Momentos

    27 oct 2019 / 12:40 H.

    En algún instante de la noche llovió y a primera hora de la mañana los gorriones comían migas de pan buscando entre los veladores de la cafetería. Eran tres y daban saltitos ahuecando las plumas, parecían no tener otra forma de enfrentarse al día que comenzaba. Desconozco el porqué una señal de tráfico estaba llena de hormigas de ala y el porqué las patas de las moscas pisaban más fuerte sobre la piel, buscando con ahínco la comisura de los labios. A pesar del aparente desorden en el que transcurrían las cosas todo había amanecido igual o al menos todo era reconocible. Yo no quería creer en las palabras de Ayuso, el portero del bloque de apartamentos playeros, al decir que describir lo que se está viendo no conduce a nada, que es como comer pan con pan. Es cierto que primero me había preguntado: ¿Qué?, escribiendo, pues vaya. Y yo le había señalado el panorama que tenía por delante: gorriones y hormigas de ala. Después le mentí diciéndole que se preparaba una ordenanza sobre aire acondicionado. Y que en ella obligarían a que los fabricantes configuraran un motor que imitara el sonido del mar en la costa, y él entonces aplicó su lógica de Ayuso sentenciando que este tipo de normas pueden permanecer en el tiempo debido a su propia tontería, porque si fueran leyes que cupieran en la cabeza se podrían discutir, pero al no serlo no hay manera de echarlas abajo. Ayuso no deja de impresionar cuando ve los nublados y asegura, mirando al mar con un resto de tagarnina en los labios: Si eso dice de venir para acá, ya podemos ponernos como queramos que... y entonces chascaba la lengua en una señal de apocalipsis. Ayuso era de las personas que marcaba el compás del mundo que le rodeaba; pese a estar siempre en el mismo sitio parecía ser un dron, conocer la tecnología y mantener una agenda de profesionales con capacidad para solucionar cualquier cosa. El dominio de Ayuso lo demostraba cuando en la cafetería, en donde los gorriones saltaban buscando migas, no le hacía falta hablar para que le sirvieran el café o la cerveza, según le apeteciera. En esos instantes, sentado en un taburete, que parecía de su propiedad, miró a los gorriones y dijo: Hay que ver, con la de hormigas de ala que hay y ellos empeñados en andar por debajo de las mesas picoteando los trozos de pizza. Hasta los pájaros han perdido el gusto por las cosas. Y luego continuó con las moscas que habían llegado hasta él: Cuando se ponen así de tontas es que va a cambiar el tiempo. En un momento había destrozado toda la prosa que yo había intentado construir por la mañana, consistente en gorriones y hormigas. Así era Ayuso, le daba argumento a todo, pero también es cierto que los veranos acaban.