¿Y si era esto?

05 abr 2020 / 11:23 H.

Cada vez que considero

Que me tengo que morir,

Tiro una manta en el suelo

Y me harto de dormir.

Soleá . Popular

Hasta hace nada, el otro día como el que dice, andábamos pregonando que el mundo no podía seguir así. Que la desigualdad social era insostenible, que el cambio climático iba a acabar con el planeta... Que algo había que hacer, que algo gordo tenía que pasar . Y llega Esto. ¿Sería Esto lo que estábamos esperando, deseando o temiendo que pasara?

No nos cabe en la cabeza. Tenemos que recurrir, sin mucha fortuna, a series de Neflix o estados bélicos olvidados para intentar explicarnos lo que está pasando. Un ser vivo desclasado, inmisericorde y terriblemente misterioso, está poniendo a toda la Tierra en su sitio: Este viejo globo ha entrado en pánico de golpe recordándonos que todos los seres respiramos el mismo aire ¿Cómo no se había ocurrido que quien se hiciera dueño del aire podría llegar a todos los rincones? Así comienza Esto. Y como no podía ser de otra forma, ha empezado matando sin piedad ni miramientos, porque el ser humano sólo reacciona cuando huele a muerte cercana.

Nunca se nos ha dado bien mirar globalmente, en panorámica, y hacer análisis justos y acertados. Esta no iba a ser una excepción; de ahí la confusión absoluta en la que nos encontramos. Sin remedio, tenemos que confiar en el otro y estamos desacostumbrados. No nos queda otra que aceptar nuestro íntimo alrededor y limitar la mirada de las cosas, de las personas cercanas y de nosotros mismos. Y nos hemos dado cuenta que vivimos en una irrealidad. En una sociedad de iguales en la que impera la desigualdad más terrible. Ahora todo son flores a la ciudadanía y su ejemplar comportamiento. Obedecemos todos, pero no todos hacemos el mismo esfuerzo. No es lo mismo vivir en una casa con jardín que en un piso de 60 metros muy compartido. No hace falta poner ejemplos, todos los tenemos muy cerca y si no lo queremos ver ya pagaremos la factura.

Es inútil y demasiado angustioso pasarse el día pensando en cómo y cuándo acabará Esto. No lo saben ni los que saben más que nosotros.

Por eso prefiero imaginar que estamos ante una oportunidad de cambiar este mundo que la mayoría detestábamos. El camino señalado no nos llevaba a buen destino.

Con la economía mundial hundida, quizá sea el momento de buscar nuevas fórmulas de distribución de la riqueza y frenar la obscena desigualdad, que sí es la pandemia del siglo , la más cruel y mortífera. Quizá sea hora de poner el foco en lo esencial, en lo importante; en la salud y en la educación por encima de todo. Hora de reafirmar que aquello que es de todos no puede estar en manos de unos pocos, ni ser objeto de especulación salvaje. El abanico es amplio en los últimos tiempos. Quizá nos hayamos tomado demasiado en serio lo de matar al padre y lo echamos de menos cuando tanto lo necesitamos. Papáestado está tan desnutrido que ahora casi no tiene fuerzas para sacarnos del hoyo.

Enternece vernos dóciles y frágiles. Tan cariñosos y solidarios a las ocho en punto de la tarde. Da escalofrío sentir lo que será este año la Semana Santa andaluza, esa explosión de los sentidos de la primavera andaluza; con qué resignación ejemplar vamos a arrancarla del calendario. Son tantas las estampas nuevas que estamos irreconocibles. A lo mejor es verdad que hemos cambiado, que ya no somos la sociedad arisca y egoísta que se encerró disciplinadamente hace poco menos de un mes. Pero mejor tener prudencia y no lanzar las campanas al vuelo, no somos muy de fiar y tenemos una capacidad inmensa de traicionarnos a nosotros mismos.

Aunque todos andamos listísimos y ya sabemos una barbaridad de ciencia, cualquier reflexión es prematura y no hay quien descifre todavía hacia dónde va Esto, ni lo profunda que será la herida que habrá que sanar. Lo que sí sabemos, porque ya van sacando la garra, es que los vampiros que manejan los hilos de este mundo van a defender con uñas, dientes, miedos y mentiras sus inmensos privilegios. Atentos, porque ellos sí que están bien cebados y tienen armas que ni siquiera imaginamos.

Mientras tanto, estamos repasando lecciones olvidadas: Que somos tan torpes que ni siquiera cuidamos a los que nos cuidan; que estamos cargados de capas superfluas que nos quitan espacio para lo importante; que hasta los ejércitos son útiles si en vez de derrochar en batallas improbables se entregan a la ciudadanía que deben servir; que para crecer es imprescindible el calor de los otros; que lo de acompañar en el sentimiento no es una frase hecha cuando se trata de despedir a nuestros seres queridos, ahora que no podemos hacerlo... En fin, cada uno de nosotros podría añadir su lección aprendida en estos días raros.

Esto es lo desconocido. Ojalá no sea una treta para normalizar la soledad no deseada, para acostumbrarnos a estar recogidos frente a una pantalla que nos cubre la necesidad de conectarnos con mundo y con nuestra gente querida. Ojalá no salgamos con el tacto mutilado, que no olvidemos los besos ni las caricias que ya eran escasas. Sabemos que el futuro no está en nuestras manos, pero que en él no sobra nadie. ¿Cómo te encuentras hoy?