La piscina

    12 ene 2020 / 13:44 H.

    Primero el agua se enturbió. El verano no acababa de terminar. Después fue tomando paulatinamente un color verde. Las hojas del otoño fueron cayendo al agua turbia y verdosa; venían desde cualquier lado, empujadas por rachas de viento y dejando formas extrañas en la superficie. A esas alturas yo había visto todas las películas posibles sobre piscinas: las que salían monstruos, sirenas, animales implacables, enfermedades, desnudos, saltos, epidemias, asesinatos, accidentes, sexo, disparos... Todo lo había descrito el cine, pero aquella agua verde, con hojas que había traído el viento desde cualquier lugar, presentía que era única. La lluvia no faltó a la cita, pero no consiguió variar el aspecto que había tomado la piscina. Después apareció un mirlo negro de pico amarillo que se acercaba al borde dando saltos desconfiados y se quedaba mirando el agua, presumiendo ante ella, como si le estuviera pidiendo relaciones. Para esos momentos pude comprobar desde mi ventana que la superficie de la piscina se había convertido en un espejo de fondo negro en el que se reflejaban las cosas muy apagadamente. El invierno no consiguió helar la superficie, aunque me pareció que hizo frío como para ello, sobre todo durante una larga semana de enero en que sopló un viento devorador del norte. Tampoco esta apreciación tiene mucha importancia porque tan solo en una ocasión, durante todos los años en que existe la piscina, quedó en uno de sus bordes una fina capa de hielo que se rompía con tan solo tocarla. Quedaba que llegara la primavera y esperé que trajera algún cambio: fueron los mosquitos. Lo único que necesitan es agua estancada en cualquier lugar del mundo y entonces su ciclo: huevo, larva, pupa y adulto se completa con una seguridad absoluta. No es que la piscina ocupara toda la atención de mi existencia. No. No fue así porque pasaban días en que no me acordaba para nada ni tan siquiera la miraba. Ocurre que, descritas todas las observaciones de manera seguida aparece como una obsesión. Sin ser obsesión de vez en cuando surgían preguntas como: ¿he visto alguna vez la luna reflejada sobre el espejo negro de la piscina? Y entonces me fui para ver este fenómeno y la luna salió y no quedó reflejada porque no estaba en el trayecto que hacía la piscina viajando en la tierra. El siguiente momento llegó cuando el verano empezaba y había que hacer algo con aquel agua. Se dejó vaciando durante toda una noche y al asomarme a la mañana siguiente tuve que hacerme estas consideraciones: ¡cómo era posible que hubiera sido devorado de aquella manera tan meticulosa! Es más, ¿quién podría haber sido el devorador?, y lo más triste: ¿cómo era posible que durante todo un año no lo hubiéramos echado en falta?