Crónicas del confinamiento

05 abr 2020 / 11:23 H.

Sábado, 14 de marzo
Un regalo
de la libertad

Salgo a correr (todavía no es una metáfora). El barrio se despierta con la pereza de todos los sábados. Chesterton: un regalo de la libertad. El río está lechoso y manso, no sabe de nuestras angustias. Me pregunto si mi madre se sigue inevitablemente preocupando por mí. Estoy en la cola de un supermercado. Hay cinco filas para cobrar. Nada más miedoso con un millón de euros, dicen los listos de la bolsa. Aquí nadie tiene ni tendrá nunca un millón de euros. Pero todos se aprietan por pagar.

Es un tipo ruidoso en el hablar y paso a su vera. Se queja de la “mardita gente” que no tiene “consiensia”. Está sentado en el velador de una cafetería, fuma y habla a un colega: mi mujer es enfermera y tiene que ir por cohones y (sic) la puta gente no es “consiente” de que tiene que quedarse en casa dos semanas. Ralentizo el paso, fuma y bebe (supongo) café y no se calla.

Ningún respeto por él. Ninguna indiferencia.

Ni los obispos ni sus profetas se engañan con que las pandemias se curan rezando. La tierra nunca fue el centro del Universo. Yo Galileo, hijo de Vincenzio de Florencia, de 70 años. Hago mis provisiones. Las mil doscientas quince páginas de Roberto Bolaños prometen tiempos detenidos. Releer a Faludy (esta vida de ahora que acaso sea la última), un inquietante Carrere, Santos Juliá me convoca con su historia de las dos Españas (¿nos moriremos matándonos?), busco en Valle al Marqués de Bradomín y los oficios de tercería. Pero sobre todo esa confesión de Yeats: sólo el destino sabe si alcanzaré la felicidad contigo; de lo que sí estoy seguro es de haberte amado hasta donde he podido. Sin mascarilla.

Domingo, 15 de marzo
La indignación
viaja en guasap

En mi casa los domingos (la mía es siempre la de mis padres; debajo de la cantarera, observando el universo y las pantorrillas de mi tía Clotilde) era pollo con arroz, mi padre bendecía el pan haciéndole una cruz antes de cortar la hogaza. Esas manos enormes nos protegían de todo mal. Nos hemos conjurado contra los reproches.

La curiosidad es el periodismo. Ve con los ojos abiertos, niña, me decía el director de aquel diario local de plomo y censores. La ciudad sólo ofrece asfalto. Un vacío del terror ciego de Borges. Las amenazas de los abrazos ha sido conjurada. Tuve un sueño una vez con las calles iguales y vacías. Creía que estaba muerta. Pero me salvó una letra húmeda de Pablo Milanés. La indignación viaja en guasap: ¿cuántos muertos necesitan los periódicos de la derecha para matar a Sánchez? Un viejo cuento: los muertos son culpa de los otros, el infierno de Sartre: los de la Guerra Civil, los del terrorismo y naturalmente, los del coronavirus. Los niños han aplaudido al cielo del anochecer de marzo para el personal sanitario. Esa espontaneidad me devuelve la propiedad de la esperanza. No siempre fracasamos las soñadoras.

Lunes, 16 de marzo
Y al tercer
día, Torra

Marlaska ha puesto la globalización en cuarentena. Cruel destino el suyo. La epidemia hace ya inocuas las concertinas. Me acuerdo de Barrionuevo: tierno como las espigas, duro como las espuelas. Estas cosas, mejor en lunes y con alguien de confianza. Pido humildemente que me borren de la lista de ministrables; más que nada, ese desapego mío a los uniformes. Se acabaron los chiquillos orgasmus y bonotren para merendar en Praga. Vuelven las absurdas y criminales teorías de la raza, la sangre y el origen.

Torra pondrá la frontera en Perpignan, donde los charnegos de la Transición iban a ver porno. Los muertos indepes irán al cielo catalán, allí la eternidad se ameniza con cava. La mayoría secesionista es rica y meapilas y Dios almuerza en la casa del patrón. El coronavirus positivo acerca a Torra al paroxismo soberanista. Que me perdone la cabra de la legión, pero prefería a Pujol, incluso robando.

