Ángeles
y héroes

Treinta días de decretado aislamiento y dos meses de pandemia nos han enseñado a ver ángeles y héroes; amas de casa que se multiplican y dividen en muchas horas y pocos metros cuadrados para atender a los suyos; ángeles de uniforme, desde el caqui, el azul y el verde oliva al multicolor de trajes de faena de cajeras y reponedores; transportistas que consiguen que el país funcione aunque hayan decidido hibernarlo. ¿Qué decir del nutrido ejército de ángeles y héroes sanitarios? Batas, pijamas multicolores, bolsas de limpieza de delantales, buzos agrícolas y gafas de buceo han tenido que improvisar para servir; han sido enviados a la guerra sin fusiles terapéuticos, sin medios de autodefensa, ni los de protección elemental, los han inventado; nada les impide entrar en combate sin tregua ni descanso, pese a las bajas del enemigo —más del quince por ciento de los suyos— y muertos sin merecer siquiera una mención oficial. Héroes y heroínas que son los Ángeles de la guarda de pacientes y moribundos a los que además de su preparación técnica, ofrecen sus cuidados, su humanidad, la cercanía en tan difícil trance, les dan el consuelo de la madre, del padre, de la esposa; son las manos de Dios. (A Lola M. C.).