El topógrafo trotamundos

Enrique Díaz Liébanas trabaja en la construcción de una autopista en el sur de Serbia, pero su experiencia profesional incluye puestos de gran cualificación en Rumanía, el Reino Unido y “por media España”

16 oct 2016 / 20:52 H.

AEnrique Díaz Liébanas, nacido en Jaén capital, le chirría cuando escucha cómo dicen el nombre de su ciudad en Serbia, donde vive actualmente. “La jes una i”, bromea. A punto de cumplir los 40, acumula 19 como ingeniero técnico en Topografía. Sus primeros trabajos lo llevaron a la Diputación de Jaén, como parte del grupo encargado de dar forma al programa del Viaje al Tiempo de los Iberos; a Granada y a Málaga, donde ejerció su profesión en el palacio del rey Fhad de Arabia. “Fue una bonita experiencia, que podía tomar como comienzo de lo que sería el trabajo fuera de mi país, al estar en una empresa de fuera y casi en terreno consular”, reflexiona. De la Costa del Sol a Valencia y luego a Navarra, a una central térmica de ciclo combinado. Fue uno de los artífices de las obras del AVE en Calatayud, Aragón, y, después, a Asturias, donde se le abrieron las puertas de una importante empresa, en la que estuvo 13 años y que le llevó a Sevilla, donde asegura que vivió una época estupenda que, eso sí, llegó a su fin y le abrió a una nueva etapa, la actual, más lejos todavía de su lugar de nacimiento. “Siempre he tenido que estar fuera de Jaén con pena, aunque siempre encontraba la manera para poder disfrutar de mi tierra y de los míos”, admite Enrique Díaz Liébanas.

Al quedarse parado, recuerda, trató de quedarse en Jaén, sin importarle en qué profesión. Pero, después de un tiempo, recibió una oferta de una firma de Alcaudete. Eso sí, la oferta no era para ser jefe de topagrafía, sino para convertirse en responsable de producción. Ello le llevó a Ploiesti, una ciudad a unos 60 kilómetros al norte de la capital, Bucarest, donde descubrió que hacía, para su sorpresa, mucho calor en verano y un frío terrible en invierno. Fueron siete meses en los que vivió un idilio con el país, del que salió enamorado, al descubrir su tremendo potencial y el carácter “latino” de sus habitantes, que le sorprendieron por su caracter amable y sus bellas tradiciones.

En el currículo de este jiennense también consta que trabajó en el Reino Unido, porque su empresa, después de su paso por Rumanía, decidió enviarlo a Gales. Fue toda una aventura, como recuerda, ya que tuvo que recorrer media Europa, a lo largo de cuatro días, con su “furgoneta de empresa”, una singladura que incluyó Rumanía, Hungría, Austria, Alemania, Bélgica, Holanda, y Francia, hasta el puerto de Calé. Pasó tres meses en este destino, pero, tras ese tiempo, trató de probar fortuna en Jaén de nuevo, sin lograrlo. “Después de estar ocho meses en el desempleo, bastante hundido, no me ofrecían trabajo de nada. Tuve que volver a echar muchísimos curriculos, siempre por Europa”, resume. Tras este parón, comienza su actual etapa laboral, a la que llegó tras una curiosa oferta, en la que lo primero que le preguntaron fue si era capaz de ir a Serbia. De esta forma, se encontró en el sur de este país, de la antigua Yugoslavia, en una zona que estuvo en primera línea de fuego en el sangriento conflicto de los Balcanes. Está asentado en una ciudad llamada Leskovac, aunque su puesto de trabajo, como jefe de Topografía, está en Vladicin, muy cerca de la frontera con Macedonia. Es uno de los responsables de la construcción de una autopista, de casi seis kilómetros, que conecta con Grecia. El proyecto contempla seis viaductos y dos de esas estructuras tienen una gran altura, de unos 70 metros y 500 de longitud. “Me recuerdan a los que tenemos aquí en la autovía a su paso por Despeñaperros”, sostiene este jienennense que, aunque contento en esta etapa de su vida, confía en poder buscar pronto otro destino y tener una vida “más tranquila”.

