Donde las escaleras son de neumáticos

Incursión al asentamiento humano del Morro Solar en los arrabales de Lima

21 jul 2019 / 13:52 H.

Algunos lo llaman Comunidad, y otros El Cerro, aunque su nombre oficial es el de Morro Solar y es el enclave humano más conocido en el barrio de Chorrillos, Lima capital, alejado de todas las rutas de lo que en Europa se entiende por Estado del Bienestar. Hay hasta catorce asentamientos distintos, donde escasea todo y de los niños que atiende el proyecto de Mensajeros de la Paz en Perú, un 40 por ciento son del Cerro. Los asentamientos se distinguen por nombres, siendo el de Nuevo Milenio donde la oenegé española tiene el módulo y realiza los talleres. También están los asentamientos de Alto Perú, Intillacta, Marcavilca, Armatambo, José Olaya I y II, Primero de Enero, 31 de Diciembre, 2 de Mayo, Villa Alta, San Pedro o Pescadores, por citar de donde son los niños.

A la Comunidad, Mensajeros se presenta todos los martes y jueves por la tarde (durante los meses de abril a diciembre) y son significativos los talleres de Matemáticas y Lectura, así como los Deportes en la canchita (de cemento) en un módulo situado en el asentamiento de Nuevo Milenio; no es un sitio seguro ni limpio, pero el ratito que allí pasan jugando todos son muy felices. Actualmente, hay registrados 55 niños, aunque este número es muy variable, depende del día, pues son muchos los niños que deben subir el agua potable a sus casas, o que deben lavar el uniforme a mano para el día siguiente en la escuela. Además de estos talleres martes y jueves, se realizan tres campañas especificas al año, un evento donde se reúne todo el asentamiento, se llevan donaciones y acuden voluntarios de educación, peluquería, manicura, psicología y odontología, prestando sus servicios a las familias que no tienen acceso a nada de ello.

Carmen y Leonor son algo más que queridas en el Morro Solar; nada más entrar son vitoreadas por su labor. Sus visitas son sonadas por el cariño que demuestran a todos y cada uno de los habitantes. Podría decirse que son sus quehaceres como trabajadoras del área social del centro, pero no es solo eso. Intentar describir cómo es y cómo se vive en el Morro Solar, al complicado aunque observando las fotografías que acompañan a este texto se puede hacer uno una idea. Hay que recorrerlo para ser conscientes de esos contrastes de Lima, tan pudiente y tan necesitada, a la vez. Un paseo por sus calles (de barro) es un paseo rodeados de perros, con dueño pero sin hogar (no duermen dentro de las casas), que está continuamente de pelea por algo que llevarse a la boca. Las casas son algunas de cemento pero están toda la vida en construcción, y perviven entre casas en las que se combinan las paredes de madera con las de chapa o aluminio viejo. Las escaleras de la ladera apenas si tienen cemento, están hechos todos sus escalones con ruedas de coches, que también sirven para intentar sostener el terreno. La montaña camina hacia abajo con desprendimientos constates, a lo que hay que sumar los terremotos y temblores habituales de Lima. Es habitual escuchar a los trabajadores del Centro de Día (ubicado lejos del Morro Solar), que si hay un temblor fuerte, lo más seguro para las familias sería estar en el colegio o en sus trabajos, fuera de sus hogares, por llamarlos como se les llama en España, pero para nada tienen similitud. No es obligatorio, pero sí muy aconsejable usar el chaleco de Mensajeros de la Paz identificativo, es garantía de sonrisa permanente y de mano tendida, te acogen con los brazos abiertos sólo por llevar esa prenda puesta. Es la mejor muestra del trabajo que esta oenegé realiza en este lugar del perdido en el mapa, trabajando y haciendo cosas, y, sobre todo, haciendo las cosas bien, muy bien.

Gran parte de la culpa la tiene Carmen Guzmán, psicóloga y encargada del área social del centro. Es una mujer maravillosa, no hay más que ver cómo la saludan al llegar, cómo le sonríen los niños, cómo pasea por allí, para confirmar que tiene ángel, además de entrega absoluta a su trabajo. Carmen lleva cinco años trabajando en el Centro de Día y parece que llevara toda la vida. Cuenta y no para henchida de orgullo lo que Mensajeros de la Paz le aporta y la fuerza que le da en el día a día. Todo lo que ella hace le da energías porque crece y aprende con los niños, manifiesta con satisfacción. Tiene un objetivo primordial para con los chicos: enseñarles a que no sean del común, a que sean diferentes, a vivir y hacer lo que sienten y necesiten en cada momento. Trabaja desde el amanecer hasta el anochecer para que los niños encuentren en el centro lo que no encuentran en casa, considera que es una lucha continua, sin fin, que merece ser reconocida y valorada. Ella se enorgullece de que padre Julio cuente con ella y la arrope. Precisamente, este año, el dinero recaudado en la cena anual de Mensajeros en el IFEJA irá destinado a la tarea que todo el equipo de Alina Vassallo y Carmen Guzmán realizan en este asentamiento humano donde se carece de todo, menos de cariño y alegría.