Y el horror tomó Zaragoza

El atentado terrorista de la Casa Cuartel, del que se cumplen 32 años a finales de 2019, se cobró un total de ochenta y ocho heridos y once víctimas mortales, de las que tres eran de Torredonjimeno

26 may 2019 / 12:17 H.

El 11 de diciembre de 1987 se convirtió en un día marcado con un círculo negro en el calendario. Una fecha para olvidar —o no— debido al atentado perpetrado por la banda terrorista ETA en la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Aún era de noche, el suave frío de principios de diciembre, que adivinaba la llegada de un invierno que estaba a las puertas, casaba a la perfección con la niebla que se cernía sobre la Avenida de Cataluña. Henri Parot condujo el coche bomba, un Renault 18 de color oscuro, hasta aparcarlo justo al lado de la casa cuartel, en la puerta lateral. Fue entonces cuando bajó del vehículo, que se llenó de humo. Parot prendió la mecha. Tras ello, se dirigió apresuradamente hasta la calle perpendicular, donde le aguardaban sus compañeros en un Peugeot 205 blanco, en marcha, en dirección contraria y con las luces puestas, en el que emprendieron una huida en la que se toparon con un coche patrulla, cuyo conductor, que había escuchado la explosión, decidió que era más útil ayuntando a las posibles víctimas en la casa cuartel.

Diez minutos pasaban apenas de las seis de la mañana cuando el estruendo, el fragor y las llamas que provocaron 250 kilos de amonal metidos en tres botellas de acero lo ocuparon todo. Por si algo fallaba, Parot llevaba consigo un detonador a distancia. Todo atado. Un atentado en el que hubo 88 heridos y fueron asesinadas 11 personas. Entre ellas, tres jiennenses naturales de Torredonjimeno. José Ángel Alcaraz Martos, que se encontraba de vacaciones en el acuartelamiento, y dos niñas, gemelas de tres años y medio, Esther y Miriam Barrera Alcaraz, que, ahora, de no ser por la guadaña terrorista de ETA, tendrían 32 años. Son los tres nombres que Jaén no olvida y que la provincia tiene grabados a fuego como una profunda herida en la memoria.

ETA no mató en Jaén, aunque sí lo intentó. Ocurrió nueve años después de la tragedia de Zaragoza —en 1996—. Miembros de la banda terrorista colocaron una fiambrera con 250 gramos de gamonal en el Parador. Afortunadamente, la bomba, tras explotar, solo causó daños materiales. Arrancó de cuajo un arbusto plantado junto al pabellón comedor y destrozó los cristales de varias ventanas del edificio. Eso sí, a pesar de que no hubiera que lamentar más de la cuenta, el atentado conmocionó a toda la provincia y despertó la repulsa de los jiennenses. Esa es una de las huellas de ETA en la provincia, además de la que dejó desde Zaragoza, y tras la detención de dos terroristas en Valencia con información para atentar en la capital jiennense.

Desde 1973 y hasta el año 2000, son 28 los nombres jiennenses que figuran en la lista de víctimas de la violencia del grupo terrorista. Zaragoza, hace 32 años, marcó un antes y un después. Por un lado, por la voracidad del ataque, así como por las víctimas, tres menores de edad, que tiñeron de negro los corazones de los tosirianos, que vieron como le arrancaban la vida a tres pequeñas almas.

El 1 de abril de 2003, Carmen Álvarez y Francisco José Alcaraz, familiares de las víctimas mortales —el segundo hermano de José Ángel Alcaraz y sobrino de las dos niñas— asistieron a la vista oral contra los etarras Francisco Múgica, conocido como “Pakito”; José María Arregi, “Fiti”; Jean Parot y Henri Parot —el que prendió la mecha—, y otros. Una jornada en la que vivieron sus más amargos recuerdos, pero en la que decidieron ver la cara de los etarras que habían arruinado sus vidas. Un giro de 180 grados que motivó a Alcaraz —actualmente el primer senador de Vox— a liderar la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), de la que fue presidente.

En definitiva, un día para olvidar en el que el cielo de Zaragoza se tornó gris. Algo difícil a causa del daño infligido. Una explosión que se llevó por delante la vida de once personas y que quedará para siempre como una gran cicatriz en Torredonjimeno, desde donde partieron tres jóvenes que, por desgracia, no volvieron.

El arresto de Josu Ternera finaliza el ciclo tras diecisiete años fugado
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El 16 de mayo, el mundo amanecía con la noticia de la detención de José Antonio Urruticoetxea Bengoetxea, más conocido como Josu Ternera, miembro de la banda terrorista ETA y “cerebro”, tal y como especificaron los demás etarras implicados, del atentado perpetrado por la banda en Zaragoza. Asimismo, Ternera fue detenido en un operativo en el que participaron la Guardia Civil y el Servicio de Inteligencia Interior de Francia (DGSI), después de que se cumplieran diecisiete años de su fuga. La operación “Infancia Robada”, que continúa abierta, se desarrolló tras seguir la pista la Guardia Civil y el DGSI a Josu Ternera, de 69 años de edad, en su residencia cerca de la ciudad de Saint Gervais les Bains, en una zona muy concurrida para la práctica de deportes de invierno y a escasa distancia de las fronteras entre Francia, Suiza e Italia. Unos días más tarde de la detención, el presidente de Ciudadanos (Cs), Albert Rivera, decidió que era buena idea organizar un acto en el municipio vizcaíno de Ugao-Miraballes, del que es natural el histórico dirigente de ETA. El líder de la formación naranja fue recibido, por un lado, con aplausos de sus seguires, pero, por otro, con sirenas y “gritos” de fuera de un reducido grupo de personas. Además, en las paredes de las calles del municipio vizcaíno se exhibieron algunos carteles de apoyo a Ternera. Algunos ven como una provocación que Rivera visite Miraballes días después de la detención y otros no. “No nos callásteis a tiros, tampoco lo vais a hacer con sirenas”, puntualizó Rivera.