La Erasmus “que se quedó”

La politóloga jiennense Teresa Capiscol Garrido llegó a Berlín como becaria y, a la hora de regresar, decidió que en la capital alemana tenía mucho que dejar. Valiente donde las haya, aspira a convertirse en docente en su nuevo destino

10 jun 2018 / 10:38 H.

En las postrimerías del siglo XIX se hizo popular en Alemania una frase inquietante que, sin embargo, no representaba, entonces, sino el orgullo de unos habitantes encantados con las conquistas experimentadas por su ciudad: “Hijo mío, estás loco, tienes que ir a Berlín”, decían aquellos decimonónicos ciudadanos. Más de una centuria después, los berlineses presumen de patria chica con el mismo eslogan, conscientes de que la capital germana “engancha” a quien la visita.

Lo sabe bien una jiennense del centro de la capital, Teresa Capiscol Garrido, que a sus veintidós años pisó suelo alemán por vez primera como becaria Erasmus y, contra todo pronóstico, pensó que aquella era la tierra en la que quería vivir. Pensado, y decidido. Atrás, eso sí, quedaba una historia que merece la pena relatar. Estudió en el colegio Alfredo Cazabán y en el instituto Virgen del Carmen antes de marcharse a Granada para convertirse en toda una politóloga “en tiempos en los cuales la palabra ‘crisis’ empezaba a sonar más de lo normal”, recuerda. Viajera y curiosa, Capiscol aprovechaba la más mínima oportunidad para ampliar horizontes: “Me encanta viajar, conocer lugares nuevos, culturas..., así que, cuando tenía unos días libres, visitaba a algún amigo o amiga en otro punto que no fuese el de mi amada Andalucía”, rememora. Una vida ordenada en la que los billetes, la llevasen donde la llevasen, eran siempre de ida y vuelta... Hasta que dejaron de serlo: “El segundo año de carrera llegó, y con él la posibilidad de solicitar la beca Erasmus, cinco destinos posibles por orden de preferencia”, evoca Capiscol. Así empezó todo: el magnetismo de un todavía desconocido Berlín la atrajo y, seducida por la posibilidad de vivir una experiencia enriquecedora en una ciudad ya sin muros, apostó por “la Chicago de Europa”, como la bautizó Mark Twain.

Con buen dominio del inglés pero a cero en alemán, la politóloga jiennense cruzó la Puerta de Brandemburgo y sintió sobre su cabeza el aliento de libertad que la monumental construcción destila. Algo debió de notar nada más llegar para que, apenas un mes después, su cita con el idioma germano se tradujera en clases diarias: “Sentía tanta curiosidad e inquietud por la lengua como por utilizarla con germanoparlantes”, afirma. Se empapó de Berlín, recorrió sus calles, la aprendió de memoria y, literalmente, se enamoró, sí, con todas las letras: “Ese mismo año conocí a mi pareja, Sabin, un nepalí estudiante de Economía”.

Si por algún resquicio llegaba la nostalgia, el amor se encargaba de cortarle el paso y devolverla a los territorios de la invisibilidad. Tanto es así que, cuando llegó el momento de regresar y reincoporarse a los estudios, Teresa Capiscol prefirió el andén al vagón y, convencida, despidió a sus compañeros de carrera para volver a fundirse en el paisaje de su nuevo destino y no para perder el tiempo, desde luego; estudió a distancia y a conciencia, concluyó su grado en Ciencias Políticas y de la Administración y, como cantaba Leonard Cohen, conquistó Berlín, laboralmente hablando: “Los primeros trabajos a los que opté fueron del sector hostelero. Trabajé para dos restaurantes, alemán y español, donde adquirí rápidamente fluidez en el idioma”, dice. Un dominio lingüístico en el que ha tenido que ver mucho su tesón, que, pese a la dependencia de horarios, la animó a cursar Alemán. A día de hoy, tras acumular experiencia en prácticas, en la multinacional Sony se escucha acento jiennense gracias a esta luchadora nata que, si todo sale según sus planes, pronto enseñará español a los alemanes que quieran aprenderlo en las aulas del Instituto Cervantes.

