Bodas de oro

27 sep 2019 / 08:35 H.

No voy a decir que en la actualidad el concepto de familia se haya desestructurado, pero sí es cierto que se rige por otras estructuras diferentes a la de mi época. Aún así, la idea de familia continúa conforme a los tiempos que vivimos aunque yo no esté convencido con eso de que nunca tiempos pasados fueron mejores. Habría mucho que discutir como, por ejemplo, sobre los matrimonios. Hombres y mujeres. Según sus gustos y libertades, continúan emparejándose aunque bajo fórmulas más diversas que yo respeto siempre que esa unión esté bendecida por el amor y no por las conveniencias. Pero allá cada cual con sus preferencias. Lo que es innegable es que hoy existen seres humanos que cambian de pareja con más asiduidad que de calcetines. Bueno, pues también hay que aceptarlo ¿por qué no? No sólo es respetable sino motivo de elogio, de alegría, que un matrimonio llegue, en estos tiempos, a cumplir sus bodas de oro. No es fácil. Una convivencia entre dos personas durante 50 años es admirable porque medio siglo tiene lugar para muchas circunstancias, muchos días de vino, de rosas y de quebranto. Y es aleccionador llegar juntos a esta efeméride, como lo han hecho Abelardo Mengíbar y Carmen Ramos. Se da la circunstancia de que cuando celebraron sus bodas de plata, hace 25 años, también me hice eco de su felicidad en estas mismas columnas. Ya ven, Dios ha querido que sigamos vivos para comentar la buena noticia de sus bodas de oro. Abelardo y su hermano Amador, ya fallecido, formaron aquella pareja de jugadores gemelos que tanta admiración se ganaron jugando en las categorías base del Real Jaén que capitaneaba Antoñete. Después, se dedicó a la venta de automóviles. Ella, Carmen, ejerció de profesora de niños en algunos pueblos de la provincia y en nuestra capital. Cumplen 50 años desde que unieron sus vidas y sus destinos en una iglesia de Arjona. Han sido padres de cuatro hijos, María Eugenia (que vive en Bangkok), Abelardo, María José y Ricardo, que ya han aportado a la pareja siete nietos. Mañana se reunirán todos en torno a los felices padres para celebrar en un restaurante el agradable y poco frecuente acontecimiento de unas bodas de oro que, por cierto, también han celebrado hace pocos días mi amigo Ernesto Espinosa, hijo de Paco el de las patatas, y su esposa, Pilar. Ojalá pudiera hacerme eco de muchas más celebraciones como estas.