Renovador e idílico descanso

Los residenciales de Puente Jontoya y Puente la Sierra se llenan de jiennenses en verano que escapan de las altas temperaturas de la capital en zonas idílicas para pequeños y mayores

25 ago 2019 / 12:20 H.

Se acerca el final de algo maravilloso. Apenas quedan unas semanas para regresar a la rutina, para decir adiós a unos meses de sol radiante y mil historias vividas. A tan solo una semana del final de agosto, muchas familias se preparan para la vuelta al cole, al trabajo, a la “normalidad” que marca un calendario donde se instalan los días de preparar desayunos, reuniones y un sinfín de acciones cotidianas que recuerdan que eso de la vida sin obligaciones es cosa de unos días. Sin embargo, aún quedan algunas jornadas para disfrutar del codiciado verano y muchos saben bien como aprovecharlo y en que lugar hacerlo.

Es el caso de los jiennenses que durante los meses estivales se trasladan a las urbanizaciones y chalets de los denominados “puentes” que rodean al Santo Reino y que hacen las delicias de muchos en la época en la que la capital es castigada por la continuas subidas del mercurio. Allí se instalan abuelos, hijos y nietos, varias generaciones que se disponen a disfrutar de momentos en comunidad y a sumar historias de esas que provocan que el verano sea la época favorita de la mayoría. En los puentes comparten sus día a día, aprenden unos de otros y se dan cuenta de que la vida está plagada de pequeños instantes que hacen que sea maravillosa. Repletos de piscinas, instalaciones deportivas y sombras en las que protegerse, los puentes son el gran reclamo para los jiennenses, bien sea porque cuentan con una propiedad privada o porque se deciden a alquilar uno de los domicilios disponibles durante algunas semanas.

Uno de los que vive sus días grandes es Puente Jontoya. Para aquellos que no lo conozcan es un barrio residencial de Jaén, situado a unos tres kilómetros de la ciudad que se extiende por la vega del río que lleva el nombre de la capital. Cuando llega el verano se estima que su población supera las 3.000 personas. Desde el pasado día 10 están de fiestas. Carreras infantiles, competiciones de tenis, en la piscina, de parchís, dominó, pin pon y muchas más forman parte del abarrotado calendario de actividades. Lo completan otras citas culturales, como las funciones de teatro a cargo de compañías como La Paca que hacen disfrutar a las familias al completo. Durarán hasta el día 25, jornada en la que está prevista que se entreguen los premios a los triunfadores que en esta edición hayan conseguido ser los reyes en algunas de las pistas preparadas para la ocasión.

Se trata de una zona con su propia historia, pues allá por los años setenta, gran parte de los hortelanos que trabajaban este espacio comenzaron a vender los terrenos en los que desarrollaban su labor. De esta manera, muchos jiennenses comenzaron a adquirirlos y a poblar la zona con fines vacacionales, con casas de verano, para disfrutar de tranquilidad, temperaturas más suaves, piscinas, entre otros. El número de domicilios y de habitantes fue creciendo, llegándose a construir un edificio de apartamentos que se sumó a esas casas unifamiliares. Con el paso del tiempo también han aumentado el número de familias que ven los puentes como una vía perfecta para disfrutar de un merecido descanso. El día a día es de lo más ajetreado a partir de las doce de la mañana. Es el momento de bajar a la piscina y compartir unas horas con el resto de vecinos que más bien se convierten en familias sin necesidad de lazos de sangre. La zona de baño se llena de pequeños que gritan “marco” a la espera de que alguien les conteste “polo”. Comparten espacio con los más mayores que, complementos en mano, aprovechan el agua para ejercitar el cuerpo y compartir conversación con algunos vecinos. Madres y padres son los encargados de la crema, hamacas, toallas y de vigilar de cerca a sus criaturas para que no haya incidentes, mientras intentan combinarlo con un rato de charla con el resto de residentes o unas páginas de un libro. También hay quienes aprovechan una sombra para repasar las novedades de la jornada con el periódico de la tierra o revisar las novedades de los contactos a través de las redes sociales.

Algo más alejados de la franja de chapuzones se puede encontrar a un grupo de menores que comparten juegos en las zonas verdes. Los que tienen vocación de artistas practican una coreografía ante la atenta mirada de los más mayores que se encargan de corregir y perfeccionar. Justo al lado, otro grupo de jóvenes promesas practican deporte para impresionar al resto de vecinos cuando llegue la hora de jugarse alguno de los trofeos. Comparten lugar con aquellos a los que eso de la competitividad se les queda un poco lejano, son los patriarcas de las familias, aquellos cuyas arrugas de las manos dejan entrever que son los primeros responsables de que Puente Jontoya esté lleno de vida. Recordando otros tiempos en los que eran ellos los que daban “brincos” sonríen y pasan el tiempo entre partidas de dominó, deporte en el que son los “reyes” y que también requiere de mucha práctica.

