El Parador de Santa Catalina, el gran balcón de Jaén

Este lugar es un emblema para la ciudad, a la que ha estado siempre unida. Subir al establecimiento es un regalo, aunque aún está pendiente la mejora del acceso

08 mar 2020 / 10:11 H.

El Parador Nacional de Santa Catalina, que acaba de reabrir sus puertas tras su remodelación, es uno de los grandes emblemas de Jaén. Desde su puesta en funcionamiento en la década de los sesenta del pasado siglo han pasado por él millares de personas que, por lo general, no han escatimado elogios para este referente tan exclusivo. La ciudad siempre ha estado unida a su principal establecimiento hotelero, y aunque sigue pendiente la asignatura de tratar de mejorar los accesos para propios y extraños, subir al Parador es uno de esos placeres que están al alcance de cualquiera. Además, en bastantes etapas de la historia de este singular alojamiento turístico se ha trabajado con especial sensibilidad a favor de la cercanía entre Parador y ciudad, algo que sigue de moda, sobre todo a raíz del empuje de uno de los últimos directores, Manuel Vieites, y que va a mantener con toda seguridad la actual directora, Carmen Méndez, con iniciativas para seguir colocando al emblemático edificio no solo en el primer lugar en la consideración popular de los jiennenses, sino en los primeros lugares en la valoración de sus propios usuarios, vengan de donde vengan. El caso es que esta relación Ciudad-Parador, Parador-Ciudad, es muy beneficiosa para la una y para el otro. Por cierto, los clásicos de Jaén, que los tenemos, esos que guardan en su memoria el detalle de cada rincón del suntuoso marco, han advertido que del “nuevo Parador” han desaparecido importantes piezas de arte, el piano, los sitiales que procedían del coro de San Ildefonso, tablas y reproducciones pictóricas con motivos de Jaén, trípticos en pan de oro de las armaduras, una efigie en símil gótico de Santa Catalina... Es de suponer que los responsables podrán explicar las causas o simplemente colocarán los elementos que faltan donde siempre estuvieron, porque de alguna manera forman parte del imaginario de Jaén y de los jiennenses.

Cualquiera que tenga ya una edad recuerda, sin duda, largas tardes de café y distendida charla en el espectacular salón cúpula, todo un lujo, o en la terraza con vistas impresionantes a la sierra de Jabalcuz y a lugares emblemáticos de la provincia que también se pueden contemplar en el horizonte; o bien celebraciones familiares en su magnífico restaurante, disfrutando de una gastronomía excepcional, una de sus siempre grandes fortalezas. Por supuesto que no es una casualidad que este gran balcón desde el que se divisa toda la ciudad, que queda a sus pies, esté considerado como uno de los diez mejores hoteles-castillo de Europa. Los votos de millares de usuarios utilizando las redes sociales no pueden estar confundidos al identificarlo como un destino privilegiado. Me quedo con una definición de entre muchas de las cuales se le otorgaron no hace tanto: “La sensación de habitar una fortaleza, su enorme extensión y la posibilidad de poder hospedarse en ella sin necesidad de encontrarse con otros huéspedes”. Es decir, es igual de posible darse a conocer como guardar el anonimato, y por ambas opciones se han decantado muchos de los visitantes. El Parador de Jaén es historia y sigue haciéndola por su buen hacer y por las características que desde el principio le acompañan. El dato es esclarecedor, las reservas no paran de llegar y está ya, a pocos días de su reapertura, a pleno rendimiento.

El exquisito establecimiento de la Red de Paradores de España es, además de un lujoso hotel, todo un monumento. No puede olvidarse que fue construido sobre los restos del viejo castillo árabe, en el que el arquitecto José Luis Picardo, como hiciera en otros lugares de parecidas condiciones, ejecutó una obra digna de reconocimiento. Tiene además la singularidad de parecer una prolongación del contiguo Castillo de Santa Catalina, que fue una construcción del siglo XIII, por mandato de Fernando III, y que está en perfecto estado de visita, incluso ha sido objeto de una reciente remodelación que conforman un conjunto de admirable belleza y desde el que se contempla no solo la ciudad que no sería la misma sin esa majestuosidad que se eleva en sus alturas, sino que desde la atalaya se otea una buena parte de la geografía provincial.

