Caín y Babel

    20 may 2021 / 13:34 H.
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    Notaron diferencias en los conceptos usados en las conversaciones de sobremesa y a la caída de la tarde. Interpretaban de manera distinta las vestiduras con que la verdad se presenta. También era diversa la interpretación de la verdad en sí misma, sola, desnuda. Siendo fieles a lo que estaban viendo, y viendo exactamente lo mismo, la imagen sin embargo del hecho concreto, del objeto observado, descrito e intentado transmitir al otro era divergente o aparecía fuertemente distorsionada. La conclusión de éste, mezcla de presunciones propias con la cruda e insobornable realidad, no se compadecía con la conclusión de aquel. Llegó el día aciago, el funesto día, en que omitieron la despedida. No se dijeron “hasta mañana” cuándo se retiraron a dormir. Al amanecer, el perro empujó la puerta entreabierta del lecho y se acomodó a los pies de la cama del otro. El dueño del perro había madrugado, sacó el coche y salió de viaje. Se escuchó el motor y la grava bajo los neumáticos. Pero no había dicho adónde iba, ni a qué. A su vuelta, pondría cualquier excusa que el otro no estaba dispuesto a aceptar ¿vendría de una cita con ella para recomponer su matrimonio? Así fue el principio del fin.

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