La respuesta a la pregunta de por qué no hay banderas en los barrios de los marginados es sencilla: no les sirve para nada. Como aquel personaje de Steinbeck, siempre que le enseñaron un trapo le robaron algo. Una tabla de medir infalible: la medida de la bandera es directamente proporcional a la hacienda, la cuenta corriente y las evasiones fiscales. El patriotismo se quita en la cola del paro.

Las estanterías vacías de patatas, de zanahorias, de lechugas, me entripan la mañana. Las calles del supermercado son túneles de soledad. Futurismo del chungo. No es una serie de Netflix. Zweig utiliza a Shakespeare para explicar su angustia antes del principio del fin: un cielo tan cargado no se despeja sin tormenta.

Martes, 17 de marzo
El Rey demérito

En unas horas ha pasado de ser una guerra biológica a una cortina de humo para tapar el desplome pestilente de don Juan Carlos y la monarquía. En la radio citan las memorias de Shostakóvich: un general del zar tenía una hija que se casó con un húsar contra su voluntad. El padre pidió a Nicolás I que mediara en el asunto. Hizo dos decretos: el primero anulando el matrimonio. El segundo, restableciendo la virginidad de la muchacha.

Ya nada nunca restablecerá la virginidad moral del rey demérito y esta confusión (Santos Juliá in memoriam) de testas coronadas. Son las ocho, intenso palmeo en el barrio. Juraría que ninguna palma es para el rey demérito.

Miércoles, 18 de marzo
La tercera
Transición

Pesadilla. Debe ser el brócoli. Un camión cargado de pánico... Las pandemias son terroríficamente extrañas: provocan montañas de muertos que desaparecen. No hay cementerios, ni crematorios, ni viudos desconsolados. Tiempo de juego y resultado. Sigue el recuento macabro. Y después una voz de ella dice: cariño, tenemos que poner una alarma, le han entrado a los vecinos del quinto. Diales asesinos.

Sánchez tiene ese punto chuleta que tenía Suárez y que a Javier Cercas le molesta tanto. La edad perjudica mucho a los escritores. Savater sermonea con iras de cascarrabias sabedor. Marías tiene domingos que no se aguanta ni él. Los pontífices del Movimiento, encabezados por Fraga, despreciaban a Suárez, como los pontífices del socialismo (hay días que Guerra, otras veces Pepote) salen a los medios de derechas a ningunear a Sánchez con parecido afán.

Y sin embargo ayer su discurso punto cristiano de base me llegó a las médulas.

¿Y si la pandemia nos lleva a una tercera Transición? La segunda se supone que culminó con la boda de la hija de Aznar. Y el 15-M se quedó en un pic-nic de superioridad moral. Después de haber sufrido tanto (creo que Carlos Fuentes) conoceremos el futuro cuando llegue.

Jueves, 19 de marzo
Esperan
a Espinete

10.15. Reclusión con matices. Soy el delegado de curso de mi familia para salir a comprar. Me han dado el número 67 y van por el cuarenta. Las gambas le pueden al miedo a morir. Lorca quería que la muerte le dejara el balcón abierto. Esta gente, mejor una mariscada con balcones.

10.45. Un rico se escapa de Madrid a Sotogrande. No hay peligro de cadáveres de subsaharianos (léase negratas) que te amarguen el putt del hoyo 15 ahogados en las playas; ahora las pateras somos nosotros navegando en la desesperación.

11.59. Me niego a esos magazines matinales que nos mandan a hacer gimnasia en las terrazas de tender bailando Paquito el chocolatero.

12.00. Llega el boletín, las once en Canarias. Arranca el marcador. Cantabria, 12 viejos, doce points. Andalucía, nueve viejos, nueve points. La curva empeora pero los ecologistas están contentos: la contaminación ha bajado un sesenta por ciento.

16.45. La siesta ha cedido paso: el parchís, la oca, las cuatro en raya, el escondite, el cinquillo. Esperamos de un momento a otro que llame al timbre Espinete.

Viernes, 20 de marzo
Casado y
la serpiente

Hay manchas de llanto, de grasa, de tinta, estoy harta de tanto fregar (La Cabra Mecánica). Berrea un bebé en las cercanías. Las paredes hablan: “Y tu madre más”. Ni siquiera el cartero llama dos veces. En la cola del pan se respira amabilidad a metro y medio. Es más miedo que cortesía.

