Cántico espiritual en Úbeda

El concierto despertó suma expectación por lo que el público se agolpó tiempo antes a las puertas esperando a disfrutar de un espectáculo aplaudido que les llenó el alma desde el principio

09 feb 2020 / 11:39 H.

Como broche de oro de este sábado glorioso llega el estreno del concierto cántico espiritual (Canciones entre el alma y el Esposo) de San Juan de la Cruz, con música y dirección de Manuel García Villacañas, en el incomparable marco religioso y cultural de la Sacra Capilla del Salvador, a las 20:30 horas. El concierto había despertado suma expectación, por lo que media hora antes de empezar ya andaba la larga cola alargándose cada vez más, mientras todos los que no queríamos perderlo nos guarecíamos con nuestros paraguas de la fina lluvia que iba cayéndonos desde el cielo. En cuanto abrieron, se llenaron todos los bancos y sillas preparados, de manera que bastante gente tuvo que permanecer de pie, la hora que duraría aproximadamente el concierto, en un éxtasis cuasi carmelitano, pues el lugar, la letra, la música, la instrumentación (piano, violonchelo, guitarra barroca, flauta y campanas) y la ocasión así lo requerían. Verdaderamente no defraudó ni un ápice, pues las diez canciones en las que dividió Manuel García Villacañas el “Cántico Espiritual” fueron maná musical y poético apetitoso para todo el entusiasta público, ya que supo musicar y entreverar las magníficas voces de su coro llama de amor viva, consiguiendo unos pasajes musicales sencillos, en apariencia, por la magnificencia y seguridad en su ejecución, que parecía invitar al mismo público a seguir acompañando y cantando, con el conjuntado coro, las maravillosas canciones que antaño se cantaban en los conventos, tocadas de la inventiva musical de Manuel.

El traspaso y diálogo continuado de las recias y varoniles voces —que expresaban el mensaje sublime del Esposo— iban siendo contrastadas y dialogadas por los angelicales y delicados timbres femeninos de la Esposa, tan bien interpretadas y conjuntadas, en las que descollaron las dos excelsas solistas femeninas —y otras tantas masculinas—, consiguiendo la delicia y el agasajo de todos los presentes que quisieron pagar con largueza la gratuidad, el contento y la solvencia de este concierto mediante un larguísimo aplauso, puestos en pie, a su finalización. El coro llama de amor viva regaló nuevamente las primeras canciones de su amable repertorio y con gente del público siguiéndolas y tarareándolas, lo que supuso poner miel sobre hojuelas a las delicadas voces y a la sutil instrumentación de esta pieza poética tan destacada y sobresaliente. Todos los pasajes estuvieron bien musicados y cantados, aunque a mí —especialmente— me gustaron sobre manera los primeros y los últimos, por su sencillez aparente, su sonoridad redonda y su agudo y divino tratamiento del exquisito texto de San Juan de la Cruz por Manuel García Villacañas, un genio de la creación pictórica, escultórica y musical al que nunca podremos los ubetenses de nuestra época agradecer su ingente y destacada obra renacentista, pues lo que verdaderamente le hacía falta era dedicarse sola y exclusivamente a su poder creativo, como artista nato que es, porque la enseñanza y el magisterio le restan muchas de sus fuerzas inspiradoras y de tiempo. Dios guarde a nuestro artista Manuel, esperando que siga regalándonos esta ricura de creaciones, ya sean musicales, como la que he comentado, o pictóricas como la que presidía el altar mayor de El Salvador: un cuadro de San Juan de la Cruz salido de su mano y estro.