Banda sonora de la vida
Más de cinco mil personas participaron en la celebración del cumpleaños de Diario JAÉN, en un espectacular macroconcierto al aire libre que hizo subir al escenario a doscientos artistas, durante casi once horas. El sol se alió con todos los invitados, que disfrutaron de un día irrepetible
Hacía calor y el día prometía. El sol lucía justo como si quisiera vengarse de la jornada anterior, un jueves lluvioso y frío. Era la Fiesta de la Primavera de Diario JAÉN y el día se convirtió en eso, en una preciosa jornada absolutamente primaveral. Ni una nube empañó el cielo y el ambiente de la calle del periódico se transformó en un gran festival al aire libre con banda sonora ininterrumpida desde que a las tres menos cuarto, después de unas brevísimas intervenciones desde el escenario, comenzara el espectáculo. Doce horas con el mayor de los espectáculos vividos jamás en una calle de un polígono industrial, cerrada al tráfico expresamente para dar cabida a todos los que se sumaron a un cumpleaños tan, tan especial, como las bodas de brillantes de todos los jiennenses con su diario. Setenta y cinco años transformados en música con artistas nacidos y criados en medio del mar de olivos. Doscientos músicos pasaron por el escenario en diferentes bloques de la mañana a la noche.
El arranque fue del mítico grupo Apache, que tenía un compromiso en Murcia, pero quiso hacer, al menos, acto de presencia y, enseguida, (ante un público con las pupilas dilatadas como Big Eyes de Tim Burton), la explosión de la Gran Rockset, una orquesta que hacía su debut delante del gentío desplegado delante del escenario en la calle Ortega Nieto. Semejante ritmo a esas horas de la tarde parecía impensable, pero caló y mucho en el ambiente que se caldeaba por segundos. Perplejos, paella en mano, los invitados quedaron ya enganchados sin remedio. Porque fue, en esos primeros momentos, cuando se combinaron a la perfección gastronomía y música. Cinco grandes paellas de la mano maestra de los cocineros Miguel Torres (del restaurante Antaño) y Juan Casado (de Kasler), con pan del Horno Puente Tablas, todo regado con la cerveza Cruzcampo, tan de la tierra como el periódico, y refrescos de Coca-Cola.
Y, como no podía ser de otra manera, el dispositivo de Protección Civil y todo su operativo estaban listos ante cualquier incidencia. Para prevenir, como dice el refranero, pero no hubo que curar. Todo discurrió como la mejor fiesta de cumpleaños jamás soñada. No faltó el público en momento alguno. Mientras los músicos cambiaban, en el otro lado, jóvenes y no tan jóvenes bailaban y se entregaban cada vez más conforme avanzaba la tarde. En sentido inversamente proporcional a la luz del sol. Cuanto menos Astro Rey, más alegría. Momento álgido de la noche y uno de los que más público pudo verse, fue en el tramo de la actuación de Napoleón Solo, con un Alonso espléndido, espectacular, que llevaba en el periódico desde primera hora de la mañana, como tantos otros músicos que no solo llegaron para cantar, sino para escuchar a sus compañeros de festival. Mientras, la sala 75 Aniversario del periódico hervía como nunca jamás, transformada para la fiesta en un bullicioso y animado backstage donde los músicos hacían tiempo, se cambiaban de ropa, charlaban entre ellos... Historias de la trastienda que deberán ser contadas en otro momento. O no. ¿Habrá una segunda parte?
En la planta de arriba, el engranaje del periódico, como la música, no podía parar. La Redacción tecleaba al ritmo de los acordes y de las voces que se colaban a través de las ventanas, mezclándose con los titulares de noticias del día, de la actualidad que también tenía que ser contada para ser leía al día siguiente, como siempre. Todo igual, pero todo diferente. Tanto que algunos, además de su faena, se transformaron en presentadores por unas horas, como Manuela Rosa, Esperanza Calzado, Gilberto Moreno, Rafael Abolafia, Ángel González, Fernando Romacho, Enrique Alonso y María Poyatos. Ese irrepetible 1 de abril de 2016, la Redacción disfrutó de la mejor de las bandas sonoras de su vida.
La música no podía parar, pero todo lo que empieza, termina. Más aún cuando se suman casi once horas ininterrumpidas y, por más que el cuerpo pida más, hay imperativos que respetar, en este caso, el hospital situado frente a las instalaciones del periódico. Nadie quería marcharse, pero era la hora. Como a Cenicienta a las doce de la noche, el festival corría escaleras abajo y en lugar del zapato de cristal, tuvo que dejarse atrás las seis últimas actuaciones previstas para el final. Tuvo que ser así. En la memoria reciente, un gran festival que sacó lo mejor de lo mejor de la música de esta tierra, que es mucho, y que bien podría repetirse hasta sin necesidad de celebrar nada. Solo porque Jaén se merece iniciativas para salir a la calle a disfrutar.