Y además es imposible

14 sep 2019 / 11:36 H.
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Gana España, en el baloncesto, esa minoría que da alegrías a plazo fijo, en un deporte que ni con un Mundial en la mochila merece el apoyo suficiente. Es como la España lectora de periódicos o compradora de cultura, una “rara avis”, cuando lo que prima es el análisis político certero del último whatsapp y el detalle ínfimo futbolero para saber bien lo que se cuece. Somos lo que comemos. Aquí, en Jaén, el alcalde, Julio Millán, ya conoce de primera mano la estricta dieta que marca Hacienda, y en el último pleno, IBI mediante, ya se atisbó por donde irán los tiros y no hay dietas milagro. La ministra fuerte, en funciones, María Jesús Montero, médico de formación, aplica ahora un plan de cirugía a todos los ayuntamientos famélicos en sus finanzas y lo hace mientras la sitúan como posible sucesora de una Susana Díaz que anda haciendo reformas en la casa socialista, queda por saber si para atrincherarse o ajustar cuentas con quienes huelan a fragancia sanchista y/o se postulen más de la cuenta. Una cosa es cambiar la decoración y otra aventurarse a tirar paredes, y parece que está por la labor de ir con pico y pala. Por diferentes motivos, caídos en desgracia orgánica se encuentran la jiennense Ángeles Férriz y el otrora mano derecha de Díaz, Mario Jiménez. Son las cosas de la vida, son las cosas del querer. “Ora pro nobis”.

En la trinchera del Santo Reino, el equipo de Gobierno descubre cómo está el pastel en cada trozo de porción y tendrá que hacer malabares para brindar por algo. Son tantas las causas abiertas que el alcalde aprovecha el espacio público —como si estuviera en la vieja Atenas— para utilizar el método mayéutico y lanzar preguntas para que el interlocutor descubra sus propias verdades. Que los del World Padel Tour no llaman, las cuentas no cuadran y Ciudadanos ya criticó el emplazamiento catedralicio pues “mutis por el foro”. Es evidente que, de momento, a la mano del Gobierno municipal no le tiembla el pulso para meterse en charcos de distinta profundidad, al margen del barro y del favor o no de la grada. Esta semana el alcalde anunció un nuevo frente de proporciones bíblicas, no es asunto menor intentar ponerle el cascabel a los autobuses Castillo, un contrato que casi rivaliza en antigüedad con la reliquia del Santo Rostro. En concreto anunció un proceso para declarar la nulidad del contrato con la actual concesionaria. Y cabe cuestionarse si será más fácil por vía judicial ordinaria o probar con la extraordinaria, la del Tribunal de Rota, si Isabel Preysler pudo con Julio, a pesar de la prole, todo es posible.

Las peculiaridades del servicio saltan periódicamente a la palestra y, de momento, los sucesivos equipos de Gobierno, entre deuda contraída, impagos a trabajadores cuando hay tormenta y la patita de una huelga si encarta son incapaces de reconducir la situación y acaban aceptando pulpo como animal de compañía o, lo que es lo mismo, que ante una puerta de cristal rota, unos critiquen que se subsane con una de madera y se matice, para poner las cosas en su sitio, que era cartón piedra.

En un escenario de ese material ficticio que tan bien da el pego, se está dilucidando la no formación de un Gobierno y da igual que una voz de ultratumba, de actor curtido en todos los escenarios, te asalte Carmen en la escalinata de un teatro madrileño para decirte: “Poneos de acuerdo, por favor, seguid hablando”. Ni José Sacristán ni el mismísimo Papa Francisco tienen los poderes necesarios para reconducir las aguas bravas de la izquierda, más fácil sería —y los taberneros malos podrían dar fe— convertir el agua en vino. Y la vicepresidenta del Gobierno no se anduvo por las ramas para dejarle claro a él y a quien quiera oír que este es un problema de reparto (de actores y de ministerios). “No puede ser. No podemos hipotecarnos de esa manera. Caemos otra vez en la misma piedra”, improvisó con seguridad. Ya decía Guerra, el político no, el torero también ocurrente, que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. A lo que él mismo podría rebatir y con toda razón: “Más cornás da el hambre”.

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