Pongo la radio en pequeñas dosis, huyendo del marcador. El magacín matinal ha inventado un nuevo programa: canciones dedicadas. Una llama y le pide al locutor que dedique una copla.

Tengo doce años y se la dedico a mi papá, El Emigrante, de Juanito Valderrama: cuando salí de mi tierra/volví la cara llorando/porque lo que más quería/atrás lo iba dejando.

Sobre la fe, dice Simon Leys: la gente que va a rezar para propiciar la lluvia raramente se provee de impermeables.

Eva y la serpiente, Génesis 3. Adán le dice a Dios: la mujer que me diste por compañera me ofreció del fruto del árbol y yo comí... Casado, achaca el pico de contagios a la manifestación del 8 de marzo. El Génesis sigue muy por delante de la Constitución.

Sábado, 21 de marzo
La cara de
los muertos

Su madre parió siete y sólo vivió él. En el pueblo le apodaron, amorosamente, caramuerto, que era una forma de vaticinarle su pronto final. Murió cirrótico, pero no tan joven. Sus hijos se perdieron por Mallorca, no sé si ahora agobiados con un ERTE sin guiris tirándose de los balcones. No volvieron. Ellos no tenían caras de muertos.

Primero fueron los chinos, luego los italianos (desde Visconti, hacen fiestas elegantes con los muertos a las puertas de los hoteles). La parca viaja en góndolas. No tenían caras. En mis tiempos de periodismo local, cien muertos en China daban para media columna. Cinco italianos, dos columnas.

Por primera vez le he puesto cara a los muertos. Carlos Falcó es un muerto de esos que creíamos se podrían pagar pasaportes a la eternidad. Pero ha desmentido a Harari: todavía la muerte no es una opción. Ni siquiera para ellos.

Hace unos años: Nadie en el tanatorio, como ahora pero sin prohibición. Cuatro de la madrugada. La viuda y yo. Volvía de viaje, no pude ir antes. Anda, le digo, vamos a pasar a verlo, seguro que tiene un semblante sereno en la cara. ¿Yo?, salgo corriendo, dijo ella. ¿Y si se mueve o se levanta o algo? Serían los nervios, pero nunca nos hemos reído tanto.

La primavera llega cargada con mil caramuertos. Huyendo de las cifras, acabas apresada por ellas.

Domingo, 22 de marzo
Inocente

o peor

La costumbre es más poderosa que el pánico. El domingo pide sueño y mañanas entregadas a la pereza, algo que se parece a lo que era.

Sánchez anuncia quince días más. Se me viene a la cabeza un personaje de Cela que compró un calendario y se sentó para ver pasar el tiempo. Los niños, en respuesta, han convertido el salón en un campamento indio, en un circuito de velocidad, en un parchís interactivo. Como en la Bolsa, lo tenían descontado.

Hemos votado para designar al delegado de la segunda semana de compras. El debate ha sido afilado. Una hora y media de libertad y de peligro. No conozco combinación más adictiva. Gané por la mínima. Puse por delante la tarjeta de crédito.

Finjo que voy a la farmacia a por tres cuartos de kilo de paracetamol, cuando en realidad deseo que la lluvia me bendiga la entrada de esta primavera secuestrada en los balcones. Me para un poli. No me vacila. ¿Seré yo?

La codicia del Rey padre amenaza con destruir al Rey hijo. Se me viene con infinita vergüenza ajena aquella lamentabilísima confesión multimedia de abril de 2012: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”.

Aquel amigo de Aznar, ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, Blesa. También era cazador. Pero no pudo soportar la universalización de su infamia. Me acaban de robar la poca inocencia política que me quedaba. Dice Stiglitz: los ricos amañan el sistema educativo y consiguen un marco jurídico que les beneficia frente a los demás.

Ahora que estamos de moda los chinos me gustaría ver a (don) Juan Carlos con un cartelito tipo Mao colgado de su noble cuello: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”.

