nos emociona, ni nos pone lo más mínimo. Así que con el fallecimiento de Codina, todos nos hemos quedado huérfanos de padre y el mejor homenaje que le podemos hacer es seguir en la trinchera con el aroma sabio y socarrón que nos inoculó. He estado releyendo los textos que le dedicaron tras su muerte y, claro, me aparecen entre otros dos nombres que siguen dignificando la profesión: Andrés Cárdenas y Antonio Avendaño. Hemos perdido a un hombre sencillo, a un periodista cabal, a un equilibrista con mucho oficio y mucho talento. La última vez que hablamos fue en el Alcocer, comentando la novela de Justo Navarro, Gran Granada. Adiós, bendito maldito.

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