¿Qué?

    24 nov 2019 / 12:26 H.

    Calima y su protocolo vital. La calima es la pérdida de transparencia de la atmósfera debido a la suspensión en el aire de partículas diversas. Este fenómeno sucedía, con cierta frecuencia, en la ciudad donde vivía Homero. Este Homero no se trata del personaje que vivió en el siglo octavo antes de Cristo, sino de otro más prosaico, nacido en el siglo veinte, y que llamándose inicialmente con otro nombre se lo cambió al de Homero por admiración. La calima ocurría en verano y su origen estaba en el polvo procedente del desierto, sin que pudiera descartarse un componente de polvo cósmico. Precisamente el Homero del siglo XX había editado un poema extenso llamado “Luz Zodiacal” en el que hablaba sobre las partículas que van flotando por el cosmos, y cuyo último verso concluía con un interrogante vital: “¿acaso es posible pensar que no tienen significado?”. Al suceder esta circunstancia meteorológica, es decir la calima, cambiaban los colores de los objetos y se cargaban con una energía desconocida y posiblemente perjudicial, porque el hecho de ser desconocida ya se hace compatible con el daño. Pues cuando se hacía presente la calima en la ciudad, a Homero le sucedía lo siguiente: el momento del amanecer daba lugar, en su cabeza, a una reverberación del pensamiento y algo hacía que se despertara y se enfrentara a un viento empeñado en sonar por cualquier rendija. Al mismo tiempo comenzaba el calor y las primeras gotas de sudor sucedían en esos instantes. El cubo de la basura olía intensamente y el grifo del lavabo salpicaba con un desorden furioso, intentando conseguir que el desagüe se tragara el agua de forma distinta, algo que únicamente puede ocurrir en otro hemisferio. Los pasos de los vecinos por la escalera y el sonido del ascensor se hacían desconocidos, al mismo tiempo el móvil se recalentaba y bajaba su cobertura a dos rayitas. Las bajantes de las aguas sucias enlentecían su caída desde los pisos dando lugar a un olor especial en cada edificio: lo que era señal de la particularidad del tubo digestivo. El reloj se convertía en un desconocido porque las referencias de la luz habían cambiado. ¿Qué? Era la pregunta que se hacía Homero abriendo la puerta de su casa; la abría lo justo para sacar la cabeza y lanzar aquel interrogante universal hacia el hueco de la escalera: “¿Qué?”. Lo hacía instintivamente esperando escuchar la voz de algún vecino: “¿Le pasa a usted algo?” y a partir de ahí iniciar una conversación racional para no sentirse solo. Era en esos días cuando más unido se encontraba al universo y también cuando no hubiera querido saber lo que escondía la luz zodiacal, el polvo cósmico, la Ilíada, la Odisea y la implacable Filosofía Rizomática.