Un abogado querido (que ya es difícil), embutido en la selva jurídica de los ERE, me remite un poco de veneno: a ver quién es el guapo que firma los ERTES urgentes con dos renglones de papeles. Alaya ensaliva: Sánchez prevaricador. Y todo su Gobierno. Más o menos, 25 años de instrucción televisada.

Lunes, 23 de marzo
Cuando el miedo

es sólido

Los datos producen vigilia y miedo en estado sólido. Antes, en el otro mundo, estaba estreñida regularmente. Ahora el insomnio me lleva a las versiones digitales de los medios y las versiones digitales de los medios me llevan a la taza.

Los periódicos (he leído “plurales”, no sin estremecimiento) reclaman ayudas al Gobierno. El desplome publicitario genera angustias en los despachos de los editores. He aprendido dos cosas en este negocio: cuando van bien y el dinero fluye aunque sea con crédito políticos, lo que leemos es libertad de empresa y de prensa y adoración ilimitada a Milton Friedman. Cuando el miedo es sólido, leemos sacrificio, entrega, profesionales, abnegación, servicio público y rogatorias documentadas de auxilio a los gobiernos...De Keynes de toda la vida.

Y sin embargo los veo agitarse y correr y despreciar las mascarillas y asumir que no va en el sueldo pero si en las convicciones. Y sin embargo los oigo, los veo hacer periodismo, los leo hacer periodismo de la muerte y de la vida del que los poderosos nada quieren saber (Orwell).

Martes, 24 de marzo
En la memoria

del padre

Si esto acaba alguna vez, si esto nos hace de alguna manera mejores, si mi colega y amigo sale del hotel medicalizado, nos hemos conjurado para hacernos un selfie con los rastros del azahar que queden para entonces, nuestra satisfacción que molesta tanto y toda Andalucía detrás. En Jaén a esto dicen “ea”.

Las redes están llenas de agujeros con ojos. Me llama mi madre para regañarme por haber salido a comprar (como cuando volvía de madrugada y me esperaba despierta, sólo es periodismo y barra fija, mami, le mentía). Me brasea con mis responsabilidades, los orígenes de la humanidad cristiana, los chiquillos y cómo hay que lavarse las manos. Y de pronto, como si ninguna de las dos quisiera: hoy hace cinco años de papá.

Hubo de renunciar a sus sueños y a su familia en aquella Andalucía “limpia, pobre y alegre” que caricaturizaba el fascismo... cruzar clandestinamente las fronteras (¿les suena?) ...enfrentarse con sus manos vacías a lenguas, climas y culturas desconocidas y, sobre todo, a una nostalgia sin fin de la que ya nunca podría recuperarse. Sus remesas de divisas fueron la llave que nos abrió la puerta de la esperanza para escapar de un destino al que habíamos sido condenados de antemano... la razón no me alcanza para acercarme a la región donde se encuentran las claves de la vida de un hombre... Pero si sabemos que hubo una cierta justicia poética y que pudo conocer a través de los abrazos de sus hijos y nietos nuestro infinito orgullo por su esfuerzo gigante... Ha muerto un héroe desconocido.

Hay días como años o más largos, comprimidos en un tobogán de emociones en esta vida de ahora que acaso sea la última.

Miércoles, 25 de marzo
Ferrari y Zara se

hacen los guays

El pacto de Estado, si alguna vez lo hubo, sobre la pandemia murió ayer. Nunca estuvo vivo. Los muertos de España son de Sánchez. Los muertos de Andalucía serán de Sánchez. Los muertos de Catalunya, hombre, a medias entre Sánchez y Torra. Ya tienen a su nuevo Zapatero. Después de los ertes y sus generosos desagües del personal, la renovada brunete ya tiene a sus pistoleros apuntando a Sánchez en las portadas muerto a muerto. Hay veces, casi siempre, en el que el destino es usurpado por la política.

Sorry si me pongo en latín: post hoc ergo ante hoc. Esto es, la consecuencia pasa a ser la causa del mal causado.

Me viene a la memoria: este chico Egea es el campeón de su pueblo murciano en el admirable deporte de lanzar a la mayor distancia posible (no me lo tomen al pie de la letra, sobre ocho metros) huesos de aceituna con la boca. Tengo una vaga idea sobre el futuro que viene : plataforma de víctimas del Covid 19 presidida por Cristina Cifuentes y el pequeño Nicolás, Correa y Bárcenas en apoyos puntuales con salidas de la cárcel para labores solidarias.

