Así es la vida

    13 sep 2020 / 16:34 H.
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    Quisiera sustraerme, al igual que todos ustedes, supongo, del aciago influjo que esta trágica mascarada nos está haciendo vivir. Reconozco que no es un deseo de fácil resolución. Como casi todo en la vida, muchos factores externos a nuestros propósitos más elementales dificultan su consecución. Vivir en sociedad y con muchos miedos de origen indefinido nos procura una extraña variedad de desafección pública y una desazón interior que nos va carcomiendo. No hay medicina de ningún laboratorio que pueda paliar ni curar esta forma de marchitamiento. La solución, si la hubiere, me atrevo a aventurar, que sólo se encuentra en el bálsamo magistral que podamos encontrar y forjar desde dentro de cada uno de nosotros. Nadie tiene la panacea y yo no estoy para dar consejos, ni lo pretendo, y muy probablemente peque de ingenuidad, pero ante la avalancha de suciedades que nos quieren sepultar, tendremos que oponer nuestra desvirtuada energía vital, con los medios de que cada uno disponga. Puede ser complicado y costoso y requiere un esfuerzo arduo, pues ya sabemos que la vida no es un lecho de rosas, y que cada individuo es único e irrepetible y sometido a complejidades de muy diversa índole, pero el desaliento y la postración nunca han levantado catedrales ni curado enfermos. Cada día deploro más, esa frase muletilla que emitimos ante alguna fatalidad o contrariedad; así es la vida, decimos, frente a lo que no podemos o no sabemos o queremos combatir, que me recuerda ese alarde de cinismo que con una bonita música interpretaba aquel cantante melódico para exculparse de los cuernos que le había puesto a su novia y que decía: “la vida es así, no la he inventado yo”. Pues no amigo, pienso que no, la vida es mejorable y todos lo sabemos, como también sabemos que padecemos de egoísmos recalcitrantes y ambiciones muy pobres que obstruyen muchos caminos de noble paso, no obstante seguimos evolucionando, y creo que para mejor. Habrá escollos y tristezas casi infranqueables, que tendremos que afrontar siempre que se pueda, con la serenidad y esperanza de que dispongamos en nuestras alforjas. No nos valen los ostracismos, ni las misantropías, tampoco los ansiolíticos de consuelo transitorio, y menos aún las prédicas nocivas de iluminados, mesías, agoreros y demás cuervos de tóxico canto, que tanto mal han hecho. Necesitamos cada vez más, creer con ajustada indulgencia en las bondades del género humano y conservar este admirable escenario de la naturaleza, donde resolvemos nuestras cuitas y celebramos logros y alegrías, son la única piedra angular sobre la que levantar una ilusionante posteridad. Unos cuantos miles o millones de años sobre este globo de agua y tierra, no son nada, todavía podemos mejorar. Se ve que este domingo los churros me han sentado bien, el próximo no sé, así es la vida.

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