Un siglo de genialidad

Vicepresidenta del Gobierno

12 may 2019 / 11:46 H.

Muy líao”. Así responde al otro lado del teléfono Ginés Liébana estos días a la pregunta de que cómo está. “Trabajo muchísimo, más que nunca”, dice a sus 98 años y algo más de dos meses. Su energía ya no está intacta, el paso del tiempo es implacable, pero sí lo están sus ganas de seguir creando: “Dibujo mucho, tengo tantas ganas de hacer cosas distintas”. Ahora, no solo la poesía y los lápices llenan su día a día. Esta misma semana, participó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en un homenaje a su amigo César Manrique, por el centenario de su nacimiento. “Me llaman mucho ahora”, comenta. “He estado ochenta años en el desconocimiento. Sin que se me hiciera caso. Y ahora se acuerdan mucho de mí”, dice, entre risas y con un tanto de ironía. “Es agradable, pero cansa mucho”, confiesa.

Y es que, desde que nació en 1921, en Torredonjimeno, este genio creativo siempre ha sido diferente: “Yo me di cuenta de que no quería vivir de imitar. Cuando yo nací, ya el señor Marcel Duchamp había puesto un retrete en el arte contemporáneo. Y yo me dije, yo tengo que hacer algo que no tenga nada que ver con lo que ya se ha hecho”, reconoce. Tan singular, que no encajaba. “No me tomaban en serio. Desde los once años me di cuenta de que estaba fuera de lugar”, asegura. “Pasé mi primera infancia en Torredonjimeno, aquella ciudad tenía algo especial en aquellos años 20”, dice el artista. “Había un surrealismo y una fantasía; era algo de una sofisticación tan sumamente interesante, un espectáculo que hay que buscar en los recuerdos, porque la guerra vino a estropearlo todo. Pero yo tengo muy buenos recuerdos”, recordaba hace un tiempo.

Muy pronto, su familia se trasladó a Córdoba, donde pasó su infancia y cursó sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios. En su adolescencia, como destaca la fotógrafa Erika Barahona, inicia una profunda amistad con el poeta Juan Bernier que acabará dando como fruto la creación de la revista “Cántico”, junto a Ricardo Molina, Pablo García Baena, Julio Aumente y Mario López. Es hoy el único superviviente.

En 1941 se traslada a Madrid y en 1950 inicia un largo periplo por el extranjero. Se instaló varios años en Río de Janeiro, y más tarde en Lisboa, París, Roma y Lausana. Viajó durante meses a lo largo de Italia y pasó largas temporadas en Venecia. “Yo soy una persona poco de academia. Yo era como una esponja que iba recogiendo y todo lo poco que tengo se debe a haber vivido esos años”, dice el autor.

En los sesenta se asentó en Madrid, donde permanece dedicado plenamente a su obra. A partir de los 90, desarrolló su faceta de escritor con la publicación de obras de teatro y poesía. Hoy, a sus 98 años, recién cumplidos este marzo, es un creador incansable con multitud de proyectos entre manos. De hecho, acaba de inaugurar una potente retrospectiva que se puede ver hasta el 10 de junio, en La Casa de la Moneda de Madrid. Y no para. Su obra, pintura y poesía, aún se escribe y se reinventa.

Dice que, en 80 años, no se le había hecho mucho caso, pero desde hace cerca de dos décadas, los reconocimientos se suceden. En 2005, el tosiriano fue galardonado con la Medalla de Oro de Bellas Artes por su trayectoria creativa y en 2011, con la Medalla de Andalucía. Uno de los últimos premios fue la Medalla a las Bellas Artes de la Real Academia de Nuestra Señora de las Angustias de Granada. Su simbólica vuelta a Jaén se materializó en 2016. Fue, precisamente, en esta casa, Diario JAÉN. Fue el padrino de seis jóvenes creadores en un tributo al impetuoso talento de esta tierra. Disfrutó, rodeado de veinteañeros, como uno de ellos. Meses después, se inauguraba una destacada exposición de su obra y él confesaba sentirse feliz de ser acogido así en su tierra, tantos años después.

Una jornada muy especial fue también la del 20 de junio de 2017, puesto que fue homenajeado como Hijo Predilecto. Allí, en el salón de plenos, puso de acuerdo a todos los políticos en el verdadero orgullo de contar con él. Con todo el salón en pie, como siempre, con su sentido del humor, recibió la medalla y bromeó: “A un paso de la sepultura no hubiera esperado nunca esta distinción”.

“siempre estaremos en deuda con él”