cervecero artesano

En su andadura profesional, Enrique Díaz Liébanas trató de montar su propio negocio, con la apertura de una microfábrica de cerveza artesanal. Esta idea se le ocurrió a raíz de la desaparición de la cerveza El Alcázar. Y no era un disparate, ya que este topógrafo es todo un experto en la elaboración de “birra artesanal”. Aprendí, como curiosidades, en un gimnasio de Cascante, en Navarra, gracias a un compañero que le introdujo en este noble arte. Y es que, al igual que la cerveza jiennense, Enrique Díaz Liébanas echa de menos muchas cosas de su tierra, aunque, por el momento, ve complicado regresar y volver a disfrutar de los potajes de su madre, del resto de la familia, de los amigos y, algo muy importante, de la gastronomía. Y es que no tiene duda alguna al afirmar que, después de visitar muchos países, la comida de España es de las mejores del mundo.

el cirílico impresiona

De su experiencia con los serbios, le llama la atención el carácter tan orgulloso de este pueblo, su apego a la bandera y a las tradiciones, como la costumbre de comer en las “kafanas”, que son los restaurantes típicos del país donde el menú incluye mucha carne y una buena dosis de “rakia, una especie de aguardiente con base de ciruela, no apto para todos los estómagos. Lo que peor lleva es el idioma, ya que el cirílico, en sus palabras, “le supera”. Lo mejor del país es Belgrado, Novi Sad y Srbija. Es un territorio con una impresionante naturaleza, aunque le llama la atención que la madera sea el principal combustible, ya que alimenta desde calecfacciones a centrales de energía. “Por la combustión, de noviembre a enero, hay una niebla infinita en cualquier población”, explica este topógrafo, que es un auténtico trotamundos.

visitante Gratamente sorprendido por la tierra en la que “nació drácula”
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Enrique Díaz Liébanas se llevó una sorpresa muy agradable cuando vivió en Rumanía por motivos laborales. “Buena gente y con sus costumbres y tradiciones bien arraigadas, aunque a veces puedes tener alguna diferencia cultural, pero nada importante”, deja claro. Además, como reflexiona, a pesar de tratarse de un “país del Este y con reminiscencias comunistas”, la población, en sus palabras, “es un país de lo más latino, con una forma de ser muy afín a la nuestra”.

De esta tierra “preciosa” recomienda los Cárpatos y la zona de Transilvania, una región en la que perderse por sus fortalezas, incluido el famoso Castillo de Drácula, en Bra, y sus bosques. Timisoara, Brasow, Sighisoara, Sinaia son algunas “visitas obligadas”, según el jiennense. Durante el tiempo que pasó allí, también pudo comprobar que es muy fácil comunicarse, incluso, que algunos habitantes, sobre todo mujeres, chapurrean e, incluso, hablan el idioma español perfectamente. ¿Por qué? Pues gracias a un canal que emite telenovelas y que tiene una gran audiencia.

inspección a la base de un molino eólico
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En Tulcea, una ciudad rumana próxima a Moldavia, Enrique Díaz Liébanas revisa la base de un gigantesco molino eólico.

una excursión a los cárpatos rumanos
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En Sinaia, otra ciudad de los Cárpatos, durante una excursión de este jiennense por tierras rumanas.

Viaductos como los de despeñaperros
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Pertrechado con su ropa de trabajo, fluorescente por motivos de seguridad, el topógrafo jiennense revisa uno de los viaductos de la autovía en la que trabaja actualmente en el sur de Serbia.

Esplendor de la naturaleza
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Los paisajes de Transilvania cautivaron a este jiennense, que cree que Rumania es un destino que hay que descubrir.