Brindis por la salud

02 ene 2020 / 08:47 H.
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Una vez que no nos tocó el Gordo, ni una mísera pedrea, y no vamos a apostar un solo céntimo a la lotería del Niño, nos refugiamos en esos deseos expansivos y universales de mucha salud para todos, especialmente en estos inicios de año, para uno mismo y para nuestros seres amados. El bien más preciado que se puede poseer, la Salus romana y la Higía griega, de donde viene nuestra “higiene”, sensatamente asociada aquella a esta. “Salud, cariño, por que mañana siempre exista la alegría...”, cantó magistralmente Armando Manzanero. Tirando de tópicos, y sin atisbos de retórica, Jano bifronte me libre, qué duda cabe que no hay oro en el planeta que te asegure la felicidad cuando la salud falta. Todos morimos y nos entierran, de acuerdo, rezaba el consuelo estoico bajomedieval, pero ya se sabe que esa argucia ideológica para mantener a los señores arriba y a los vasallos abajo, no vale hoy.

Sin embargo, hay perspectivas de que esa salud en forma de sistema no siga retrocediendo a nivel estatal, aunque a nivel autonómico —en el reparto de prebendas y competencias— no lo tengo claro. Sistema a veces en abstracto, como que se diluye entre los dedos y las ideas, y sistema a veces en concreto, que se toca, según queramos verlo. El amigo Moreno Bonilla repite eso de que una mano no debe saber lo que hace la otra, y con su discurso de moderación concede a la extrema derecha sus exigencias subrepticias. Quisiera subrayar que izquierda y derecha no se plantean como un juego inane de direcciones. El bueno de Bonilla prometió que no habría esperas en hospitales y quirófanos, y una de sus primeras medidas estrella fue derivar a la privada las largas listas de pacientes, para que los médicos de la Seguridad Social, que por la mañana trabajan en la pública por su sueldo, cobren por la tarde en la privada las cantidades que se estime conveniente de manera discrecional. Negocios. Y que conste que nadie quiere quitarle el pan a los profesionales de la sanidad, que les pertenece por derecho, y mucho menos a los trabajadores: solo me remito a los hechos. ¿Qué sistema de salud público se compara al nuestro? A fuerza de quitarle pétalos a la rosa, la estamos dejando pelada. Si finalmente cuaja —y parece que sí—, el Gobierno de izquierdas de coalición en España, la inmensa mayoría de ciudadanos de este país tendrá motivos para hacerse ilusiones, al menos desde el punto de vista de los más necesitados y la justicia social, frente a la desatención alarmante y los escandalosos casos de negligencia o simplemente falta de personal...

Los ejemplos a escala mundial resultan bochornosos, obscenos e impúdicos. Las grandes fortunas crecen sin freno mientras la pobreza cae en un pozo sin fondo, imposible de cuantificar o medir el abismo en que se encuentra. Cuesta creer que vivamos indefinidamente en esta impunidad e indefensión, y no solo eso, sino que no haya visos de arreglo. Todo a peor. Además, cualquier intento de protesta o crítica será engullido o fagocitado por el propio sistema, y las sospechas se ceñirán sobre ti hagas lo que hagas porque ahí a la izquierda, o a la derecha, se hallarán oportunamente esos puros de espíritu dándose golpes en el pecho con una mano y tirando piedras con la otra. Higiene y toxicidad, resumiendo de nuevo. Así que brindemos, y no lo posterguemos más. Lo dicho, que una mano no sepa lo que hace la otra.

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