una audaz decisión

“Los meses pasaban, a mi parecer, más rápido de lo normal y ya se escuchaban planes de vuelta, proyectos futuros al llegar a España y, lo más importante, los proyectos al terminar la carrera”. Así recuerda Teresa Capiscol los que, en teoría, debían ser sus últimos días en la capital de Alemania. Sin embargo, la despedida de la ciudad no llegó nunca: “Por mucho que me planteaba estas cuestiones, sentía que todas las respuestas estaban en Berlín”, asegura, y añade: “Obviamente, incentivada por el hecho de no querer separarme de Sabin”. Según la jiennense, llegaba el momento de ponerse manos a la obra y justificar, ante sí misma y ante quienes pudieran dudar de lo acertado de su decisión, la audacia de quedarse: “Debía introducirme en el mercado laboral y conocer la hasta entonces desconocida otra cara de la ciudad”, concluye la politóloga.

llena de proyectos

El proceso de adaptación de Teresa Capiscol a una nueva vida en Berlín conllevó su “debut” en el mercado laboral germano. Así, la multinacional Bayer se convirtió en el primer escenario de su experiencia profesional berlinesa, gracias a las prácticas de empresa realizadas en esta conocida firma farmacéutica. Una vez terminadas, recuerda, con el grado bajo el brazo, llegó la hora de “pensar en el futuro”: “Me planteé una alternativa laboral a la de politóloga; desde pequeña me han apasionado la enseñanza y los idiomas, hecho que me hizo plantearme la idea de solicitar el curso para ser profesora de Español para alemanes que ofrecía el Instituto Cervantes. Una vez establecidos mis objetivos, solo había que llevarlos a cabo”, apostilla. En ello está, a la espera de obtener esa plaza docente que le permita desarrollar su vocación.

en busca de futuro vital y laboral en el “estado multicultural de la tolerancia”
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La hostelería, la industria farmacéutica, el sector audiovisual... La vida laboral alemana de Teresa Capiscol Garrido crece a la par que sus ganas de asentarse en Berlín. La jiennense aspira a entrar en la bolsa del Instituto Cervantes y, una vez dentro, mantenerse y consolidarse en el ámbito de la docencia. S e acuerda de España, de Andalucía y de Jaén, donde vive su familia y dejó amistades y querencia, pero tiene las ideas muy claras y, empujada por esa personalidad suya que siempre la ha animado a embarcarse en nuevas aventuras sin temerle al número de kilómetros que impliquen, es consciente, también, de que retornar o no a su tierra natal no le garantiza, a día de hoy, un futuro más estable: “Como a todo emigrante, llega la gran pregunta, la cuestión de regresar al país de origen o no, pregunta que siempre está en mente en aquellos que dejan su país, pero en mi caso, por suerte o no, en mi mente no hay aún cabida para una respuesta”, manifiesta la politóloga, al tiempo que celebra vivir en el que califica como “estado multicultural de la tolerancia”.

camarera
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La decisión de quedarse en Berlín implicó tener que buscar un medio de vida en la ciudad alemana. Antes de trabajar en la multinacional que la contrató, a Teresa Capiscol no se le cayeron los anillos y, ni corta ni perezosa, se dejó la piel en varios locales hosteleros de la capital del país. En uno de ellos, la paella era el plato estrella.

becaria
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Durante el año que estudió en la ciudad berlinesa como becaria Erasmus, Capiscol no perdió el tiempo y, además de hincar los codos, hizo turismo por el país germano. En la fotografía, precisamente, posa, en un viaje de fin de semana, con un grupo de compañeros de estudios, en Rostock, un municipio situado al norte de Alemania.

en el parque
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El Tiergarten es uno de los parques más extensos de todo Berlín, y está situado justo al lado de la famosa Puerta de Brandemburgo, por lo que se convierte, cada día, en uno de los lugares más visitados de la capital. Allí llevó a su “amigo del alma” Antonio Araque Cantero, que no dudó en visitarla en su nuevo destino.

cerca de la familia
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Sabin, pareja de Teresa Capiscol, con la madre y la hermana de la politóloga jiennense, durante una de las visitas que la familia le hizo. Capiscol actuó como una gran cicerone y les enseñó lo más interesante de la ciudad. Entre esos ejemplos, el Monumento del Holocausto, uno de los espacios más frecuentados por los turistas.