Al uno por ciento que acumula la riqueza de la humanidad le ha dado cosilla. Los amos de la desigualdad se hacen los guays. Ferrari pone sus coches a disposición de la pandemia. Amancio Ortega dona un millón y medio de mascarillas. Las redes sociales se disparan pidiendo el Princesa de Asturias para el dueño de Zara. Más de cien mil personas, que seguro no son los primos de los primos de sus empleados. La caridad tiene muy buena prensa. Ninguna portada de Hola más propia que un rico con el corazón blando disculpándose por el fastidio de su riqueza y promoviendo acciones solidarias desde el ala norte de su casa de primavera. Los sobrinitimánager (cito a un colega) hacen el resto de la faena. La desigualdad es la causa y la consecuencia del fracaso de los políticos (Stiglitz, que también sabe latín).

Jueves, 26 de marzo
No habrá paz
para los muertos
(de Sánchez)

Pasé por las redes sociales y casi la palmo. Llamé a urgencias, se descojonaron. No me prescribieron salvo paciencia sin gas. Los niños suelen llamar malolientes a estos comandos autónomos del odio.

Muñoz Molina se congratula en un periódico atrasado (por mi) de la vuelta de los sabios, de los médicos, de los científicos, de los filósofos a los que los ejércitos de Google habían desterrado a la condición de indocumentados. Anoto su entusiasmo sin mucha esperanza.

Ahora los pijamas son de larga duración. El mundo está lleno de canallas con corbatilla que escriben al dictado de canallas masterizados que escriben al dictado de asesores con cuchillos en los dientes: el 8-M fue el principio y es Sánchez el fin. Este es el catecismo. Y no habrá paz para los muertos.

Busqué consuelo en Emilo Renzi: no era todavía la muerte pero tampoco era la vida. Esta vida viscosa del decimotercer día del confinamiento.

Viernes, 27 de marzo
Vox estudia

un ERTE

Cuando sueño con lugares nunca son los que he conocido después ya sin temor de Dios (o de furtivo o de ejecutivo, nunca hubo término medio). Siempre sueño con los lugares que soñé de niño. En mi Moscú de sueños siempre hacía frío y la vida transcurre a través de un visillo de una ventana de uno de esos bloques iguales que millones de bloques. Afuera hay una multitud de nieve, barro y ceniza que aguarda obediente su turno para entrar en un colmado donde sólo hay una enorme tripa de salchichón.

¿Cuánto dura un minuto de un sueño? Seguramente doscientas vidas. Pero no me dejaba dormir la angustiosa sensación de soñar permanentemente en riesgo.

Son las ocho y media, organizamos el ritmo del poblado abducidos (nutrición y los Beatles) por los alegres radiopredicadores que pregonan buenrollismo entre los muertos.

El turismo en patera por el Estrecho ha entrado en picado desde que el virus nos gobierna. Los taimados negratas ya no quieren saltar la verja. Los payoponys desprecian peonadas a siete euros la hora. La preocupación en Vox crece exponencialmente: sin negratas, sin sudacas, sin moros, sin rumanos no hay paraíso. Se analiza un ERTE.

No hay que confundir la cuenta de resultados con la ideología. Cuando la derechísima perpetró la reforma laboral, los sindicatos hicieron dos cosas: 1. Salir a la calle a protestar airadamente; 2. Despedir a los trabajadores propios a precio de saldo aprovechando la oportunidad.

Sábado, 28 de marzo
Lledó y lo que
olvidaremos

Soy el primero de la frutería del barrio. La mujer que me atiende creo que siente dos cosas: que su caja se ha duplicado en dos semanas y que las medidas de confinamiento deberían de prorrogarse, por el bien común.

Me han hablado muy bien de la eutanasia. Hay listas de espera en clínicas exclusivas de la Europa racional para huir de la compasión. La vejez es un virus mortal que se contagia con los años.

