Citas

    06 dic 2021 / 16:53 H.
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    Me pregunto pregunto si no es contradictoria la definición de repetición, pues la acción de volver a hacer lo ya hecho o volver a decir lo ya dicho es sencillamente imposible. Hacer o decir algo una segunda vez (o tercera, o cuarta) es ya hacer o decir algo distinto a lo que se hizo o dijo la primera vez (o la segunda, o la tercera), pues el turno de acción o de dicción es parte de la misma. La primera vez que alguien dijo “Nada nuevo bajo el sol” iluminó una parte desconocida del mundo, abrió una puerta, desveló un secreto. Cuando se repitió esa sentencia lo que se decía tenía ya otro aspecto: el de un recordatorio, o el del apoyo en una autoridad, o el del placer de recordar las palabras de otro tiempo. No era, por tanto, una pura repetición, sino una modificación de lo dicho. Y así todo. Y así siempre.

    Decía Leibniz que si dos cosas son idénticas, son la misma cosa. Precisamente por ello es imposible la repetición, porque se pretende que dos cosas idénticas no sean la misma cosa, venga una delante y otra detrás, sea hecha una primero y otra después, se pronuncie una en un momento y otra en un momento posterior. Pero entonces es verdad que no son la misma cosa, como también es verdad que no son idénticas. Ortega gustaba de repetir aquello de “Duo si idem dicunt non est idem”, “Si dos dicen lo mismo, no es lo mismo”. Como se aprecia, en este apotegma la repetición la hace una persona distinta, pero desde el comienzo de este artículo estoy pensando tanto en esa clase de repetición como en aquella que es cometida por una misma persona. Tanto da. Hablando de este asunto y de Ortega, me vienen defectuosamente a la memoria unas palabras suyas en las que decía, más o menos, que quien primero enuncia una idea es un genio, el segundo un imitador y el tercero alguien que echa mano de lugares comunes. He dedicado sin éxito unos buenos minutos a buscar la línea exacta. Y aquí nos topamos con una figura de la escritura que consiste en la precisa repetición de lo ya escrito: la cita. En ella puede verse ejemplarmente la imposibilidad de repetir algo.

    La voluntad de iteración que porta la cita se manifiesta tipográficamente en el uso de cursivas o comillas. Sin embargo, como esa misma tipografía indica, la primera diferencia es ya el contexto. Hemos extraído unas palabras de un sitio y las hemos colocado en otro, lo que cambia su aspecto. Por otro lado, esa cita no solo expresa la idea de que se trate, sino que lleva adherido un sentido completamente ausente de su primigenia aparición. Así, el escritor puede haber estampado la cita para exhibir su conocimiento, como el fortachón muestra sus bíceps. O para demostrar solvencia en el asunto del que trata y ganarse la confianza del lector. O para apoyarse en una autoridad y dar más peso a su argumento. O para mostrar lo cercano que se siente de cierta tradición de la que se reivindica heredero (dime a quién citas y te diré qué escritor eres). O, por el contrario, para usarla como arma arrojadiza contra un enemigo (cito lo que dijiste entonces, avergüénzate ahora que dices lo opuesto). O para ocultar la inexistencia de ideas propias (si hay que escribir sobre la felicidad, puedo llenar páginas y páginas con las ideas de otros para no tener que pronunciarme sobre ella). O como recurso literario (jugando con ellas como Vila-Matas, en cuya novela Esta bruma insensata aparece “un artista citador” que suministra citas a un famoso y oculto autor que, además, es su hermano). O seleccionándolas y colocándolas de modo que iluminen la época de donde surgieron (así Walter Benjamin, que aplicó su pasión de coleccionista no solo a los libros, sino también a las citas).

    Decía Montaigne, otro coleccionista de citas, que “No hacemos sino glosarnos los unos a los otros” y La Bruyère (vuelvo a citar) que “Todo ha sido dicho, y llegamos demasiado tarde, después de siete mil años de hombres pensantes”. Eso es verdad, pero incluso esas palabras, cada vez que se dicen, dependiendo de la época y la persona que las enuncia, llevan siempre algo nuevo. “Non nova, sed nove”. No cosas nuevas, sino de un modo nuevo.

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