Cines de verano

    19 ago 2020 / 17:02 H.
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    Entonces, Jaén era un pueblo grande. Pasaba la decena de cines de verano, los que nos ofrecían sus películas de saldo, y con más cortes que el trapillo de un amorachín. Gente de toda laya, una parte educada y civilizada, pero la otra, guasona y con menos educación que un perro en una matanza. El soldado de reemplazo del batallón ciclista de Jaén, que le mete mano a la sirvienta, o el sinvergonzón que tira cohetes con las tripas un tanto revueltas. Era una delicia ver la Luna tan limpia como una patena religiosa. El esquilón del convento de las Bernardas marcaba el tiempo que se nos iba, lenta pero inexorablemente por las aberturas de los dedos. Plaza de toros, Jardín, Trianón, Victoria, Museo, Cinema Jaén, San Lorenzo eran los espacios abiertos en donde se podía ver películas que nos hacían pasar un rato agradable, barato y asequible a los escuchimizados bolsillos. Particularmente, mi madre me preparaba un bocadillo de sardinas en escabeche, porque la economía doméstica no estaba para muchas bromas, pues en la posguerra y en los incipientes años del seillas, vivir a trancas y barrancas, era nuestro pan amargo de cada día. Sin embargo, añorar aquellos años difíciles me renueva aquella juventud que no volverá.

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