Veo un uniforme y se me suelta el vientre: sea toga, sea sotana, sea militar. Después de la frutería hube de supermercado. Allí aguardaba un uniformado bigotón con voz de mando: vamos a ponernos los guantes, vamos a frotarnos las manos con alcohol, vamos a respetar la distancia... Puto imperativo plural de campamento de verano. Cerca del fin de la vida o, lo que es lo mismo, de la libertad, siempre hay un uniforme, Y encima (en mi pueblo dicen cimaentó) el uniforme es de una a empresa privada. Otro día no compro.

Emilio Lledó, conservador de la belleza moral. Cada vez que escribo, mis dedos de hijo de agricultor buscan su nombre en el teclado. Siempre cuento un verano que tropezamos en una playa nudista y él iba en bañador de cuello vuelto. Aún así hubo un espacio para recordarme que si volviera a nacer sería maestro de escuela. Le han hecho un documental donde lo reclama. Apenas abran los chiringuitos, le olvidaremos.

El día sumaba varios siglos: la viejita de la frutería, Emilio Lledó, María Kodama. Me reclama Sabina: si lo que quieres es vivir cien años/no pruebes los licores del placer/compra una máscara antigás/mantente dentro de la ley/vacúnate contra el azar...

Domingo, 29 de marzo
El humo perjudica
a los muertos

Todos duermen la hora que le han robado. Salgo furtivo, una sensación familiar. Me fascina el asfalto vacío y ancho. Durante diez minutos conduzco y no me cruzo con nadie. Me siento culpablemente feliz.

A la salida busco a la mujer que mendiga los domingos a la puerta desde años. Tenemos nuestra liturgia: yo le reservo el eurito con el que apagar la conciencia y ella me dice gracias madre. Y así me siento libre de volver a pecar, empezando con un crianza. Pero hoy no está, no ha venido, no ha podido, igual se ha muerto fulminada por tres céntimos. Puta paradoja: muerta por caridad.

Aparte de una vacuna urgente, ¿podrían por favor inventarse el datáfono para pobres y evitarnos estos contagios de conciencia?

20:00 horas. Gran aplauso de barrio con una hora más de luz primavera. Escribo esto en mi pueblo y me nombran pregonero perpetuo. Me alivia mucho la certeza de librarme, por ahora, de ripios con gomina y peanas.

Lunes, 30 de marzo
Los héroes

inesperados

04.45 de la mañana. Un sueño no me deja dormir, alguien que dice ser del gobierno me amenaza con la lectura obligatoria de la última novela de Almudena Grandes o no me aplaza el IVA.

La toxicidad de los grupos de wassap es la contrapandemia interminable. Dicen las vecinas en el grupo del barrio que se están organizando divinamente y los niños, encantadores, aprendiendo inglés por Internet. Al atardecer, el piano de Chopin desciende sobre el confinamiento como el Espíritu Santo.

Lo del descenso del Espíritu Santo siempre ha sido extremadamente confuso (¿una paloma? ¿una lengua? ¿tres personas en una?). En otra parte podría colar, pero aquí todos hemos leído a Faulkner (Cuerda, in memoriam). En resumen: un mojón de la calle Carrión.

Los ruidos de gusanitos con llantos acompañan la voz del noticiario: el doctor Simón, la cejuda imagen de todos los memes de las cloacas, ha dado positivo por coronavirus. Y me digo: Lloverán los toreros tuertos por pitón, los bomberos a los que abrasa el fuego, los policías heridos por criminales, los poetas al borde del suicidio por fuga de inspiración y los bebedores muertos de cirrosis. El doctor Simón, escribiría Chaves Nogales, que estaba en el tajo.

Cuando Tejero, apareció un héroe inesperado. Se llamaba Francisco Laína. Nadie sabía quién era. Durante 14 horas, con el Gobierno secuestrado por los golpistas (los hijos de muchos de los asonados son hoy juligans de la Constitución que quisieron pasar por las armas), Laína fue la máxima autoridad del Estado, defendiendo la democracia. Había sido falangista reciente, como Suárez. Podría haber salido por piernas. Pero decidió cumplir con su trabajo. Los niñatos que hoy respiran libertad y mierda en el ciberespacio nunca sabrán su nombre.

