Enrique González, psiquiatra reconocido en todo el país, es de esas personas que no dejan indiferente. Con una trayectoria impecable, ha sido siempre fiel a sus ideas y valores, formando parte de una revolución en materia de psiquiatría, con un papel clave en la provincia de Jaén. Además, con su faceta de escritor, ha dejado buena constancia del talento y la sabiduría de un profesional nacido en La Guardia.

Es natural de La Guardia. ¿Cómo recuerda su infancia?

—Tengo que reconocer que no tengo gratos recuerdos de aquella época puesto que mi infancia fue bastante anormal. Yo padecía una infección tuberculosa y tenía que tener reposo prácticamente absoluto. Es por ello que fui un niño especial puesto que no fui al colegio en la primera etapa de mi vida y tampoco tuve amigos. No salía y no me relacionaba con nadie del municipio, algo que condicionó mucho el desarrollo de mi personalidad. En definitiva, yo pertenezco a un pueblo que ha causado una gran influencia en mi persona, pero donde no conservo amistades.

¿Cuándo comienzan su formación académica?

—A partir de los diez años comencé las clases de secundaria en el colegio San Agustín de Jaén. Sin embargo, llegué al centro con un alto nivel puesto que en aquellos años en los que no iba a la escuela me refugié en la fantasía de los libros.

¿Cuándo dejó el municipio?

—Era muy pequeño, pero cuando me puse enfermo volvía para pasar largas temporadas en La Guardia. También estuve en Torredelcampo, donde trasladaron a mi padre, que era médico.

Tras su paso por los varios municipios jiennenses, ¿dónde cursa la formación superior?

—Cursé la carrera de Medicina en Granada, aunque mi pasión en aquellos años era el mundo de la fantasía por lo que yo quería ser director de cine, mi intención real era ir a Madrid y formarme como tal. Sin embargo, no pude entrar en la escuela oficial y dediqué ese año a estudiar psiquiatría, área que me apasionó desde el primer momento.

¿Por qué surge esa pasión por la psiquiatría?

—Considero que es la parte que tiene que ver con la forma de ser de las personas y la estimulación de la relación con los demás, de aquellos que sufrían. Además, me llamó mucho la atención la complicada situación en la que se encontraba este área, algo que ya había podido comprobar anteriormente en Jaén durante las prácticas de verano en Los Padros.

¿Y cómo recuerda aquellos años?

—Durante los años de bachillerato y los de formación en Granada y Madrid yo ya hacía una vida normal y la verdad que fueron mis primeras experiencias con otros jóvenes. Comencé a ser consciente de las carencias que existían en cuanto a las relaciones de las personas.

Terminada la formación, ¿dónde comienza su trayectoria?

—Yo era un alumno muy aplicado y un buen estudiante por lo que cuando me matriculé en la Escuela de Psiquiatría en Madrid, uno de los especialistas más reconocidos de la época me contrató para su clínica privada. Fue allí donde aprendí dos cosas fundamentales que marcarían mi trayectoria. La primera fue ver a muchísimos enfermos y enfocar la psiquiatría en lo que ellos me podían enseñar contándome sus vidas, aprendí a escucharlos. Por otro lado, me di cuenta de lo que no había que hacer en mi profesión, de la necesidad de cambiar las estructuras y el propio tratamiento que se les dedicaba a las personas enfermas y es ahí cuando me volví psiquiatra alternativo. En esa época por ejemplo no se podía hablar de sexo, era algo tabú. Tengo que reconocer que desde muy joven fui un psiquíatra muy radical.

Precisamente sus convicciones los llevaron a ser uno de los líderes del movimiento anti-institucional de los años 70, ¿qué objetivos perseguían con él?

—Digamos que con este movimiento se pone en cuestión todo, la familia, la educación y también la psiquiatría, es decir, la idea de que había que cambiar el mundo. No fue una época muy extensiva en cuanto al número de participantes, pero sí muy selectiva. Desde el punto de vista de la psiquiatría planteamos que había que hacer cambios tanto a nivel teórico como práctico y creo que influimos en que la gente comenzara a vivir un poco mejor.

Usted fue uno de los profesionales que puso en marcha en el año 1973 el primer Hospital de día de España en Madrid. ¿Cómo surge?

—Los psiquiatras estábamos muy bien organizados y se creó un movimiento que reunió a más de siete mil profesionales por lo que conseguimos que nos escucharan. Creamos el hospital de día, al que acudían los enfermos de lunes a viernes durante unas horas para realizar actividades.

También dejó su huella en la provincia, concretamente a partir de 1981 cuando se hizo cargo de la reforma psiquiátrica de Jaén. ¿Cómo recuerda aquella época?

—Mi propósito desde un primer momento fue desmantelar todo, porque lo que encontramos era realmente desolador. Para mí fue todo un reto cuyo objetivo era cambiar completamente el manicomio, modernizarlo y hacer una estructura psiquiátrica diferente. Creamos ocho dispensarios en la provincia en lugares como Linares, Úbeda, Martos, Andújar, Orcera, Cazorla, además de la capital. El fin de esto era dar las máximas altas posibles a enfermos que se encontraban en una situación muy complicada para que se socializaran, por lo que necesitábamos equipos de apoyo que los visitaran en sus domicilios y, al mismo tiempo, trabajábamos para que no hubiera tantos ingresos, puesto que la media era muchísimo más superior a la del país. En definitiva, en los dos años en los que estuve cambiamos muchas cosas que eran muy necesarias.

—¿Cómo se recibió el cambio?

—Al principio lo tuvimos complicado, tanto es así que la prensa estuvo en nuestra contra hasta que abrimos las puertas y ellos mismos pudieron comprobar los cambios que estábamos llevando a cabo y las cosas cambiaron hasta que acabaron apoyándonos completamente. En el caso de la ciudadanía, fueron más receptivos en los pueblos, en la capital incluso tuvimos que salir a dar explicaciones de nuestro proyecto. Por el contrario, al final de mi etapa hicimos encuestas entre la población y coincidían en que el resultado era muy satisfactorio.

Ejemplos de algunos de esos cambios que realizaron.

—Organizábamos bailes, acudían los jóvenes, abrimos las puertas a la ciudadanía, rebajamos la medicación de los enfermos que era sumamente excesiva, entre otros muchos. Todo ello con la oposición de las fuerzas más conservadoras de la ciudad.

¿En qué situación cree que se encuentra la psiquiatría en Jaén?

—Yo no estoy vinculado con la situación actual, pero sí quiero destacar que no tengo la sensación de que exista el manicomio, que era el gran objetivo que tenía cuando llegué a la ciudad.

—¿A qué retos se enfrenta la psiquiatría en la actualidad?

—Son muchos. Uno de los más importantes es el exceso de la medicación.

—También es escritor con más de una treintena de obras. ¿Qué le lleva a tomar la pluma?

—A mí siempre me ha gustado escribir y había vivido tantas experiencias intensas que decidí compartirlas. Dediqué uno a mi paso por la provincia bajo el título “Memoria de un manicomio”.

—Cuando echa la vista atrás, ¿que balance realiza?

—Siento satisfacción. Cuando era pequeño no sabía hasta donde llegaría, pero tengo que decir que a día de hoy hago un gran balance de mi vida.

—Hace apenas unas semanas participó en un acto en La Guardia. ¿En qué consistió y que sintió?

—Para mí La Guardia fue un municipio que me marcó. Mi participación consistió principalmente en una presentación pública porque no he tenido relación con sus gentes, fue un reencuentro con la provincia bonito.