Una tarea colectiva

29 mar 2020 / 13:10 H.

PRELUDIO

Vino la gaviota avisando,

sordos, no hicimos caso,

llegaron nubes descargando

su furia en millones de gotas,

corrimos a refugiarnos.

Nos envolvió aire contaminado,

simplemente lo inhalamos.

Perdidos consumiendo, comprando,

se nos fueron razón y memoria.

Gritaba la Madre Tierra,

no quisimos escuchar.

NOCTURNO

Arribó con furia,

temporal de angustia,

festín de miedo.

Nos atrapó la tristeza

con su espesa niebla.

Y ajenos al entorno,

nos envolvió la oscura

y cruel llamada del virus.

Y llegó. Guerra sin disparos,

trincheras sin soldados;

calles desiertas, tránsitos

invisibles en las avenidas.

Incautos, mirábamos el cielo,

buscábamos una señal,

quizá una enorme estela.

La batalla vino a librarse

en mi confortable hogar,

en miles, millones, en más;

cañonazos silenciosos,

heridas para suturar.

La sociedad tornó en asocial.

Lloran los parques sin niños,

extrañan a sus infantes,

los columpios, inertes

e inmóviles ante mis ojos.

Y ahora sí, por fin, recordamos

a nuestros mayores,

jarrones aparcados,

conciencias que brotan.

Y ahora sí, ante estantes

vacíos, afloran los malvados.

Ya sabemos quienes sois,

bastardos, no os ocultéis.

TRÁNSITO

Mejillas húmedas, lágrimas

incontroladas. Ausencias

dolorosas, enorme puñal

clavado en el corazón.

Ansío abrazos, mimos,

caricias. Ansío sentir

a mis hijos, a la mujer

que emboba mi ser.

Extraño a mis amigos,

mis paseos, mi café.

Busco entre mis sueños

lo que fue y ahora no es,

jódete virus, mis sueños

no podrás arrebatar,

son enteramente míos,

y de nadie más.

Entre Borges, Neruda,

Lorca, Hernández y Alberti,

con el gran Saramago...

Emborracho mi alma,

engaño a la soledad.

Y grito angustiado:

¡ Mi Tesoro sois,

os volveré a encontrar!

AMANECE

Despierto.

Cantan los pájaros

como siempre debieron.

Quizá sea la señal.

Lloro desconsolado,

todo igual tras el cristal.

ESPERANZA

Si mil batallas ganamos,

venceremos una más,

somos soldados sin par;

batallones de gente leal

abarrotaremos las plazas,

músicas, bailes, copas,

abrazos y mil arrumacos.

Así que con paciencia,

poco queda ya por esperar.

Conviene, pasada la tempestad,

tener memoria, no olvidar,

por nosotros, por Mama Tierra.

Dice el dicho que nunca sabrás de verdad quienes son tus amigos hasta que el hielo se rompa bajo tus pies. En clave personal, te diré que si tu mirada sobre la realidad es estrecha, nunca verás la única realidad que existe por lo que lo verás todo oscuro. Amplia horizontes y entiende de una vez que hay un mundo más amplio que te está pidiendo a gritos que luches por la gente que no puede luchar por sí misma. Ciertamente podemos albergar la ilusión de aparecer en este insólito escenario dando lo mejor de nosotros mismos.

Deseo que cumplamos con la misión de entregarnos de manera generosa y espontánea a cambiar las cosas que si podemos cambiar. Depende de ti mismo. El estado de alarma ha sorprendido a todo el mundo, pero se presenta como una oportunidad para implicarnos todos en una aventura que, aunque es poco frecuente, está llena de sucesos que entrañan un alto riesgo. Cada uno, con su esfuerzo debe intentar contener el ritmo de contagios del coronavirus y quizás nos quede la sensación de que hicimos lo que teníamos que hacer. A quien le toca vivir situaciones de este tipo, tiene que enfrentarse a una de las mayores amenazas que su generación haya conocido, y por nuestros hijos, madres, abuelos, amigas/os y gente vulnerable de mayor o menor riesgo, se requiere de nosotros que actuemos con una acción individual imprescindible, que para unos será más dura que para otros evidentemente, pero de la eficacia de esa acción nuestra, dependerá que podamos contribuir a salvar vidas humanas que en estos momentos de la historia que nos ha tocado vivir, se vuelven más entrañables que nunca.

Cada uno de nosotros y a partir de ya, tiene un objetivo fijado de antemano y debemos de asumirlo como propio. Los días que se avecinan serán complicados para todos, y esta situación puede acortarse o alargarse en el tiempo dependiendo de que la evolución de la enfermedad no se propague masivamente. Es imprescindible reducir el número de contagios, aunque haya gente como es mi caso, que lleva mal eso de tener restringida la movilidad. Adiós, por ahora, a la vida cotidiana, centrémonos en un confinamiento que pondrá en valor las capacidades que encerramos en nuestro interior, y que en situaciones de apuro como estas, las sacaremos fuera para demostrarle al mundo que por muy afectados que estemos a causa de un aislamiento severo aunque transitorio como el que nos ha tocado vivir, aquí estamos dispuestos a combatir esta guerra biológica que nos coloca a merced de sucesos imprevisibles porque dispone de elementos invisibles que, aunque no se puedan percibir con la vista, no nos harán perder más tiempo del necesario. Solidaridad para vencer al enemigo exterior y para proteger la salud y evitar así el peligro que supone la rapidez con que se producen los contagios que han alterado nuestro modo de vida.

Ya habrá tiempo de hacer un examen detallado de todo lo que está ocurriendo con los profesionales de la sanidad y con otros aspectos sociopolíticos, pero por ahora, no pensemos en extraer conclusiones y si en medir muy bien la decisiones que vayamos a tomar. La incertidumbre en la que estamos inmersos, no admite ningún tipo de razonamientos porque yo al menos no le veo ninguna lógica, a lo único que me puedo agarrar es a la idea de que tenemos que conseguir el objetivo de superar una crisis sanitaria que no deja de ser una tarea colectiva que tiene que resolver el problema que se nos ha planteado, si lo conseguimos, el interés común estará a salvo.