Martes, 31 de marzo
Aznar o

la vulgaridad

Dicen que Stendhal bailó de alegría cuando leyó la crítica que Balzac había hecho de su novela La Cartuja de Parma, que por cierto me llama desde el estante. Mil doscientas dieciséis páginas después, Roberto Bolaño y yo hemos dado por concluida nuestra relación. Como dirían en Cádiz: tampoco es para ponerse así

La compra del pan ya no es un (lo cual que) relato dominguero de Umbral, otra fama fugaz disuelta en olvido. Mis precedentes en la cola, observo, disimulan el pijama debajo de la gabardina. Lo primero que desaparece con una pandemia son ganas de gustarte a ti misma.

El acopio de los muertos. La necrofagia de la derecha peor. Foto de Casado con el rito funerario del minuto de silencio en la puerta de Génova, uno de los barrios más caros del mundo. Ladrones de tumbas vestidos de Armani.

La afición viene de lejos. Rajoy y Arenas en la casa de los padres de Marta del Castillo. La respuesta era sencilla: estaban en la oposición.

Ha llovido, mejor dentro. Hoy cerveza con boquerones en vinagre. El New York Times afea a Aznar su huida a Marbella, donde los ricos creen (y yo) que se pueden morir mejor. Me aburre Aznar. Y su punto hortera de niki de pádel. Nunca entendí que tanta vulgaridad tuviera éxito. Mi altocargo exhibe plumero: hombre, si lo dice el New York Times...

Determinado a escribir un cuento largo sobre los recuerdos del futuro: arranca con funerales de Estado y banderas a media asta.

Miércoles, 1 de abril
Hermosa,

frágil y azul

O se arregla lo de la próstata o se arregla lo de la cisterna. Reinando en el maldito insomnio me puse con Stendhal: “Podemos decir yo seré guillotinado, tú serás guillotinada, pero no puedo decir yo he sido guillotinado”.

Desde García Márquez a esta parte todos los escritores han querido ganarse el Nobel en los tres primeros renglones: “Yo he sido guillotinado” suena a Netflix. Pero tengo un principio mejor: Muchos años después del confinamiento...

El sol joven y fuerte ha vencido a la luna. Ronda de temperaturas. La primavera rompe sus costuras por los cielos de Andalucía. Oigo a un calvo: el Gobierno improvisa. Joder, vuelvo a cambiar el arranque de mi novela original: muchos años después, delante de un pelotón de radiopredicadores...

Miércoles, el pulso de los días. Sin fiebre. Hay gente que cree que los maestros y los médicos y los camilleros y los militares (puff) van a convertirse en las profesiones admiradas del futuro. Como si nuestros niños fueran tontos. Ellos irán a un máster del IESE. Rato y Bárcenas impondrán las medallas.

Era el sueño de Adam Smith: el capitalismo convertido en un servicio esencial. Todas las batallas están perdidas.

La contraportada de la pandemia y los muertos es el aire limpio del planeta. Cuando era niña leí a escondidas un texto de una biblioteca imprecisa que me hizo temblar: las primeras palabras de Gagarin de la visión de la tierra: hermosa, frágil y azul. Me pareció bellísima. Me lo sigue pareciendo. Pero, según la unidad de destino universal, lo rusos no podía hacer poemas tan hermosos.

Jueves, 2 de abril
Felipe

y la soberbia

Los pésimos datos del paro son noticia. Cada día entiendo menos de periodismo.

Una señora de mi pueblo le decía estupendo a todo. En los velatorios no tenía parangón: todo había quedado estupendo. Me la imagino leyendo el marcador de los diez mil muertos: qué pena, o sea, estupendo

La primavera se parece a la de los libros de cuentos, ahora un chaparrón, ahora un sol para chillarle de bonico. Salvo el idiota del uniforme y su imperativo de monitor de gym (nos lavamos las manos, ponemos los guantes, avanzamos...) todo sigue igual. O no. En las primeras horas/días/semana percibía un optimismo cortés. Lo de ayer era una cortesía pesimista.

Felipe se habla a sí mismo en las redes a través de un amigo periodista. Ninguna novedad, siempre se habló a sí mismo. Pero con Felipe me pasa lo que con algunos de mis novios: como les deje hablar estoy muerta. Es de esos tíos vanidosos que encima tienen razón.

