“El trabajo del doctor Vena nunca estuvo reconocido al cien por cien”

Gustavo Leoz

05 may 2019 / 13:19 H.

Oftalmólogo de profesión y vocación. Ya jubilado, pero con muchas ganas de continuar ahondando en el mar del conocimiento. Esto llevó a Gustavo Leoz Macías, madrileño de nacimiento, a investigar sobre la figura del oftalmólogo jiennense Antonio Vena, un hombre que contribuyó con todas sus acciones a engrandecer, no solo la medicina, sino la vida cultural en toda la provincia. Conferencias, publicaciones en prensa, charlas y miembro del Instituto de Estudios Giennenses, entre otras cosas. Un sin fin de ocupaciones que nunca lo pudieron alejar de la carrera médica, para la que también tenía tiempo. La muerte, que le alcanzó en 1978, evitó el que sería el primer coqueteo con la política de una persona polivalente, trabajadora, comprometida con la sociedad y que vivió intensamente.

—Por situar a los lectores que no conozcan a Antonio Vena, ¿quién era y cómo resume su trayectoria?

—Un excelente oftalmólogo jiennense que, además de su labor dedicada a la vida médica, se volcó con la faceta cultural, fue todo un dinamizador de este tipo de vida en Jaén. También perteneció al Instituto de Estudios Giennenses (IEG), que como sabe pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). También desarrolló una importantísima labor como publicista en revistas como Cara y Cruz y periódicos como Diario JAÉN. En su vida también se dedicó a ofrecer conferencias sobre diferentes temas y pintaba. La verdad es que lo hacía muy bien. En definitiva Antonio Vena era un hombre con inquietudes artísticas y de otros tipos. De hecho, en ocasiones utilizaba Avicena, un personaje muy importante durante la época de Al Andalus y del dominio musulmán en zonas como Córdoba, como un pseudónimo para firmar las publicaciones que hacía tanto en la revista como en Diario JAÉN, donde escribía bastante, y es que él manejaba muchísimos temas propios como el problema del olivo en la provincia, la cultura y el desarrollo de lo científico en Jaén, asuntos de un fuerte calado social, filosófico o político... Lo que se define como hombre de una gran cultura.

—¿Y en las conferencias? ¿Qué temas solía tratar el oftalmólogo?

—Hablaba de muchas cosas, pero solía llevar a las charlas temas de arquitectura y música. Algo que también convirtió en algún artículo periodístico.

—Por lo que dice, el doctor Vena era alguien que aprovechó su vida al máximo en cuanto a conocimiento.

—Por supuesto que sí. Tenía una capacidad de trabajo impresionante, le daba tiempo a todo, a su labor en el Instituto de Estudios Giennenses, a ser conferenciante, a las publicaciones que realizaba en prensa y, no nos olvidemos, a atender tanto su consulta pública como privada. Además, no recuerdo muy bien, pero en la época de la Transición tuvo la oportunidad de ocupar un alto cargo en el Partido Socialista (PSOE). Tenía una gran preocupación e inquietud por los temas relacionados con lo social.

—Tiene mucho mérito, ¿no lo cree?

—Si. Se trataba de un hombre que no paraba. Desde que acabó la carrera en 1945 hasta que falleció, que fue el 1 de mayo de 1978 en el sanatorio El Neveral, víctima de una leucemia que le fue diagnosticada en 1977, no dejó de hacer cosas. De hecho, si no cogió al final ese puesto en el PSOE fue por su repentino fallecimiento, así que podría haber sumado la política al amplísimo catálogo de cosas que hizo.

—¿Cuáles fueron las principales aportaciones del doctor Vena en el campo médico de la oftalmología?

—La más importante, que es la que lleva su nombre, es la que se conoce como el Signo de Vena. Se trata de un método de exploración para el que se utiliza lo que se llama una lámpara de hendidura, que se coloca en una perspectiva determinada entre el doctor y el paciente, y permite observar con detalle al mismo. De esta manera, se proyecta la luz y puede apreciarse la amplitud del seno canegular.

—¿Sustituyó esta nueva técnica a otras que ya existieran en el gremio?

