20 de septiembre

    30 sep 2019 / 08:46 H.

    Vuelta de vacaciones y tengo la misma sensación de cuando las comencé. Hemos sufrido uno de los periodos estivales más duros desde que nos dio por contar a las mujeres asesinadas a manos de señores que no merecen ser llamados hombres. Un julio demoledor y un agosto que no se queda atrás, contando con un septiembre en el que las mujeres seguimos restando. Con el único fin de gritar que nos queremos vivas, que tenemos derecho a caminar por las calles como y cuando nos dé la gana, que se nos respete como personas que somos, las mujeres, una vez más, salimos a la calle el pasado 20 de septiembre en un grito de socorro y con la esperanza puesta en la Humanidad. No podemos abandonar los caminos ni la memoria que nos trajeron al momento presente. No podemos ni debemos olvidar a las compañeras que ya jamás podrán hablar y contarnos su historia. No podemos ni debemos ni queremos achantarnos ante una sociedad que nos quiere hacer ver que no es tan grave lo que sucede. Nos negamos a hablar de nacionalidades cuando el problema es el heteropatriarcado. Nos queremos fuertes, vivas, en las calles, visibilizándonos, gritando y respirando libertad. Y mientras todo esto sucede, los políticos y las políticas de nuestro país obvian el Convenio de Estambul que firmaron en favor de pelearse por un sillón. Vemos con gran desolación, pero nunca resignación, como los distintos gobiernos van pasando por Moncloa sin pena ni gloria en este asunto. Un asunto, por otro lado, que ni tan siquiera hay ovarios entre los altos cargos de denominar “terrorismo”. Vemos cómo a las mujeres nos usan como herramienta de marketing en sus programas electorales y luego nos dejan en el olvido, repitiendo una y otra vez la historia, donde tantas veces nos dejaron hablar, nos usaron, consiguieron votos y nos dejaron aparcadas. A esto, entre el miedo y la valentía, tengo que decir que nos enfrentamos las mujeres a una derecha “pujante” que se empeña en decirnos que las mujeres estamos locas, que la violencia de género o violencia machista no existe, que se llama violencia “intrafamiliar”. Y nos lo sueltan así, de sopetón, sin anestesia ni nada, y esperan que nosotras, las mujeres, y los hombres aliados nos tengamos que tragar otra traba y nos pongamos otra losa sobre nuestra espalda. No. Las cosas no son así. A las mujeres, por cultura heteropatriarcal, se nos esconde e invisibiliza. Y este parece ser el objetivo de partidos con colores verde, azul o naranja. Nos quieren hacer normal lo que no lo es, normalizar asesinatos y violaciones, parir hijos e hijas por encargo, meternos en nuestros hogares y quemarnos en las plazas de las ciudades y los pueblos. Nos quieren calladas y floreros. Nos quieren objetos. Pero volver a la Edad Media no está en nuestros planes. Siento decirles esto a esta nueva generación de políticos y políticas que, con un discurso basado en las mentiras y la demagogia más absurda, no tiene nos quiere, parece, calladas o enterradas. Sororidad, compañeras. No olvidemos que todas sumamos, aunque a veces no estemos de acuerdo en las formas o en los discursos. Nos tenemos a nosotras. Nos queremos vivas y en la calle. No olvidemos a los aliados, que también los tenemos y que queremos que sean más. Esos hombres que son conscientes de que el problema es el heteropatriarcado, la cultura machista que tenemos, la sociedad anclada en la no cesión de privilegios, que saben que el significado real del término feminismo. No olvidemos, compañeras y compañeros, que estamos en un momento importante para continuar nuestro camino basado en la igualdad como personas. Tras un verano terrorífico, tétrico; tras una pancarta bochornosa en Madrid, tras la falta de coherencia en nuestras leyes, tras el reiterado incumplimiento del Convenio de Estambul... Tras tantas injusticias estamos nosotras, con nuestra denuncia, con nuestros gritos y con nuestras exigencias. No podemos permitir que nos callen. No podemos permitir que los nuevos partidos que asoman la cabeza nos vuelvan a encerrar en la jaula del heteropatriarcado, de donde aún no hemos conseguido salir.