El Parador en sí mismo es un regalo para los sentidos: unas instalaciones que nos transportan a otro tiempo, aun cuando son compatibles con todas las comodidades actuales; un servicio esmeradísimo y por supuesto una gastronomía de excelencia, también con guiños a la cocina tradicional de Jaén. No tiene más que ventajas este hotel-castillo: un enclave de verdadero privilegio, pero a lo largo de su historia ha atesorado una serie de misterios y leyendas que le conceden un halo especial, que muchos turistas buscan específicamente cuando optan por este destino. De hecho hay quienes demandan expresamente una habitación, que antes era la 22 y ahora es la 401, por los cambios que se han hecho. De ella se cuenta haber vivido las situaciones más extrañas, y donde parecen alojarse ilustres huéspedes, aunque lo hagan sin pagar. Los programas de radio y televisión dedicados a los fenómenos paranormales han visitado en numerosas ocasiones el Parador en busca de la recreación de la leyenda. No hay que desvincular estos hechos con la fama de mítica que se atribuye a la propia ciudad de Jaén, a la que ha llegado a definirse como “la más misteriosa de las Andalucías”

Mención aparte merece el hecho de que durante la mayor parte del año su capacidad se encuentre ocupada al máximo nivel. Y que la lista de personalidades destacadas en todos los ámbitos, el político, social, cultural, deportivo, etc., sea tan completa que podamos resumirla en que muchos y muchas de los más grandes de la historia, españoles o relacionados con nuestro país, han hecho un alto en la hospedería. Desde el General De Gaulle a Ava Gadner, desde los Reyes de España hasta el Nobel Severo Ochoa. Cientos y cientos de nombres que forman parte de su particular devenir. También ha sido el escenario de los principales acontecimientos ligados a la vida de la ciudad en distintos momentos de la historia más reciente, como se refleja de manera magistral en un delicioso libro del escritor jienense Juan Eslava, “El Mercedes del Obispo”.

Sin duda alguna la presencia del General Charles de Gaulle, por su duración y por el motivo de la estancia, en la habitación número 13 (ahora ya es la 231) han sido de lo más llamativo en la vida del Parador de Santa Catalina. A sus 79 años, el que había sido presidente del país galo debió pedir el parecer de Franco (otro general que dejó escrito que Jaén le quitaba el sueño) para venirse durante una temporada a recorrer España y escogió varios escenarios, entre ellos el de Jaén que tanto placer le produjo a juzgar por los comentarios que se publicaron en la época y por la contundencia de la frase que dejó grabada en el libro de oro. “Excelente estancia en Santa Catalina”. Aquí disfrutó de nuestro aceite de oliva virgen extra, dio algunos paseos por el cerro e hizo lo que en realidad le trajo a este lugar, escribir parte de sus memorias. El establecimiento hotelero redujo su servicio al estadista y se mantuvieron, dicen las crónicas, unas severas medidas de seguridad, pues aunque había dejado sus responsabilidades de estado hacía muy poco (fue presidente de la República gala entre los años 1958 y 1969), De Gaulle era un político de reconocimiento internacional que en aquel momento proyectó a Jaén a todo el mundo, en esos cinco días de 1970, entre el 9 y el 13, cuando la ciudad vivía sus fiestas de la Virgen de la Capilla, pero sin estar ajena al hecho histórico que tenía tan cerca. Lástima que el trabajo del General quedara inconcluso porque murió unos cuantos meses más tarde de abandonar su peregrinar por España. El Parador jiennense rememoró no hace mucho tan singular efemérides al tiempo que ponía en valor los méritos, muy numerosos por cierto, que ha ido acumulando a lo largo de varias décadas y que le han hecho ser en todo momento, y hoy aún más, como uno de los grandes orgullos de los que puede y debe presumir el antiguo Reino de Jaén, todo él historia y leyenda viva.