Esta esquina de Eurasia. Ya no está Kohl, ya no está Mitterrand (me es imposible creer que el emperador Tiberio ya no esté entre nosotros, escribe Faludy). Felipe nos devuelve la llave del sueño europeo: quinientos millones. Aguardo de su soberbia una mínima pero cruel distancia con Sánchez. Por una vez, los muertos le guardan luto a la soberbia. Ni siquiera los dioses (Aristóteles) pueden hacer que lo que ha sucedido...

Viernes, 3 de abril
Instinto

de Inés

No se me van de la cabeza del duermevela los listos que titilan ( es ad hoc) a cinco columnas las pandemias del paro. Dicen que a la hostelería le ha ido fatal. Como no sea (Gila supongo) que los bares están cerrados, no me entra en la cabeza.

Horrible paradoja la de los políticos y sus dietas. Nos gobiernan por tan poco dinero que han tardado tres semanas y diez mil muertos en darse cuenta de que si no viajan no deberían (Torrente) hacerse unas dietillas.

Los listos, los ricos, los otros, para los que en general trabajan, ya han donado cientos de miles de mascarillas para hacerse perdonar sus cuentas corrientes. Llegan tarde y peor. Es el precio por creerse las propias mentiras. La de los alquileres de altos cargos, por ejemplo.

Si yo entendiera de política y renunciara a cobrar dietas me gustaría, sólo por esta vez, ser Inés Arrimadas (hablo del cuerpo político). El destino le da una segunda oportunidad a Ciudadanos, claramente inmerecida, pero la suerte es justamente lo contrario a un concurso de méritos. Sólo tiene que reinventar el centro que ella misma ayudó a destruir.

El instinto de Inés puede decidir dos cosas: hacerse la Rivera y ponerse a las puertas de Génova a que le den trabajo cualificado, digamos Europa. Y un traje negro para los funerales. O apuntarse al compromiso que habla de los pactos de la pandemia como la reedición de aquella extraña conjura en la que Suárez, Felipe, Fraga, Carrillo y los nacionalistas se pusieron de acuerdo para hacernos la Transición y sacar adelante la democracia. El invento dura, con sus achaques, más cuarenta años.

Sacamos la mesa al porche, una excursión. Los niños se llevan los correpasillos y ellos se ponen el jersey sobre los hombros, como domingueando. Hay cerveza y quisquillas (congeladas). Suena un poco de Norah Jones. La Tercera Transición debería ser esto.

Sábado, 4 de abril
El método Coppola

Como leve maldad, alguien nacido de derechas que coquetea con el poder incluso cuando no gobierna, filtra una encuesta en la que se le ponen porcentajes al desgaste brutal del Gobierno de estos días brutales. Hay que tener estómago.

Coppola lo narra divinamente: mientras Al Pacino y su familia bautizan al primogénito, sus pistoleros ejecutan una matanza de capos de las familias enemigas. El agua bendita se derrama al tiempo que la sangre de la masacre. Los planos se van cruzando, rezos celestiales y disparos a la cabeza. Cuando la ceremonia ha terminado, Michael Corleone es el nuevo emperador de la mafia.

Cuando Sánchez/Zapatero pida al Congreso una nueva prórroga para robarnos el mes de abril (toca Sabina en todas los renglones del periodismo de bisutería), Casado ofrecerá su apoyo crítico de “incompetencia y arrogancia” y al mismo tiempo un comando de buitres se lanzará sobre la carroña de los miles de muertos para sacarle todo el zumo electoral a la pandemia, alfombrado el camino al jefe. Planos de apoyos críticos se cruzan simultáneamente con planos de buitres devorando cadáveres. La insidia cunde también en la izquierda andaluza. Algún enfermo piensa que, en el fondo, todo esto le está viniendo bien a Susana. La desaparecida Susana.

Muñoz Molina escribió con primor que el espejo es un asesino despiadado. Te mata todos los días, todas las veces que te miras en él sin que te des cuenta. Para detener este tiempo sin atributos (días iguales persiguiéndose), he decidido no asomarme a él.

Donde antes había un pulcridad, portátil y cristasol ahora hay restos de galletas, teclas pringosas, mocos y la vaca Lola, que tiene cabeza y tiene cola. Somos siete y el perro. Estamos sobreviviendo. Nos estamos sobreviviendo. Y mañana ese lunes que ya no es.