Hay muchos más ejemplos, como el de Elvira Peinado que junto a su marido, presidente de la comunidad, se encargan de ayudar a todos aquellos a los que les surge alguna necesidad. Otros, como Antonio Quero, definen su estancia en Puente Jontoya como un “auténtico paraíso, imposible de sustituir por ningún otro lugar”. Algo que rápidamente confirman otra vecinas como Conchi Molina y alguna más que se va añadiendo en un grupo que se forma de manera instantánea sin necesidad de establecer una hora, de tirar de móvil o de pedir permiso. Simplemente se conocen a base de coincidir varios años, por lo que unos cuidan de otros, se ayudan, se incluyen en los planes y trabajan en equipo para que Puente Jontoya sea un lugar idílico dentro de una capital de interior que no necesita playa para sentirse en vacaciones. La mayoría alargarán su estancia hasta septiembre, cuando muchos tengan que retornar al hogar y preparar mochilas y carteras de trabajo de cara a un nuevo inicio del curso escolar. El resto se quedarán para disfrutar de ese “veranillo de San Miguel” y permanecerán allí hasta que los termómetros empiecen a desplomarse. Será entonces cuando la población caiga a un 15%, los que se quedan todo el año como residentes fijos.

Similar situación es la que se puede describir en otro de los lugares placenteros que protagonizan esta historia, cercano al Jontoya, en este caso Puente de la Sierra. También responde a una antigua zona de huertas, en la actualidad destinada a residenciales, situada a siete kilómetros de la capital, en la parte sur, en el camino antiguo de Granada. Se encuentra bañado por el río Quiebrajano y el Frío que al unirse conforman el río Jaén. Una tierra colmada de domicilios con piscinas y franjas verdes, donde no faltan bares y comercios con las que llenar la despensa sin tener que viajar hasta la “ardiente” ciudad.

Sin embargo, hay algo singular por lo que destaca Puente la Sierra, tan solo cuenta con dos urbanizaciones, el resto son domicilios unifamiliares. Todas están muy bien acondicionadas para que los visitantes se encuentren como en casa y puedan protagonizar un descanso de ensueño. Al llegar las horas más duras de sol, las piscinas empiezan a llenarse del bullicio propio de las familias que se acomodan unas con otras. Mientras que los pequeños corren por los alrededores de la piscina, inventan juegos imposibles para los adultos y se dedican a entrar y salir del agua hasta conseguir quedar cual “legumbre tras varias horas en remojo”, sus progenitores, padres y abuelos, buscan una sombra cercana en la que poder ser testigos de eso tan maravilloso que recibe el nombre de infancia. Los pequeños hacen amigos sin perjuicios, solo tienen un objetivo; jugar y pasarlo bien. Los que peinan alguna cana prefieren la conversación y su primordial fin es que todos salgan ilesos de una nueva jornada. También cuentan con instalaciones en las que practicar para que los excesos de las comilonas de verano no causen demasiados estragos. Otros, hacen alguna visita al bar de la urbanización, descanso merecido que va acompañado de una bebida fresca y una tapa, sello incondicional de una provincia como Jaén. Tampoco faltan aquellos que atrás dejaron la infancia y aún no han llegado a la edad madura, son los adolescentes que se buscan para formar pequeños grupos y diferenciarse de los adultos. Juntos pasan un verano en Puente la Sierra de esos que se recuerdan para siempre, tienen sus propias preocupaciones y formas de pasarlo bien en las que no faltan los móviles, pero tampoco la inocencia de una risa, las miradas picaras de reojo tan propias de la juventud y las ganas de disfrutar antes de comenzar un nuevo curso. Hay un asunto en el que los vecinos de ambos puentes coinciden, el calor no es tan severo como en el Santo Reino y, eso, siempre se agradece cuando se trata de soportar los meses de julio y agosto. Son dos ejemplos, pero Jaén cuentan con numerosos puentes donde el verano puede ser una gran aventura con toques de tranquilidad, alegría y espacios maravillosos que pueden hacer de las vacaciones la mejor experiencia del año y a tan solo unos kilómetros de la capital.