Y prohibirán el arroz tres delicias

DESDE ORIENTE. La línea de restaurantes Shangai Mama se promociona como el olor y el sabor de la comida de la ciudad

26 may 2019 / 12:17 H.

En días pasados almorcé en uno de los restaurantes de comida (neo) china de la cadena Shanghai Mama. Está en la madrileña plaza de Pedro Zerolo, haciendo vértice con la calle Clavel. Es un chaflán no demasiado espacioso abierto todo en cristal sobre las aceras. Me había invitado mi amigo Antonio, la nariz que mejor huele todo aquello que sale de las cocinas y el paladar que mejor describe el misterio que guardan las bodegas de los restaurantes que merece la pena probar en el centro amplio de Madrid. Esta cadena se promociona como el olor y el sabor de la auténtica comida de Shanghái. Pero entras en este y las moléculas picantes de los chinos no te llegan a los ojos.

Tampoco hay excesivo ajetreo. La camarera oriental habla con Antonio en inglés. Me ve llegar: “Hola, Pepe, amigo, ya he pedido por los dos, ¿te importa?”. “¿Cómo me va a molestar? Así estoy seguro de que comeré bien”. Él sabe y habla largo y cálido como un hombre de bodega con palabras de catedrático mundovivido.

Esta red de restaurantes debe de estar asistida por la larga mano de la inteligencia artificial, porque mide nuestro gusto con la fidelidad de la plomada del mejor maestro albañil: picante, el justo; soja, la suficiente; verduras, variadas; ternera, al punto, algo pasado, y el pescado siempre trabado. Con el vino no se complican. La gran mayoría de restaurantes chinos no entienden de vino, sirven aquel que les trae más a cuenta, entre otra razón porque el español tampoco sabe nada de vino. Tampoco aciertan con el postre, sirven aquel que pida la mayoría. Pero esta cadena busca la diferencia en la localización de sus restaurantes —zonas céntricas de mucho paso y turistas con alguna curiosidad—, en un cierto esmero en la presentación de los platos y, sobre todo, en que no se distinga lo suficiente del restaurante bonito y pintón del momento hasta que no estás frente al plato. El tipismo ha desaparecido y las lámparas doradas y rojas festoneadas de grandes garapullos.

Lo étnico ya no vende en las grandes urbes, triunfa la fusión mestiza. Esa monserga se queda para el recuerdo de las casas regionales y los diferentes Vox repartidos por el mundo. Tampoco los platos excesivamente caros y las grandes cantidades. Aquellos que por su juventud o excesivo esfuerzo físico necesitan apretar diente, deberán tirar por donde huele la pizza y cuelgan en las puertas los menús mesoneros. Cada día se pide menos café y más infusiones y colaterales, y aquellos que distribuyen el coulant de chocolate se han hecho inmensamente ricos.

De todo esto hablábamos Antonio y yo cuando de pronto se cruzó entre nosotros una nube de pólvora. Si, como sostienen algunos, hemos entrado en la III Guerra Mundial tras “ese crimen de Sarajevo llamado Huawei”, que Trump ha materializado desde su Twitter galáctico, ¿qué será de nosotros y de los chinos? Porque obligarán a posicionarnos: Apple o Huawei. Otro grave quebradero de cabeza para el mundo. ¿Nos comerán también el coco para que dejemos de papear en los chinos? ¿Llegarán a prohibirlos incluso? Porque cuando las cosas terminan poniéndose feas, siempre aparece un Aznar que amenaza: o estás con la libertad o con el terrorismo.

Claro que los amarillos, los blancos, los aceitunados y los negros llevan décadas ejercitándose en el mestizaje. Una guerra entre Huawei y Google, por ejemplo, torpedea, antes que al mundo en general, a millares de empresas y centenares de miles de trabajadores de todas las razas, naciones e ideologías. Así que de poco vale que el chino se camufle de cocina internacional o el alemán hable un perfecto chino mandarín.

La guerra por la hegemonía política y comercial del mundo está en marcha y nadie parece estar en condiciones de detenerla. Así que la Ruta de la Seda diseñada por la dictadura de Pekín con el fin de atrapar el mundo que pueda con su red de productos, pronto nos llegará por todas las pantallas transformada en el dragón de Daenerys por los mejores creativos de propaganda. Sería una pena prescindir de la restauración china precisamente ahora que aparece con notables mejoras y aspira a colgarse centenares de medallas Michelin.