—Sí, ya se utilizaba la gonioscopia en algunas consultas. Así, se colocaba en el ojo una lente especial para observar la parte anterior del mismo, entre la córnea —la capa transparente— y el iris —la parte de color del ojo—. Mediante este procedimiento se verifica si existen bloqueos en el área por donde el líquido sale del ojo. El problema es que no todos los oftalmólogos disponían de los medios suficientes como para tener esa lente especial, por lo que el Signo de Vena sirvió para mucho, ya que las lámparas de hendidura, que es lo que al fin y al cabo de utilizaba para llevarlo a cabo, era una herramienta, cómo le diría yo, de obligado uso en el mundo de la oftalmología. Todos teníamos una. Además, fue Nicolás Belmonte quien propuso que lo llamáramos así.

—¿Considera que el doctor no ha tenido el suficiente reconocimiento?

—Creo que no se ha valorado su labor en el campo de la oftalmología todo lo que debiera y, en relación con esto, tres años después de que se bautizara la técnica en la que se utilizaba una lámpara de hendidura como Signo de Vena, tres norteamericanos publicaron un método parecido, por no decir igual, pero con más medios. Ellos son reacios a reconocer los méritos, y más en aquella época, en la que en Estados Unidos apenas se leían textos en español. Ahora sí, pero no sé. Hay quien dice que el hecho de publicar un método tan parecido no lo hicieron a mala fe. Pero, en fin, eso nunca lo podremos saber, aunque el mérito se le debe reconocer al doctor Vena.

—¿Qué más, a parte del Signo de Vena, aportó este doctor jiennense al conocimiento médico español?

—También trataba la toxoplasmosis ocular, que es una infección en el ojo por un parásito. El caso es que Antonio Vena tuvo una vida activa, e incluso, para su época, de vanguardia.

—¿En qué radica la formación académica que recibió el oftalmólogo?

—Se preparó como nadie, y siempre de la mano de los mejores. Fue miembro de varias sociedades oftalmológicas. Se formó en el Instituto Oftálmico Nacional, dirigido por el doctor Juan Arjona; en la clínica Barraquer, donde llegó a ser miembro numerario con el doctor Ignacio Barraquer, en Barcelona; también bebió del doctor Grignolo en Génova; en Bélgica se preparó con uno de los mejores, Jules François; estuvo con Hans Goldnann, en Berna; fue becario del doctor Ramón Castro Viejo, en Nueva York, y también se formó con uno de los grandes especialistas en retina durante los años 70, Charles Schepen. Como le digo, fue un hombre activo y, la verdad, trabajador.

—Da la sensación, por sus palabras, de que lo conoció personalmente, ¿tuvo la oportunidad alguna vez?

—No, pero mi padre, que también era oftalmólogo, sí lo hizo. Yo lo conocía de nombre y una vez, hace muchos años, hablando con el doctor Arruga, me contó sobre él y me pareció muy interesante. Pero me enteré de que falleció al poco, así que fue imposible que llegáramos a conocernos.

—¿Cree que hay un problema en el país en cuanto a reconocer las buenas trayectorias de los españoles?

—Por supuesto que sí. Aquí somos muy del “boom” del principio, pero luego eso se desinfla. A veces da la sensación de que solo valoramos lo extranjero, o que no nos damos cuenta de la valía de alguien hasta que no triunfa o consigue algo fuera del país.

—¿Cuánto esfuerzo y tiempo le ha costado investigar sobre el doctor?

—He estado unos dos años. No, le miento, quizás un poco más, puesto que durante los primeros meses desarrollé un trabajo de documentación hasta que por fin conseguí recopilar todo el material. Me ha sido de gran ayuda su hija, la doctora María Luisa Vena. He bebido mucho de ella, la verdad. El Instituto de Estudios Giennenses, a donde él perteneció, también me ha proporcionado muchos datos y documentos, así como Diario JAÉN, por lo que estoy muy agradecido de que me hayan facilitado publicaciones sobre el doctor que me han facilitado la investigación. Los doctores de Jaén Antonio Delgado y Fernando Goig, que si lo conoció en persona, me han servido mucho también para crear su perfil, ya que he hablado con ellos sobre el tema. No busco con esto el reconocimiento personal, sino que se valore el trabajo y la labor de este médico jiennense.